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DRAMA EN TRES ACTOS
PERSONAJES
ERNESTINA
DON MARCOS
ROMUALDO
FELIX
EL DOCTOR
DON MARIANO
MAURO
PEDRO
La acción en Los Perales, pueblo que se supone en Castilla, en nuestros días.
ACTO PRIMERO
Galería en casa de D. Marcos. Al fondo, puerta que tiene acceso al recibidor y puerta de la calle. A la derecha otra puerta que comunica con las habitaciones. A la izquierda, ancha cristalería, que da a la parte posterior de la casa. Mañana alegre de primavera.
(La escena está sola, a los pocos segundos, comparecen el DOCTOR y MAURO, por la puerta de las habitaciones)
DOCTOR
No es ninguna temeridad. Piense que yo con los enfermos soy un déspota, en el buen sentido de la palabra.
MAURO
Bueno, sí, claro...
DOCTOR
Cuando les dejo comer una semolita, ya puede usted figurarse que están en condiciones de devorar un pollo asado y cuando les doy permiso para levantarse, que podrían alistarse para una corrida pedestre. Es mi método.
MAURO
Que encuentro muy en su punto.
DOCTOR
Prefiero pecar por prudencia que por condescendencia. Y créame que me ha dado excelentes resultados.
MAURO
Bastante se ha visto con el éxito que ha tenido con Don Marcos.
DOCTOR
Me ha costado lo que sólo sabe Dios sacarlo con vida. Que le diga yo a usted las horas de angustia que me he pasado encima de los libros, los afanes haciendo ensayos y pruebas...
MAURO
¿Y qué ha sido por fin lo que ha tenido?
DOCTOR
No lo quiera usted saber. Lo ha tenido todo. Ha pasado males para morirse diez veces o para salir loco o con alguna reliquia, pero quedará bien. Ya lo creo que va a quedar bien... mucho mejor que antes. Ha de imaginarse que ha sido como una gran avenida de aguas de un río que por los campos por dónde pasa se lleva las malas hierbas y deja un lodo purificador. Así ha pasado en su organismo. Si hay que creer en prodigios, piense que este es uno.
MAURO
Qué contento está por que hoy deja usted que salga de la habitación.
DOCTOR
Conviene que vaya acostumbrándose. Ahí es nada. Si ahora ya puede andar por su pié. ¡En los primeros días, el pobre, que no podía dar un paso!.... Entonces sí que daba lástima.
MAURO
Y vamos a decir que esta señorita se ha portado muy bien.
DOCTOR
Quite usted, hombre. La señorita Ernestina... Ha sido mi eficaz colaboradora... ¿A dónde íbamos a parar sin ella?
MAURO
Ninguna mujer de por ahí, hubiera podido hacerlo.
DOCTOR
¡Qué duda cabe!... Los papelitos, las inyecciones, las dosis precisas y matemáticas... Una veladora cualquiera, nos hubiera llevado al fracaso. Por eso, cuando fui a consultar los síntomas que aprecié enseguida en mi diagnóstico, con un médico famoso, que fue catedrático mío, le pedí una enfermera de confianza y la sacó de la clínica de un colega que no pudo negarse. Y buena suerte hemos tenido.
MAURO
¡Si llega a morir de esta, Doctor...! Yo creo que le quitó la mitad del mal porque cuidado que es simpática y amable. Y gasta siempre una dulzura...
DOCTOR
Ahora se da cuenta del mal. Mientras estaba con aquellas fiebres altas, no tenía intuición ni para saber dónde estaba. (Transición) Bueno, Mauro, (después de consultar el reloj) me voy para terminar con el recorrido. A la vuelta de la visita, puede que suba un rato para ver como le ha sentado la salida...
MAURO
Se pondrá contento; pues siempre que le ve a usted tiene alegría...
DOCTOR
Sobre todo, mucho ojo con las corrientes de aire. Aunque hace una mañana espléndida, no abran las cristaleras mientras esté por aquí...
MAURO
No se preocupe usted que se hará como ordena.
DOCTOR
Vaya pues, adiós.
MAURO
Le acompaño, Doctor. (Salen los dos por la puerta del foro)
(Al poco rato de salir los dos anteriores, entra PEDRO, con una butaca, que colocará junto a las cristaleras, por la puerta de las habitaciones. Seguidamente entra MAURO)
MAURO
Ah, ¿ya estás ahí?
PEDRO
La señorita Ernestina que me ha dicho que trajera esta butaca.
MAURO
Sí, ya sabía. Déjala ahí. (Señalando más allá, hacia el fondo, de la puerta de la derecha)
PEDRO (Haciéndolo)
Vaya, señor Mauro, poquito a poco, pronto no va a parecer que haya habido enfermos en esta casa.
MAURO
Ya era hora.
PEDRO
Y tanto. Tres meses que la bailamos...
MAURO
Y menos mal cuando se sale con victoria.
PEDRO
Jesús, señor Mauro, si llega a diñarla con esta.
MAURO
Pero ¿qué lenguaje es este?
PEDRO
Bueno, quien dice diñar quiere decir ahuecar.
MAURO
Nosotros si que podríamos decir que se nos había puesto el sol, en medio del día...
PEDRO
Porque un hombre soltero, muerto él, enterrado todo bicho...
MAURO
No me lo recuerdes. Que consternación hubiera quedado por estas tierras, pero es mejor no hablar de ello. Don Marcos ya está bien. Y se pondrá mejor que antes, que bien acaba de asegurármelo el Doctor ahora mismo.
PEDRO
Y usted que le conoce tanto, a ver si me dice a qué es debido que el señor no se haya casado nunca.
MAURO
Ah, hijo, eso él se lo sabe y se lo calla.
PEDRO
Porque yo me figuro que las mujeres no deben darle miedo...
MAURO
Mira, con el amor de los demás no te metas. Si no se ha casado es porque no le habrá dado el arrebato casamentero.
PEDRO
Verá usted porque se lo digo, señor Mauro. Una vez me dijo Tomasa, que cuando el señor era un chavalito mayorcito, tuvo un desengaño en la ciudad...
MAURO
Oh, ¡sabe muchas cosas Tomasa!...
PEDRO
Dijo que había tenido una novia muy maja, que se llamaba Teresa, y se le murió... ¿Es eso verdad?
MAURO
Verás, si ella lo dice...
PEDRO
Pues yo nunca le he oído decir ni pizca a Don Marcos.
MAURO
Sí a ti iba a contártelo.
PEDRO
Como que es tan bonachón y francote... Y misté ya podría ser eso, porque en esta casa yo nunca he visto mujeres... Y a nosotros nos trata como si fuésemos de la familia.
MAURO
Eso es verdad.
PEDRO
Aunque no es viejo, casi podríamos decir que para todos nosotros ha sido un padre.
MAURO
Y volverá a serlo. Esta casa ha estado abierta para todo el mundo. Un buen consejo, una ayuda de dinero, un consejo en las horas adversas y una defensa cuando uno ha caído en desgracia... Todo el poblado encuentra en ella, amparo y protección. Por eso, el caserón de los Ruiz de Sabando, desde hace muchos años, es el más respetado de toda la cercanía.
PEDRO
Y oiga usted, señor Mauro. Todo lo de Don Marcos hubiera ido a parar a manos del señoríto Félix, si llega a diñ... ¡ay!
MAURO (De mal humor)
No le conozco el testamento y... mira de no preguntar tanto que me apabullas. Cuidado que eres curioso. Abrase visto entrometido...
UNA VOZ DE DENTRO
¡Pedro!...
MAURO
¿Has oído? la señorita te llama...
PEDRO
A ver si va a querer que le saque una butaca para ella. (Mutis por la puerta del interior)
(Por la del foro, comparece FELIX)
FELIX
Buenos días, Mauro.
MAURO
Buenos días señorito Félix.
FELIX
¿Se levantó ya el tío?
MAURO
Mire usted esta butaca: está dispuesta para sentarse en ella el señor.
FELIX
Si lo ha ordenado el Doctor.
MAURO
No hace diez minutos que ha salido y le ha autorizado para abandonar la habitación.
FELIX
Vaya, vamos progresando a gran velocidad.
MAURO
Ahora la cosa va deprisa.
FELIX
Yo no he podido hacer gran cosa, como no sea algunos ratos de compañía; pero, he orado mucho. Le he ofrecido la misa todos los días.
MAURO
Cada cual ha hecho cuánto estaba de su mano.
FELIX
En mis pobres oraciones, he pedido con fervor, a todas horas, la vuelta de la salud al cuerpo de mi tío, si le era conveniente...
MAURO
Pues ya ve usted que han sido escuchadas.
FELIX
Sí, sí; y estoy contento, muy contento. No todos los sobrinos nos hemos portado igual, por eso.
MAURO
¿Habla usted por el señorito Romualdo?
FELIX
Naturalmente.
MAURO
¿Y qué se sabe de él?
FELIX
¿Qué quiere usted que se sepa?. Se exilió voluntariamente, mejor dicho, escapó como un cobarde, por no caer en manos de la justicia.
MAURO
¡Pobre señorito Romualdo!
FELIX
No le compadezca usted. ¡Es un demonio!
MAURO
Es su primo, señorito Félix.
FELIX
Yo no quiero serlo. Con los monstruos como él, rehúso todo parentesco.
MAURO
Debemos compadecer a los extraviados.
FELIX
El no es un extraviado. Es un delincuente, un criminal... Y después de excitar a las masas de desgraciados, con sus doctrinas de destrucción y odio, cuando llegó la derrota, huir como el ladrón, dejando la desesperación y el llanto. He aquí el fruto de su obra.
MAURO
Un acto de contrición, puede salvarlo.
FELIX
No, no; no hay perdón para estos holgazanes, que explotan la ignorancia del prójimo, jugando con su miseria... ¡Pena de muerte al canto!...
MAURO
Estoy seguro de que su tío le perdonaba.
FELIX
¡Claro! Porque mi tío es un babieca. Y, por desgracia, también tiene unas ideas un poco avanzadas.
MAURO
Don Marcos es muy bueno, señorito.
FELIX
Es bueno, pero no practica la religión. No hay bastante con la conciencia. El todo lo paga con la conciencia. ¿No vio usted cuando estaba en el umbral de la muerte que se negó a recibir a Jesús Sacramentado?
MAURO (Con pena)
¡Ya lo creo que lo vi!
FELIX
Y si llega a morir, ¡qué responsabilidad para toda la familia! Además del ridículo que me hizo pasar ante el señor Párroco.
MAURO
Don Mariano no tenía gran confianza de lograrlo.
FELIX
No quería ni intentarlo porque le conoce mejor que nosotros. Fui yo quien le obligó a probar de administrarle los auxilios espirituales.
MAURO
Bien, bien, señorito Félix, el caso es que su tío esté curado del todo...
(Llaman en la puerta de la escalera)
MAURO
Han llamado. Vuelvo enseguida.
(Félix queda mirando por las cristaleras. Seguidamente comparece D. MARIANO
seguido de MAURO)
D. MARIANO
¿Hay licencia?
FELIX
Adelante
D. MARIANO
El Señor esté con nosotros.
FELIX
Buenos días. ¿Usted por aquí Don Mariano?
D. MARIANO
Acabo de hablar con el Doctor y me ha dicho que el enfermo abandonaba hoy la habitación. Ahora no viene el Sacerdote, es el amigo que visita al amigo convaleciente.
MAURO
Le dará usted una alegría.
D. MARIANO
También me ha dicho que está en condiciones de hablar un rato.
MAURO
¿Quiere usted que le pase aviso?
D. MARIANO
No le dé ninguna prisa.
FELIX
Siéntese usted Don Mariano. Le esperaremos aquí mismo.
MAURO
Pues si no me necesitan, con su permiso, voy a retirarme.
FELIX
Sí, vete, Mauro.
MAURO
Queden con Dios.
D. MARIANO
El te acompañe. (Mutis Mauro por la puerta de la derecha)
FELIX
Y bien, Don Mariano. Ya lo ve usted. Este desenlace ha sido un milagro.
D. MARIANO
Ciertamente. Comparto el criterio y su alegría. La familia tiene motivo para estar satisfecha. Ha sido un verdadero milagro.
FELIX
No era su hora.
D. MARIANO
Es verdad; Dios no lo ha querido para sí, todavía.
FELIX
¿Y si llega a llamarlo a juicio, de qué manera comparecía?
D. MARIANO
Tranquilícese. Lleva buen bagaje su tío.
FELIX
¿Sin reconciliarse?
D. MARIANO
Bah, no hay qué hablar. Se ha aferrado al mundo y no es ninguna alma perdida. Yo le conozco mucho. Su tío no es malo ni descreído. Es un indiferente como hay muchos. Cuando intentamos prepararle para el último viaje de la vida, aunque no tenía bien expedito el entendimiento, no rehusó la confortación espiritual. Con una sonrisa de dulzura, me respondió que no era aquel el momento de arreglar esta cuestión; agregó que no se moría y que ya le quedaba ocasión de ir a la Iglesia a cumplir como los fieles...
FELIX
Y me lo repitió al abordarle, después de marcharse usted.
D. MARIANO
Pues tengamos confianza. Esta enfermedad ha sido para su tío, un aviso de la Providencia.
FELIX
¡Ojalá!
D. MARIANO
No es a son de tambores como se cazan las liebres. Es con la asiduidad, con la constancia, con la gota de cada momento que se perfora el mármol. Así nosotros nos atraemos las almas. Su tío tiene un principio religioso. Fiado de la fortaleza física, ha descuidado la salud de lo que no es materia; olvida el más allá: La eternidad, esta cosa ingrávida, impalpable, de la cual no tenemos idea de dónde empieza ni dónde termina y que, alguien, con buen criterio, comparó con una serpiente que se muerde la cola, concreción que expresa de una manera gráfica la confusión, como ocurre con el anillo que forma el reptil que a primera vista no se percibe la división.
ERNESTINA (Desde dentro)
Poco a poco. No ande usted tan deprisa...
MARCOS (Igual)
Si tengo el mismo brío de antes. ¿Quién dice que haya estado enfermo?
(D. Mariano y Félix se han levantado)
ERNESTINA (Entrando)
Mire usted como le aguardan.
FELIX
¡Tío!
MARCOS
Oh, ¡Don Mariano!
D. MARIANO (Tendiéndole la mano)
Hoy ya no tengo que preguntar. He venido para hacer personalmente la comprobación de sus adelantos.
MARCOS
Y que yo le agradezco...
D. MARIANO
¿Y qué tal? ¿Qué tal?
MARCOS (Entusiasmado)
¡Mejor que nunca! Más fuerte que una roca.
D. MARIANO
El aspecto no engaña.
ERNESTINA
Siéntese.
MARCOS (Mirando a todos)
Parece que vuelva de un viaje largo. Dejadme que, como emigrante, respire y vea todo esto... ¡cuántos días sin ver el sol!... y la llanura... y el río... Nunca los había visto como ahora... Los veo con ojos distintos de antes.
FELIX
Trae poca agua, ahora, tío. Hay sequía.
MARCOS
Sí que es manso. Alguna vez había leído que los ríos eran rutas circulantes que nunca se interrumpen... Y es verdad: siempre trae el mismo ritmo.
FELIX
Gracias puede usted dar a Dios de volver a verlo.
MARCOS
Sí... Ernestina me lo ha dicho muchas veces.
FELIX
Ernestina es muy buena cristiana.
MARCOS
Sólo por amor a los hombres no se cuidan enfermos.
ERNESTINA
No he sentido nunca la vocación de los hábitos. También puede cuidarse enfermos con ropa seglar. El amor al prójimo, en primer lugar, fue el que me empujó a seguir esta profesión.
D. MARIANO
Para la cual, también es necesario un espíritu de sacrificio.
MARCOS (Sentado ya)
Bien, Don Mariano, bien; yo con usted estuve intemperante un día... ¿se acuerda?
D. MARIANO
Intemperante, no.
MARCOS
Le hice una afirmación y esta afirmación se ha cumplido; he vuelto a la vida.
D. MARIANO
Que yo se la deseo bien larga y colmada de dichas.
MARCOS
Será para hacer bien. Este es mi intento; y creo cumplirlo. Usted va a llevar el consuelo, en las horas decisivas, a los pies del lecho de los que sufren. Yo lo llevo a los hogares de los que lloran en circunstancias de adversidad en la lucha de cada día... Volveremos a encontrarnos por una misma obra...
FELIX
Yo te ayudaré de buen grado, tío.
MARCOS
Tu me dejarás enseguida.
FELIX
Si ya no me necesitas...
MARCOS
Te has portado muy bien, pero tus padres te reclamarán pronto.
FELIX
En cuanto normalices tu modo de vivir, ¿qué quieres que haga a tu lado?
MARCOS
He tenido muy buena compañía, Don Mariano. Usted ha venido sabe Dios las veces. A Félix, le he visto constantemente en la cabecera de la cama y Ernestina... ¡Oh, Ernestina!... Sólo me abandonaba a las horas de descanso.
ERNESTINA
Era mi deber.
MARCOS
Claro. Y Don Amaro siempre tenía una frase graciosa para distraerme del mal...
FELIX
Y la gente que no dejábamos pasar.
MARCOS
Me lo figuro. La gente es buena y me quiere. De todos me he acordado en aquellas horas largas y quietas.
FELIX
Y de fuera del pueblo, no digamos.
MARCOS
Has sido mi secretario en el alejamiento temporal de las actividades. Sólo he tenido una pena.
FELIX
¿Romualdo?
MARCOS
Acertaste. Nunca ha venido a verme ni ha mandado cuatro palabras escritas, interesándose por mi salud.
FELIX
Mi primo no cree en la familia, tío.
MARCOS
Como principio, no te diré que no; pero, aquí en esta casa, dónde nacieron su madre y la tuya y vuestro abuelo, él había pasado horas felices de infancia, a mi lado.
FELIX (A D. Mariano)
Es aquél cabeza dislocada de quién le hablé en diferentes ocasiones.
D. MARIANO
Ya. Si es joven, le quedan muchos años para entrar en raciocinio y rectificar los errores.
MARCOS
Algo le impediría venir en aquellos momentos en que todos creíais que os dejaba para siempre.
ERNESTINA
Al nombrar a usted, Félix, juntaba cada vez, el nombre de su primo Romualdo.
MARCOS
Quiero a los dos por igual: A ti (a Félix) por sensato y reflexivo y a él, por inquieto y soñador.
(Por la puerta de la casa -interior- entran MAURO y PEDRO, muy respetuosos y solícitos)
MAURO
Don Marcos.
PEDRO
Señor.
MARCOS
Venid, venid.
MAURO
Deseábamos verle y no nos atrevíamos.
MARCOS
Yo también deseaba veros a vosotros con esta luz. ¿Y como me encontráis?
PEDRO
Nadie diría que ha estado enfermo.
MAURO
Si tiene el semblante como siempre.
MARCOS (Sonriendo)
Oh, no, todavía, no; todo llegará por eso.
FELIX
Tío, también derramaron lágrimas por ti.
MAURO
¡Quién no las ha derramado sería difícil de saber!
PEDRO
No encontraríamos a nadie.
MARCOS
Suponía vuestro sentimiento.
D. MARIANO
Modelo de servidores.
MARCOS
Sois buenos y leales. Vuestros padres ya sirvieron a los míos.
MAURO
Y bien contentos.
MARCOS
Y vosotros sois tan fieles como ellos.
(Suena el timbre)
MAURO
Voy a abrir. (Mutis por el foro)
MARCOS
Por la manera de llamar es Don Amaro.
(Entra Doctor, seguido de Mauro)
DOCTOR
Que, ¿cómo va eso?
FELIX
El Doctor.
MARCOS
Ya lo ve V. Don Amaro.
DOCTOR
Muy buena compañía. Bien, bien...
MAURO
Nosotros con permiso, Don Marcos, nos retiramos.
MARCOS
Sí muchachos y gracias...
(Mutis Mauro y Pedro por la puerta de la derecha)
DOCTOR
Bueno, ya puede usted cambiar de caldo, señorita. Supresión de vegetales y pollitos al puchero se ha dicho...
ERNESTINA
Sí señor.
MARCOS
¿Y aún no puedo echar a correr?
DOCTOR
Templanza, templanza... Todo llegará.
D. MARIANO
No quien más corre llega antes a la meta.
DOCTOR
Eso mismo. No hay que pasarse de valiente. Por hoy, con media horita más de estar por aquí, ya hay bastante.
MARCOS
Si me siento con un coraje que...
DOCTOR
No importa.
MARCOS
Seré obediente.
ERNESTINA
Por una obstinación de última hora, no va a malbaratar el camino recorrido.
MARCOS
Soy un prisionero. Mientras no me den el alta definitiva, ni una palabra de contrariedad, ni una mueca de díscolo.
DOCTOR
Así quiero a los enfermos. Y ahora, un pequeño consejo: No se fatigue demasiado hablando. Me gusta que empiece a recibir visitas, pero sin abusar.
D. MARIANO
Eso quiere decir que le dejemos tranquilo.
DOCTOR
Don Mariano, háganse ustedes cargo que...
D. MARIANO
Nada, nada. No pretendía dilatar mucho nuestra conversación. Abundo en su criterio.
MARCOS
¿Ya me dejan?
DOCTOR
La salud hay que recobrarla a pellizcos.
D. MARIANO
Que bastante se pierde a montonadas.
DOCTOR
Por la tarde un par de horas en el comedor y al anochecer, a la cama otra vez. Es decir, a usted señorita Ernestina no hay que advertirle gran cosa.
ERNESTINA
Déjelo usted por mí.
DOCTOR
Bien, pues, entendidos. Distracción; nada de fatigarse ni leer ni hablar en exceso. Bueno, me voy a terminar la visita hasta el otro extremo del pueblo.
D. MARIANO
Yo también voy con usted, Doctor.
FELIX
Y hasta yo les acompaño. Me voy un rato con Don Mariano, tío.
MARCOS
Vete, tranquilo, Félix.
D. MARIANO
En lo sucesivo, ya vendré más a menudo.
MARCOS
Espero que pronto podré devolverle las visitas.
D. MARIANO
Animo y que siga la mejora. Quede con Dios señorita. (Ella le besa la mano)
DOCTOR
Vaya, hasta la tarde.
(Mutis los tres. Quedan ERNESTINA y MARCOS)
ERNESTINA
¿Está usted bien así Don Marcos? ¿Quiere que le traiga un almohadón por respaldo?
MARCOS
No Ernestina, me encuentro perfectamente. El asiento es confortable. (Ella le mira con dulzura) ¿Qué miras, qué piensas?
ERNESTINA (Sonriente)
Que progresa usted de tal manera, que es preciso pensar que aquí empiezo a ser innecesaria.
MARCOS
¡Qué ocurrencia! ¿Quién habla de partir por ahora?
ERNESTINA
Sospecho que cualquier día me reclamarán de la clínica. Piense que Don Amaro casi le ha dado la alternativa...
MARCOS
Nada; que no me encuentre como antes, no hay que pensar en abandonarme. ¿Cómo me las iba a componer sin tu compañía para rehacerme?
ERNESTINA
Es usted un enfermo con demasiado mimo. Cualquiera osa a contradecirle.
MARCOS
Cuanta paciencia y cuánto sacrificio, Ernestina... Ahora me viene a la imaginación cada día, el tiempo que he pasado allá dentro de mi cuarto...
ERNESTINA
Más de dos meses llevo junto a usted.
MARCOS
¡Qué diferente te veía en el transcurso de mi enfermedad! Cuándo la fiebre se me subía al cerebro, te me representabas a veces como una bruja espantosa, de aspecto repugnante y, otras, te veía como un hada o un ángel de candor... ¡Qué cosas van viniendo a mi recuerdo! He pasado horas de abatimiento, como si me encontrara en un infierno y mi cuerpo se sentía herido por todas partes, igual que si estuviera estirado encima de puntas de bayoneta que me desgarraban la carne viva y otras veces sentía una dulzura inefable de paraíso.
ERNESTINA
No es raro, la infección era agudísima.
MARCOS
Recuerdo que cuando te acercabas a la cama, tan pronto te veía entre una tiniebla siniestra como entre una luz potente, divina, plateada, semejante al fulgor de un rayo prolongado y tu voz dulce y diamantina, se perdía como un eco suave por el espacio de la habitación... ¡Qué desvaríos!... qué enajenaciones. Intermitencias de fastuosidad y miseria, de goces y dolores, de tristezas y alegrías... Cuando tenía unos momentos de lucidez, quietamente, te observaba, como hacías labor, cerca de la cabecera y sin más ni más, empecé a tutearte y ahora, no puedo cambiar el tratamiento. -"Quién debe ser esta dama misteriosa" -me preguntaba intrigado- y enseguida llegaba la postración y arrojaba el pensamiento... Volvía la crisis y entonces veía una mar alborotada y un peñón agreste, como un islote perdido en medio... Había visto de chaval, una lámina policroma, representando a Andrómeda salvada por Perseo de la venganza de Juno, transformada en dragón. Y quieras o no, veía entre los estragos de las quimeras que me dominaban, una bestia enorme que coleaba por dentro, sacando a flote del agua una cabeza descomunal que abría la boca para tragárseme... Ahora parece que vuelvo de otra vida. Veo las cosas queridas de antes y sobre todo, te veo a ti, que no eres ni hada, ni bruja, ni un ente mitológico, sino que eres sencillamente, una criatura deliciosa...
ERNESTINA
Soy una enfermera: una modesta y oscura enfermera.
MARCOS
Un día partirás hacia los tuyos y de este lazo que nos une, lazo formado por tus desvelos y mi gratitud, no quedará ni huella.
ERNESTINA (Con pena)
Con los míos, no puedo volver. Estoy sola en el mundo.
MARCOS (Sorprendido)
¿Sola?
ERNESTINA
No tengo a nadie. Tenía padres y hermanitos. Mi hogar estaba lejos. Asturias, la tierra risueña de montañas altas, cavidades profundas, prados verdes y costas de ensueño. Mi padre era Oficial de la Guardia Civil y Jefe de la línea de Cangas del Páramo. Llegaron los hechos luctuosos del 6 de octubre y la turba, embriagada de odio y ávida de sangre, de fuego y de ruinas, no dejó ni un cuartel en pié. El de mi padre fue pasto de las llamas, con todas las familias de los guardias dentro. Yo me encontraba en la clínica hacía un año y sobreviví milagrosamente porque camino de casa para pasar unos días, quedó detenido el tren que me llevaba, en el Puerto de Pajares...
MARCOS
Es espantoso.
ERNESTINA
Desde entonces, la melancolía de mi situación en el mundo, ha hecho que mi vocación profesional se afirmara para olvidar las desdichas de mi hado adverso.
MARCOS
¡Cómo te compadezco, Ernestina! Qué piedad, que admiración me inspira tu vida... Yo te creía una muchacha feliz.
ERNESTINA
Ya ve usted si es distinta la realidad.
MARCOS
¿Tampoco te espera... un amor? No te avergüences de confesarlo.
ERNESTINA
Ninguna atadura: soy libre.
MARCOS
Ah, pues entonces, no tengas ninguna prisa en marcharte. Yo te creía anhelante para volver dónde te esperasen. Siendo así, aún tengo más interés en que te quedes.
ERNESTINA
¿Por qué si el dilema también se presentará más adelante?
MARCOS
Tienes razón.
ERNESTINA
No hay porque acostumbrarse a una vida que no me corresponde.
MARCOS
No quieras saber, Ernestina el interés que tengo por tu porvenir. ¿Por qué razón? No lo sé. Por qué venías tan solícita cuando perdía la noción del raciocinio; por tu dulzura cuando me removía con violencia luchando desesperadamente con la fiebre y el sudor frío... ¡qué sé yo!... Desde hoy, no serás una mujer cualquiera que el azar trajo a ponerme inyecciones, a hacerme tragar potingues de botica, a exigirme con una paciencia meritísima, que tomara el alimento indispensable para el sustento. Eres algo más... como una continuación de la familia... ¡eso!... un familiar más, familiar indefinido, como todas las visiones de mis calenturas, que son una cosa imprecisa y vaporosa. Eres la única cosa real que ha quedado de mi enfermedad. No sé porque te he encontrado en mi camino; ignoro el designio de haberte conocido. No sé más que una cosa: que me interesa tu suerte y tu felicidad como las mías propias.
ERNESTINA
Es usted muy bueno Don Marcos. Siempre me acordaré de sus palabras de consuelo y le agradeceré desde el fondo de mi alma, el interés y el afán que le anima de verme feliz. Hace tanto tiempo que no oigo una voz que se interese por mí...
(Unas palabras antes se ha oído el timbre de la puerta de la escalera y al terminar de hablar Ernestina, comparecen por el foro ROMUALDO y FELIX)
FELIX (Desde la puerta)
¿Se puede entrar?
MARCOS
¿Quién llama?
FELIX
Tienes una visita que no esperabas, tío.
MARCOS (Incorporándose)
¡Romualdo!
ROMUALDO (Yendo a abrazarlo)
¡El mismo, tío!
MARCOS
Por fin. ¡Cuánto has tardado!
ROMUALDO
¿Te encuentras bien, tío?
MARCOS
Claro que me encuentro bien. ¿Hasta hoy no te has acordado de venir a verme?
ROMUALDO
No podía: nos separaba una larga distancia.
MARCOS
Siéntate, siéntate.
FELIX
Tío, acaso no te conviene expansionarte demasiado.
MARCOS
No seas asustadizo como Don Amaro. Me encuentro bien, criatura. (A Romualdo) ¿Y dónde estabas, Romualdo?
ROMUALDO
En Francia. Tan pronto como he ganado la frontera, he venido a verte.
MARCOS
¡Buen muchacho! Ahora siento el calor de familia. Aquí con vosotros dos y Ernestina...
FELIX
Es la enfermera, ¿comprendes?
ROMUALDO
Ah, tanto gusto señorita. (Le tiende la mano)
ERNESTINA (Correspondiendo)
Muy contenta en conocerle. Su tío, durante las enajenaciones, le había nombrado diferentes veces.
ROMUALDO
De mi casa iba enterándome del curso de tu enfermedad.
MARCOS
Ni cuatro palabras de recuerdo y consuelo...
ROMUALDO
Temía que no llegaran a tus manos. Sospechaba quién era tu secretario. (Mirando a Félix)
FELIX
Yo no me sirvo de estos ardides.
ROMUALDO
Conozco la ausencia que me guardas.
FELIX
Yo no te tengo odio, ¡mejor me das lástima!
MARCOS
Chicos, no discutáis.
ROMUALDO
Tienes razón, tío. Algún respeto nos ha de merecer tu estado convaleciente. Tan pronto como he podido entrar con dignidad en nuestro país, he decidido hacerte esta visita.
MARCOS
La amnistía te ha abierto la puerta. Aunque enfermo, también tengo noción de lo que pasa fuera de casa. Ahora, te quedarás unos días entre nosotros, ¿no es cierto?
ROMUALDO
Y bien a gusto. Mis atenciones me placen más poder demostrarlas, cuando se goza de plenitud y no cuando se tiene una pierna en el sepulcro. Hoy que no se tiene que pensar en sucesiones ni en hacer méritos para ocupar mejor sitio en el testamento, es cuando aquí dentro, volveré a encontrarme con la misma desenvoltura de los tiempos en que venía a pasar las vacaciones.
FELIX
Ahora ya habrá quien me releve. Tío, tal vez será el momento de que empiece a disponer mi partida.
MARCOS
A mi lado, muchachos, cabéis los dos. Eso es lo que necesito: Juventud. Vuestras madres han pasado unos días en casa, en el período álgido de mi enfermedad. Entonces podían prestar algún servicio. Hoy os necesito a vosotros. Soy joven y me siento lleno de vida y de optimismo. ¡Iba tan hueco entre vosotros! Había veces que, por la diferencia de edad, me parecíais como unos hermanitos... Vuestras madres, casi de edad igual, me habían hecho a mí de madre. Quince años tenía una y cerca de catorce la otra, cuando yo vine al mundo. No era yo un adolescente que vuestra abuela murió. Bien pronto, una y otra casaron y vinisteis al mundo en el mismo mes. Tanta ilusión me hacía el tímido y reservado como el impulsivo y alborotador...
ROMUALDO
A mí, a tu lado, nadie me estorba.
MARCOS
Y a Félix, tampoco. Estoy seguro.
FELIX
En mi vida he reparado en los contactos. Estoy bien acorazado.
MARCOS
Pues aquí os tendré a los dos por el amor a mí, que os junta. Yo soy el enlace de vuestras diferencias. Necesito amor, buenas caras, no envidias ni odios, ni ojos que miren frunciendo el cejo. Alegría, desazón de vivir y de ser felices... Ahora recobro mi lugar en la vida. Mirad a fuera. Todo hace su camino... todo goza y trabaja. Hombres, plantas, el río que las fecunda, los pájaros que enseñan con sus cantos a estimar el aliento que da vida...
ERNESTINA
Don Marcos, que hace más de una hora que está usted aquí. Hay que volver al retiro.
MARCOS (Levantándose)
A obedecer. No me ha faltado nunca la fe. Eso ha hecho que no pierda la esperanza. ¡Qué día!. Soy feliz, muchachos, muy feliz...
TELÓN
ACTO SEGUNDO
La misma decoración del acto anterior.
(Por la puerta de la izquierda salen ROMUALDO y FELIX)
ROMUALDO
Créeme Félix, que nos lo tomamos mal. ¿Por qué hemos de discutir si sabemos, de antemano, que no vamos a llegar a una coincidencia?
FELIX
Naturalmente, que no hemos de llegar...
ROMUALDO
¿No congeniábamos de mocetes, cuando sólo pensábamos en jugar y correr?
FELIX
Ahora ya no somos unos inocentes como entonces y tenemos una representación cada uno de los dos.
ROMUALDO
Eso. Ahora yo soy un jabalí, según los tuyos y tu, un cavernícola, al decir de mis correligionarios.
FELIX
Están muy deslindados los campos.
ROMUALDO
O sea que hemos de vivir eternamente en lucha. No hombre, no. Aquí en esta casa, cuando veníamos por las vacaciones, nos encontrábamos siempre unidos con las risas y los juguetes. Pues ahora, podemos hacer lo mismo: A la puerta de casa, dejemos lo que somos de mayores y volvamos a encontrarnos y sentirnos primitivos como entonces.
FELIX
No será posible. Cualquiera domina el corazón y la lengua.
ROMUALDO
Yo estoy convencido de que lo conseguiríamos con un poco de buena voluntad. El día que sepamos respetarnos y hasta establecer una tolerancia con la manera de pensar de cada uno, empezará la convivencia.
FELIX
Sería una convivencia falsa porque, en el fondo del fondo, las dos concepciones que tenemos de la civilización, estarán siempre en una pugna a muerte. Yo quiero conservar y mejorar todo lo existente, mientras que tú quieres echarlo todo a bajo de raíz.
ROMUALDO
Yo no te diré que no haya algo que pueda ser respetado...
FELIX
Pero sabes que tu masa no ha de obedecerte. Les habéis inculcado tanto el odio a personas, instituciones y cosas, que una vez desatada la furia, no habéis de poder controlar. Habéis hecho demasiada demagogia y halagado hasta la exageración...
ROMUALDO
Era la única manera de hacer reaccionar a la masa. Hablando con el lenguaje de la sensatez y la razón, no harías prosélitos. Es una pena que, para transformar el mundo hayas de hacer vibrar a los hombres al impulso de la pasión. ¡La revuelta!... ¡Qué palabra! Da espanto el pensarlo. Yo la he visto de cerca y me estremece. ¿Tu qué sabes de mi vida y de la tragedia que llevo dentro? Yo he sido cabecilla de una turba sedienta, y la visión horripilante de los efectos, aún me tiene anonadado. Yo quisiera transformar el mundo, trasmutar los sistemas políticos por la justicia y la comprensión. Y reconozco que no es posible.
FELIX
Porque os falta un ideal de fe.
ROMUALDO
Porque el hombre no es perfecto y a la idea más sana y excelsa no puede sustraerse de llevar la pasión baja, el egoísmo bastardo y la venganza cruel.
(Por la misma puerta, comparecen ERNESTINA, D. MARCOS, D. AMARO y D. MARIANO)
D. MARIANO
Aquí les tenemos.
MARCOS
Eso es de buen ver.
D. MARIANO
¿Sin discutir?
ERNESTINA
El aspecto es de bonanza.
ROMUALDO
No vamos a ser una nota discordante.
DOCTOR
Bien hablado. Después de un ágape como éste, no hay que buscar más que digestión, que bastante trabajo es para el estómago dar salida a ese don de Dios de convite...
D. MARIANO
De fiesta mayor.
DOCTOR
Déjese usted de fiesta mayor D. Mariano. Ésta se celebra todos los años, mientras que la de hoy, es una vez en la vida.
MARCOS
No me confundan ustedes.
FELIX
Romualdo, arrimemos unas sillas.
ROMUALDO
Bien pensado.
DOCTOR (Tomando una de las sillas)
La digestión hay que hacerla con toda parsimonia y comodidad. De pié, no es muy a propósito que digamos...
MARCOS
Siéntese, siéntese.
DOCTOR
Pues sí, sí; ha sido un festín digno de la casa de Ruiz de Sabando.
MARCOS
Todos los honores son para Ernestina. Ella lo ha preparado.
DOCTOR
Será una excelente ama de casa.
ERNESTINA
Quien sabe si llegaré a tenerla nunca, Don Amaro.
ROMUALDO
Por lo menos es acreedora a tenerla.
D. MARIANO
Dios vela por los buenos y no escatima sus gracias a los que las merecen.
MARCOS
Muy bien dicho Don Mariano.
ERNESTINA
Por lo menos, viviré con esta esperanza.
DOCTOR
¿Y vosotros jóvenes, ya tenéis programa para esta tarde?
ROMUALDO
¿Le parece doctor si pueden hacerse muchas combinaciones en Los Perales?
DOCTOR
Hombre, en peores lugares podría encontrarse usted. Tenemos, con sus arboledas correspondientes, magníficos alrededores; buenos paseos; una gran plaza, una ribera pintoresca, un santuario celebérrimo por su arquitectura, un castillo feudal, fuentes de aguas estomacales, esto en cuanto a excursionismo, luego tenemos bailes, cine, dos pastelerías, casino, bares...
ROMUALDO
Y según el anuario Riera y Bailly Bailliere, reunidos, tenemos dos taxistas...
FELIX
Y fútbol.
ROMUALDO
Y rosario por las tardes.
D. MARIANO
Rosario y exposición del Santísimo.
DOCTOR
Hay para todos los gustos. Lo mismo se satisfacen las inquietudes místicas que las profanas.
MARCOS
Vaya que unos con otros, están ustedes ensalzando las excelencias de Los Perales...
DOCTOR
Sin quitar ni poner.
MARCOS
Nada que como se entere el Patronato de Turismo le cataloga como estación veraniega.
ERNESTINA
Yo seré una propagandista.
MARCOS
Si apenas conoces el pueblo. ¿Te sientes bien aquí Ernestina?
ROMUALDO
¿Quiere usted decirnos que en cuanto se marche, le quedarán ganas para volver?
ERNESTINA
Quien sabe, si un día se presentará la ocasión...
D. MARIANO
¿Y nuestra partidita de ajedrez, Don Marcos?
MARCOS
Ah, sí.
D. MARIANO
Luego he de ir a la iglesia y no da tiempo.
DOCTOR
¿Y quién juega más de los dos?
MARCOS
Alternativamente. No nos llevamos mucha ventaja. Muchas veces quedamos en tablas.
D. MARIANO
Don Marcos juega más que yo, la verdad.
ROMUALDO
¡Y usted doctor, no juega al ajedrez!
DOCTOR
Hay que discurrir demasiado. A mí, no me saque usted del mus. Cuando puedo echar un órdago, me recreo y si puedo colar una farolada, me entusiasmo.
MARCOS
Si quiere usted acompañarnos, aprenderá.
DOCTOR
No, no; estoy terminando el cigarro y me llegará justo para empezar la visita. ¡Y qué cigarro, Don Marcos!... Sabe a almendras tostadas.
MARCOS
Son añejos, como el vino.
ROMUALDO
¿Qué algún paciente de cuidado, doctor?
DOCTOR
Visitas de cumplido. Como no encuentre ningún aviso en casa, enseguida, termino. Alguna alta por convaleciente y continuación de tratamiento, por curso de enfermedad. Ya volveré al anochecer. Bueno, repito las gracias y que por muchos años, puede usted hacer de anfitrión. Vaya, que se diviertan.
FELIX
Hasta luego.
(Mutis Doctor por el foro)
MARCOS
Ea, pues, vamos al duelo.
D. MARIANO
No haga usted gala de todas las facultades.
MARCOS
¿Tiene usted miedo a perder?
ROMUALDO
Dale una torre...
MARCOS
No puedo darle ni un peón. El partido está equilibrado. ¿Qué, venís, muchachos?
ROMUALDO
Yo estoy mejor en la galería.
FELIX
Yo también. Es más alegre.
MARCOS
¿Y tu Ernestina, vas a salir?
ERNESTINA
Es temprano, todavía. Hasta que D. Mariano no se vaya a la iglesia...
MARCOS
Pues vamos a vernos las caras Don Mariano.
D. MARIANO
A ver si consigo el desquite de ayer.
(Salen los dos por la puerta de la izquierda)
ROMUALDO
Nosotros podríamos jugar a la brisca. ¿Qué os parece?
FELIX
Somos demasiado jóvenes, Romualdo.
ROMUALDO
Es verdad. Es el pasatiempo propio de las mujeronas. Idos por esas calles y, por todas partes, encontrareis, en las puertas de las casas, el corrito de mujeres con el naipe en la mano.
FELIX
Cada edad, tiene su afán.
ROMUALDO
De acuerdo, Félix.
ERNESTINA
Ahora va bien: Ya empiezan ustedes a coincidir.
ROMUALDO
Si todos los hombres fuesen como nosotros dos, estoy seguro que no habría conflictos y que acabarían por entenderse.
FELIX
¡Hum! no sé, no sé...
ROMUALDO
Dejaríamos el mundo como una balsa de aceite.
FELIX
¿Sin mecha encendida como el candil? ¡Ya costaría!.
ROMUALDO
¡Qué va!... El caso es ceder cada uno de los dos bandos un poco.
ERNESTINA
¿Pero van ustedes a enfrascarse en una controversia política? ¡Qué mal gusto!.
FELIX
Ay, tiene razón.
ROMUALDO
¡Qué poco galantes somos!
FELIX
Cualquiera diría que somos unos zoquetes.
ROMUALDO
Y que no sabemos hablar de otra cosa. A este paso nos toman por viejos a media edad. (Mirando por la cristalería) Mirad: ahora empiezan a salir las parejas de enamorados.
FELIX
¡El amor! El único ideal que junta.
ERNESTINA
También hay enamorados que riñen, Félix.
ROMUALDO
No te mueven algo así como una ligera envidia. Míralos como pasan...
FELIX
Llevan la mejor ropa y van alegres y de dos en dos.
ROMUALDO
Como los tórtolos, claro. No necesitan testigos.
ERNESTINA
Ni taquígrafos.
ROMUALDO
Un firmamento azul; un árbol de sombra protectora; el murmullo de una fuente y un camino solitario y cubierto de follaje.
FELIX
Las faldas de los montes, se llenan todos los domingos...
ERNESTINA
Y luego, van al cine, o al baile.
ROMUALDO
Para ellos, no hay Estado, ni gobierno, ni convulsiones sociales. ¡Loada la fraternidad del Amor!.
FELIX
¿Te sientes poético, Romualdo?
ROMUALDO
Me siento hombre y joven. ¡Cuánto tiempo he desperdiciado en luchas estériles!...
FELIX
Aún estás a tiempo para rehacer tu vida. Aquí en Los Perales, encontrarás el mejor sedante para reaccionar. Estás enfermizo por las desazones de la urbe. La soledad y la calma, te traerán la tranquilidad de espíritu para discernir el partido que debes tomar...
ROMUALDO
Es un buen consejo y te lo agradezco. ¿Oye y tú no lo sigues? No te avergüences por qué esté Ernestina.
ERNESTINA
Si quieren me marcho...
FELIX
De ningún modo. Pues sí, Romualdo, sí, aunque no lo parezca, también tengo corazón.
ROMUALDO
Entendido. Te admiro, Félix. Desde este momento, te aseguro que no tendré para contigo, la agresividad que hasta ahora.
FELIX
No me avergüenzo de confesarlo y, si osara, lo proclamaría a los cuatro vientos. Hay una mujer que me quiere y me aguarda...
ROMUALDO (Asombrado)
¿Es cierto?
FELIX (Con ironía)
¿Qué le vas a hacer? Los cavernícolas somos tan benditos que después de amar a Dios en sus obras en el mundo, -el opio del pueblo, como llamáis vosotros- aún nos queda amor para fundar una cosa en la que vosotros no creéis: La familia.
ROMUALDO
¡Un hogar!
FELIX
Un hogar indisoluble porque sabemos disimular las debilidades y sobrellevar con resignación las mutuas intemperancias, sin repudiar el vínculo sagrado de la unión.
ROMUALDO
El divorcio.
FELIX
Somos así: a vuestro concepto de internacionalismo, oponemos nosotros el de Patria, que es la tierra querida, que nos ha visto nacer y la queremos rica y grande y libre, haciendo camino hacia gloriosos destinos y es el compendio dónde se refunden todas las familias y pueblos que la integran.
ROMUALDO
Fronteras.
FELIX
A la lucha de clases, se la combate con la humanización del trabajo, impidiendo las oligarquías, la riqueza concentrada en manos de cuatro capitalistas absorbentes. Ni falta de pan y trabajo ni amenaza de frío por falta de lumbre, ni la tiniebla por falta de luz, en ningún hogar. Estos son nuestros postulados.
ROMUALDO
Hermosa misión.
FELIX
Hermosa y que la cumpliremos. Nuestra voluntad es de hierro. Y perdóname y usted también, Ernestina; sin darnos cuenta ya hemos empezado la controversia o mejor dicho, les estaba importunando con el esbozo de nuestro programa.
ERNESTINA
Me ha gustado la exposición.
ROMUALDO
A mí, no sólo me ha gustado, sino que, en parte, no deseo otro...
FELIX
Y ahora voy a ver como sigue la partida de ajedrez.
(Sale Félix por la puerta de la izquierda. Quedan solos ERNESTINA y ROMUALDO)
ERNESTINA
Ha quedado usted pensativo, Romualdo. Parece que han hecho mella en usted las palabras de Félix.
ROMUALDO
Sí, ahora me doy cuenta de que en el mundo soy bien poca cosa.
ERNESTINA
Bah, eso lo dice pero no lo cree.
ROMUALDO
Creo más todavía, sí, Ernestina: Que soy algo que se agita por instinto, que vive a tientas y que conoce tan poco, que por no conocer la felicidad, no comprende ni la desgracia de su vivir.
ERNESTINA
¿Se aburre usted? el tedio que se ha adueñado de usted...
ROMUALDO
Tal vez.
ERNESTINA
O la nostalgia por el frenesí de la ciudad.
ROMUALDO
No echo de menos el ambiente de la lucha urbana. ¡Conspiración, consignas, fechas, nerviosismo... vida compleja y febril! Aquí, reposo, quietud, amor, que se manifiesta por doquier. Nunca había comprendido como ahora que me falta un complemento.
ERNESTINA
Le sobra cansancio, Romualdo. Poco a poco, se reencontrará usted y tomará nuevas energías para empezar otra vez.
ROMUALDO
No podré.
ERNESTINA
¡Con su juventud y el brío que le anima...!
ROMUALDO
Me espanta el mañana.
ERNESTINA
Si no conoce usted la adversidad. Si ignora las angustias de sentirse sólo. ¿Me permite usted que se lo diga? Usted, Romualdo, es un niño mimado que ha hecho su capricho sin oposición de nadie. Ha tenido en todo tiempo, el calor del hogar paterno, la protección y estima de Don Marcos... ¿Habla usted de infortunio y aburrimiento?... Parece una paradoja, mejor aún: Es una blasfemia.
ROMUALDO
¿Querrá usted decir que los hay más desgraciados?
ERNESTINA
Vuelva usted la vista atrás o a su alrededor, y encontrará muchos cuadros que le excitarán la piedad.
ROMUALDO
Habla con mucha entereza. Ni que la empujara la propia experiencia.
ERNESTINA
Soy una resignada. ¡No le digo más!
ROMUALDO
Yo que la presentía alegre y feliz.
ERNESTINA
Pero eso, sí; tengo sobre usted, un consuelo y un refugio que me conforman y me alientan: Una fe que me hace superior e insensible al frío de un hogar que no me pertenece; a la falta de una comunión de familia; al afán de subvenir a la existencia en la lucha cotidiana... Ni un suspiro de abatimiento; ni una queja de contrariedad, ni un gesto de rebeldía...
ROMUALDO
¿Y no tiene usted ilusiones? ¿No sueña en venturas y dichas?
ERNESTINA
Qué sé yo... Estoy tan habituada a este ritmo monótono y llano, que me da la sensación de que no ha de llegar nunca ninguna sacudida ni trastorno a desadormecerme.
ROMUALDO
Y lo dice con esta naturalidad. Con esta mansedumbre de esclava...
ERNESTINA
Por eso le decía antes que no tiene fundamento para hablar mal de su existencia. Usted es hombre y tiene el campo abierto a todas las empresas y ambiciones. Es joven y luchador. Gustará usted de momentos de fracaso y de éxito. Puede acometer las más temerarias audacias... Conocer nuevos países, si siente la inquietud de los viajes; trabajar, probar negocios, alternar en sociedad; derrochar y cuando esté hastiado de esa vida de aventura o de odisea, y le quede aún vigor, volver a su casa y empezar una nueva y definitiva con una dulce compañía.
ROMUALDO
Es todo un acicate. Un panorama tentador...
ERNESTINA
Lo tiene en la mano, por su posición social.
ROMUALDO
Hoy ya no podría emprenderlo.
ERNESTINA
Permítame que lo dude.
ROMUALDO
Se lo digo sinceramente, Ernestina. Yo no soy el mismo del día en que entré en esta casa a la vuelta de mi expatriación.
ERNESTINA
¿Tan pronto ha cambiado usted?
ROMUALDO
¿Quiere conocer la causa? (Ella no contesta) ¡Usted!
ERNESTINA
¡Pobre de mí!
ROMUALDO
¿No me cree usted?
ERNESTINA
Ni le creo ni lo tomo por engaño, antes bien, puede ser víctima de una alucinación. Los pocos días que vivimos bajo el mismo techo, no son suficientes para que yo le inspire este cambio y le crea a pié juntillas. Puede sentir, eso sí! una simpatía...
ROMUALDO
La sentí al conocerla. Y al correr de los días, se ha confirmado, ha tomado consistencia y se ha transformado en...
ERNESTINA (Interrumpiéndole)
No lo diga, Romualdo.
ROMUALDO
Sí, la quiero, Ernestina. Estoy dispuesto a probarlo por todos los medios.
ERNESTINA
Puede estar confundido. Yo deduzco de su pasado, -que no conozco con precisión- que ha llegado al cansancio, a una crisis de abatimiento. Hoy, pueden nacer en usted unos instintos de querer, una intuitiva y vaga propensión a desear un amor abstracto...
ROMUALDO
¿Y si ya fuese un incendio que me devora? ¿Y si le dijera que si no me he marchado antes, ha sido porque me retenía su presencia?
ERNESTINA
Si yo tuviera la certeza de esta verdad, se lo digo de corazón, me consideraría la mujer más dichosa de la tierra.
ROMUALDO
¿No tiene fe en mí?
ERNESTINA
Empiezo a tenerla.
ROMUALDO
Usted Ernestina ya había comprendido que yo la quería...
ERNESTINA
No.
ROMUALDO
He sabido fingir ante los demás, haciendo el gracioso y el despreocupado. A usted le había dado pruebas inequívocas de mi inclinación.
ERNESTINA
Ni podía ni debía adivinarlo.
ROMUALDO
Si supiera como deseaba este momento de confesárselo. He pasado noches con la idea fija y no encontraba palabras para acercarme a usted. Yo que enardecía a las masas, ejerciendo un dominio como de sugestión, me sentía cohibido ante usted, tímido como un adolescente. Este amor cambia todo mi ser, me redime y me regenera. Vine atraído por la voz de la sangre, a ver a mi tío, abrazarle y seguir mi ruta sin norte ni finalidad definida. Usted me ha hecho descubrir las bellezas de este pueblo, la placentera estancia en este caserón y me ha comunicado un vehemente deseo de conservar la vida.
ERNESTINA
No me diga usted más por ahora. Seguiremos siendo unos buenos amigos. Verdad o mentira, le agradezco estas palabras. Estoy tan poco acostumbrada a que me las prodiguen, que, por un momento, quiero acordarme que soy mujer y aceptar la lisonja. ¡Y si ha sido solamente una ligera lluvia de verano, uno de estos chaparrones que se evaporan en unos minutos, qué más da! le guardaré siempre recuerdo y gratitud. Recuerdo por la posibilidad de que fuesen ciertas sus promesas y agradecimiento porque me ha despertado la ilusión de una felicidad comprendida y no soñada...
ROMUALDO
Toda mi esperanza la cifro en que se vuelvan realidades mis anhelos. Desde ahora, me siento fuerte para conseguirlo. He malgastado tantas energías por todos y por nadie, que me siento con nuevas para luchar por mí solo. Su amor no es una utopía, Ernestina. Me siento digno de él y estoy cierto que me veré correspondido.
ERNESTINA
Hoy he sido bastante explícita. No deberíamos continuar esta conversación.
La voz de D. MARIANO desde dentro
¡Vamos esto es intolerable!
ERNESTINA
Cállese, Romualdo, los ajedrecistas vienen.
ROMUALDO (Yendo alegre a encontrar a los que entran)
¿Quién ha ganado?
D. MARIANO (Saliendo)
Y quién quiere usted que gane... Me ha hecho correr y sudar. Este Don Marcos es un campeón. Ve las jugadas una hora antes. Se me come las fichas como el gavilán los pajaritos.
MARCOS
Mañana ganará usted.
D. MARIANO
¡Quiá! Lo dudo. Voy al tablero con la prevención de que he de perder.
ROMUALDO
Muy, muy mal; ha de ir usted como si estuviera en su mano darle el jaque de pastor.
D. MARIANO
Si mañana vuelve a ganarme, capitulo y desisto.
MARCOS
Eso no, Don Mariano.
D. MARIANO
No ve usted que aburre tanta derrota. Casi me da vergüenza.
ROMUALDO
Cambien ustedes de juego, créame. Jueguen al tute habanero.
D. MARIANO
Y eso que su tío no piensa las jugadas.
ROMUALDO
Ahora figúrese usted si le costara media hora en mover una ficha como a muchos...
MARCOS
Nada, nada; a la suerte la llaman talento...
D. MARIANO
Sólo falta que se haga usted el modesto.
FELIX
Siempre ha tenido fama de buen jugador. (Marcos ríe)
MARCOS
Y vosotros no habéis venido a ver la partida. (A Romualdo y Ernestina)
ERNESTINA
Se está tan bien aquí en la galería.
ROMUALDO
Somos unos desertores.
MARCOS
Otro día, la echaremos aquí mismo.
ROMUALDO
Bien pensado. Así jugaremos todos a la vez.
ERNESTINA
Yo no entiendo nada. Me aturden esos maderitos...
ROMUALDO
Y acaso, cambiando de lugar D. Mariano espabile...
D. MARIANO
No creo en supersticiones.
ROMUALDO
Usted no crea, pero yo le diré que una vez había en este pueblo un juez granadino que frecuentaba el casino, muy aficionado al tresillo y cuando entraba perdiendo, cambiaba el librito, la cigarrera y la caja de cerillas de un bolsillo a otro y al final de tanta porfía, créame que más de una vez terminaba por echar media docena de solos y por tirar una bola.
FELIX
¡Bola, Romualdo!
ROMUALDO
Yo estaba presente. Respondo de la autenticidad de esta brujería.
D. MARIANO
Mas como se da el caso de que yo no fumo, no sé que voy a cambiar...
ROMUALDO
Entonces hágase usted con una serpiente, quítele usted la piel y métase un cacho en el bolsillo y verá como la suerte se pone en sus fichas.
MARCOS
¿Oye tú y si yo me pongo otro cacho, quién gana entonces, vamos a ver?
ROMUALDO
He aquí un caso imprevisto.
FELIX
Ahora si que te han pillado.
ROMUALDO
No señor. En este caso, por aproximación y por igualdad de martingala entre los contrincantes, eh?... Se da el caso de que ganan la partida los mirones.
FELIX
Eres un caso.
D. MARIANO
Qué jovialidad de muchacho.
ROMUALDO
Pero a veces, la procesión va por dentro, Don Mariano.
MARCOS
Este no cura nunca...
ROMUALDO
Se equivoca quién tal piense. Me parece que poco a poco voy encontrando el remedio. El día que salga de este pueblo, estoy seguro que mucha gente que me había tratado antes, no me reconocerá.
FELIX
¿Es una adivinanza?
ROMUALDO
Por ahora es una incógnita.
DON MARIANO
El caso es no perder el humor.
ROMUALDO
Ni el humor ni el apetito. Eso se lo garantizo.
(La campana de la torre toca a Rosario)
FELIX
Tocan a Rosario.
D. MARIANO
Pues allá se ha dicho.
ERNESTINA
Voy a por mi mantilla y les acompaño.
D. MARIANO
Don Marcos hasta mañana y que vaya siguiendo esa mejoría. Repito las gracias por su atención en invitarme.
MARCOS
No hubiera faltado más...
D. MARIANO
Ah y ya lo sabe usted... si mañana vuelve a ganarme, pierde usted el adversario...
ERNESTINA
Bueno hasta luego.
FELIX
¿Te quedas Romualdo?
ROMUALDO
Sí un rato más.
MARCOS (Desde el dintel de la izquierda)
Mauro.
MAURO (Saliendo)
Señor.
MARCOS
Para cuando se termine el rosario y vuelvan Ernestina y Félix, ten preparada la merienda.
MAURO
Bien, señor.
MARCOS
A mí me sacarás una taza de té con leche y unos bizcochos...
MAURO
Descuide D. Marcos. Manda usted algo más.
MARCOS
Nada más, Mauro. Puedes retirarte. (Al volverse ve a Romualdo) ¿Y tu no te vas Romualdo?
ROMUALDO
Deseo quedarme un rato contigo para hacerte compañía.
MARCOS
Eres muy atento. Gracias hombre, pero por mí no quede. No vale la pena de que pierdas la tarde. Yo me distraigo de cualquier manera: un libro escogido al azar y tengo entretenimiento hasta que volváis.
ROMUALDO
Si no he de serte estorbo, prefiero quedarme.
MARCOS
¿Estorbo, tú? ¡Que disparate!... siéntate, hombre, siéntate. ¿Y qué? ¿Qué me cuentas muchacho? ¿Te aburres?
ROMUALDO
¡Aburrirme!... estoy satisfechísimo, tío. Vivo en el mejor de los mundos...
MARCOS
No sabes cuanto me alegra...
ROMUALDO
Mira si me encuentro bien en esta casa, que estoy por decirte que probablemente mi venida a tu lado, quizá me haga cambiar del todo.
MARCOS
No sería poca la sorpresa.
ROMUALDO
Te extrañará y te lo digo con toda convicción: no quisiera que ninguno de mis correligionarios, tuviese conocimiento de ello. Hace unos cuantos días, que siento dentro de mí, una fuerza irresistible que me inclina a retractarme de mi vida pasada.
MARCOS
¿Arrepentimiento?
ROMUALDO
No lo sé, no podría explicarlo. ¿Una voz que me habla de expiación? Tú no conoces la vida azarosa que he llevado hasta ahora. Hay en ella, episodios negros que me avergüenzan y no me dejan pegar el ojo...
MARCOS
Cuéntame.
ROMUALDO
Yo no creo en nada. Los que tienen fe acuden a la confesión y cuando han manifestado aquello que les tortura la conciencia, quedan tranquilos y sosegados. Yo no tengo dónde acudir para aligerar la mía que parece que tenga en ella un peso que me anonada.
MARCOS
Descárgate en mí.
ROMUALDO
He hecho mucho daño, tío. He pertenecido a una secta de ejecutoria terrible. He leído un sin fin de libros que excitan a la protesta y la rebelión. Bajo la forma de reivindicación social, he aprendido unas doctrinas malsanas. Tan saturado estaba de estas teorías, que inconscientemente, me convertí en agente agitador. Folletos, periódicos, discursos, reuniones, mítines, viajes de emisario para organizar comités locales en diferentes pueblos; y hasta armar a lo que nosotros llamamos pueblo, pero que me he convencido de que en realidad no armábamos otra cosa que manadas de tigres y panteras.
MARCOS
La turba, siempre y en todas partes, es la misma.
ROMUALDO
El día que teníamos que subvertir la vida nacional, obedeciendo la consigna, me encontraba en el lugar que se me había asignado. Con intrepidez la gente se aprestó a secundar la revuelta. Imagínate un pantano de aguas quietas y que de pronto se rompe el dique que las contiene. ¡Que furia al verse libre! ¡Que desbordamiento!... nada respeta la corriente a su paso... Eso es la revolución... Al sonar la hora y decir "ya somos libres", desaparece el hombre y sale el monstruo. Voces roncas; caras contraídas por la alegría y el odio en confusión dispar... Una vez ha olido la primera gota de sangre, se vuelve insaciable. No hay vida, honor, hacienda ni morada. El colapso total de la garantía del hombre como hombre. Matar, robar, incendiar, destruir... Comer como buitres, beber como ebrios, cantos groseros, risas histéricas, ocurrencias obscenas y de mal gusto. La anulación de la ciencia, del arte, de la belleza, del trabajo, de la religión y de la alegría. No ves mas que una locura tumultuosa y compacta.
MARCOS
Es cierto.
ROMUALDO
Hay una estampa en aquellos días quiméricos que quisiera borrar y no puedo arrancarme de aquí. (Señalando la frente) Fue en Cangas del Páramo.
MARCOS
¿Cangas del Páramo?
ROMUALDO
Un pueblo de mineros de un risueño valle asturiano. Les habíamos inculcado tanto a aquellos desgraciados que la guardia civil era la institución represora del trabajador, que todo el odio se concentró contra el cuartel. Era una casa nueva, blanca y sencilla. En ella, vivían familias que eran felices: mujeres y niños. Toda resistencia a la acometida brutal, era inútil. Así, lo reconoció el Jefe de aquella fuerza y mandó izar bandera blanca en señal de sumisión. Yo quería desarmarlos y reducirlos, en un lugar seguro, como prisioneros. Mi voz no era oída. Me vi arrollado. "¡Fuera piedad!... ¡a ellos!... Matémosles. ¡A exterminar hasta la descendencia!". En pocos minutos, las llamas y la dinamita, lo convirtieron en un montón de ruinas y sus moradores perecieron dentro, como unos mártires.
MARCOS
Comprendo tu dolor.
ROMUALDO
Soy un inductor al asesinato. Pasé a Francia, y en ninguna parte encontraba el olvido. He vivido durante este tiempo como el judío errante. El socorro rojo ponía en mis manos, cantidades que me permitían entregarme a una vida de diversiones fáciles... No encontraba nada que pudiese sacarme aquel cuadro de Cangas del Páramo, cuya sangre me ahoga.
MARCOS
Has de esforzarte en no pensar en él.
ROMUALDO
Tan sólo aquí en tu casa, he hallado horas de serenidad y placidez.
MARCOS
Pues estate aquí el tiempo que comprendas...
ROMUALDO
Esto es lo que pienso hacer.
MARCOS
Procura distraerte y hacerte el propósito de empezar una vida nueva.
ROMUALDO
No me anima otro afán que rectificar mi conducta. A todas horas recibo cartas y llamadas telefónicas invitándome a que reemprenda mis actividades. Dirán que he claudicado y es una equivocación. Yo quiero la fraternidad entre los hombres. Anhelo una justicia social, pero, no admito que para obtenerlas, se vierta sangre inocente.
MARCOS
Pues vive tranquilo y no pienses más en lo irreparable. Corre un velo al pasado.
ROMUALDO
Estoy muy contento, tío.
MARCOS
Ya me lo has dicho antes, chico. Pues que te dure mucho ese alborozo.
ROMUALDO
Ya no se terminará más, te lo aseguro. Ves, ahora que te he hecho esta confesión, me siento ligero de conciencia y más alegre...
MARCOS
Y yo comparto tu alegría. También parece que el día, me ha traído la felicidad y el optimismo. Estoy satisfecho y contento. Muy contento.
ROMUALDO
¿De veras?
MARCOS
Como si tuviese veinte años. Yo mismo me desconozco. He pasado años y más años, entre la rutina, la melancolía y la falta de voluntad, vivía como un autómata que se mueve por una fuerza impulsora. Ahora me siendo con un aliento de vida propia, de latido espontáneo, y con el sosiego de un despertar sonrosado.
ROMUALDO
Porque estamos nosotros junto a ti y te hemos comunicado la juventud. (Suena el timbre)
MARCOS
Es cierto. Entre Ernestina, tu y Félix me habéis traído la salud al cuerpo y la felicidad al alma.
(Por la puerta del foro, vuelven ERNESTINA y FELIX)
FELIX
Aún les encontramos aquí.
ERNESTINA
¡Que quietecitos!
MARCOS
Oh, nosotros no discutimos. Nos hemos hecho mutuas confidencias. ¡Teníamos tantas cosas que decirnos!
ROMUALDO
Que nos hemos despertado la sed y el apetito.
MARCOS
Ahora Mauro va a servirnos la merienda. Venga, sentaros.
ERNESTINA
¿Y su servicio?
MARCOS
También se cuida él. Yo tomaré unas pastas y una taza de té. Vosotros tenéis fiambres, dulces y buen vino.
FELIX
Poco daño le haré. Si como quien dice, todavía tengo la comida en la garganta.
MARCOS
La gana viene comiendo.
ROMUALDO
Eso: una, llama otra.
ERNESTINA
Voy a dejar la mantilla y ver si hay que dar una mano.
MARCOS
Déjalo, Ernestina. Hoy fiesta completa. Además, tú eres el ama de la casa, no la sirvienta. Para los días que te quedan...
ERNESTINA
El jueves. Faltan cuatro.
FELIX
Don Mariano ya hace preparativos para la fiesta de ese día, en la iglesia.
MARCOS
Que no escatime nada.
ROMUALDO
Hay que tirar la casa por la ventana.
FELIX
No faltará detalle. Incluso ensaya una misa nueva con los cantores del coro.
(Suena el timbre)
ROMUALDO
¿Y se le ha pasado ya el enfado por la derrota del ajedrez?
FELIX
Cuando sale de casa, ya no se acuerda.
ROMUALDO
Es que sería una lástima que dijera los latinazos de Tantum Ergo al revés.
(Aparece por el fondo Mauro con una tarjeta)
MAURO
Señorito Romualdo, este joven desea estar con usted.
ROMUALDO (Tomando la tarjeta)
A ver. Francisco López Andosilla. ¡Buen punto! Un viajante a sueldo, de la revolución. ¿Paco Andosilla aquí? Agitación en puerta. Bien, dígale que me he retirado del negocio.
MAURO
¿Como?
ROMUALDO
¡Bueno, que... que... eso! Que no estoy en casa y que es inútil que me espere porque no he de volver. ¿Entendido?
MAURO
Muy bien, señorito Romualdo. (Mutis por el foro)
FELIX
¿Eh?
MARCOS
Pero chico, ¿tu?...
ERNESTINA
Le felicito, Romualdo.
ROMUALDO
Desde hoy, empiezo a revivir.
TELÓN
ACTO TERCERO
Jardín con una tapia baja al fondo, rematada por verja y puerta de la misma manera que comunica con la calle. Árboles y flores. A la derecha la parte posterior de la casa.
(En escena MAURO y PEDRO)
PEDRO
Y qué, ¿por fin se marchan hoy?
MAURO
No creo que esta noche duerman ya en casa.
PEDRO
Y los que se van, son...
MAURO
Por de pronto, el señorito Félix y la señorita Ernestina.
PEDRO
Así que se queda el señorito Romualdo.
MAURO
Por ahora, así parece.
PEDRO
Vamos que esto va a parecer enseguida un campo santo.
MAURO
¿Aún quieres más desconcierto? ¿No hemos tenido bastante algazara?
PEDRO
A mí, la verdad señor Mauro, la única cosa que me ponía en sobresalto era cuando los señoritos se disputaban.
MAURO
Discutían. Habla bien. Además, eso fue al principio.
PEDRO
Bien que más da discutir o disputar. Lo mimo me da jota que bolero, porque nunca les veía usted conformes en nada y a todas horas, estaban dale que dale.
MAURO
No se entenderán nunca.
PEDRO
Yo creo que no se pueden ver. ¡Mire usted!
MAURO
Y bien fijo que no. Uno es la noche y el otro el día.
PEDRO
Y claro, se mete el oscurecer por en medio y santa noche nos dé Dios, quiere usted decir, ¿verdad?
MAURO
No ves tu, que son de diferente idea. Por más que se esfuercen, no podrán principiar una conversación que llegue a buen fin. Ya pueden emplear palabras que, a la postre, no llegarán nunca a atar cabos.
PEDRO
Y el pobre de Don Marcos lo que padecía.
MAURO
El no inclinaba la balanza por ningún lado. Bastante quehacer tenía para desviar las cuestiones cuando se ensartaban.
PEDRO
Ya ve usted. Tanta letra como tienen los dos y total, para vivir como perro y gato.
MAURO
Para eso sirve ser demasiado sabiondo. Para tener ideas y terminar por quererse comer los hígados uno de otro. En este mundo, créeme Pedro, para ir bien, todos debiéramos ser una cuadrilla de babiecas.
PEDRO
Eso: Benditos, pobres y alegres y sería una balsa de aceite.
MAURO
Pero chico, la ambición, la envidia, y el espíritu de dominar uno al otro, que ríos de sangre va a costar.
PEDRO
Sí, sí...
MAURO
Todo eso, ¿entiendes? es lo mismo que cuando dos tiran de una cuerda frágil, por cada cabo...
PEDRO
Que la cuerda se rompe por en medio y los dos se caen de espaldas.
MAURO
Ni menos ni más. Pero mira dónde hemos ido a parar. Aquí charlando, charlando...
PEDRO
Descansemos, hombre, descansemos.
MAURO
¡Ah, guilopo!
PEDRO
¿No ve usted que hoy es como media fiesta? Tiempo quedará para trabajar.
MAURO
De lo que no tienes que descuidarte es de tener el carruaje dispuesto para las seis.
PEDRO
Si lo sabré yo que tengo que acompañar a los señoritos a la estación de los Encinares.
MAURO
Ya pasa de las tres...
PEDRO
Aún faltan más de tres horas. No tenga usted cuidado. Ya he dado pienso al ganado; he repasado los arreos; he limpiado el coche y he untado las ruedas con sebo.
MAURO
Oye tú que bajan el señor y los señoritos. Anda vamos para allá. No me gusta que nos vean haciendo el vago.
(Mutis los dos por detrás de la casa)
(Queda sola la escena durante unos momentos y comparecen viniendo de la derecha, ERNESTINA, D. MARCOS, ROMUALDO y FELIX)
ERNESTINA
No comprendo como teniendo un jardín como este, puedan estarse metidos entre cuatro paredes...
ROMUALDO
Es un lugar a propósito para una buena digestión como diría Don Amaro.
MARCOS
Y para pasarse el mal humor. ¿No te parece Félix?
FELIX
Creo haberte hecho a centenares de elogios, tío...
MARCOS
Es que encontrareis muy pocos que puedan comparársele.
ERNESTINA
En todo se adivina una mano directora, que revela el buen gusto.
MARCOS
Gracias. Una flor en un jardín, nunca está por demás. Si supieras, Ernestina, las horas que tengo yo perdidas por estos senderos.
FELIX
Todas las flores que se necesitan para una ceremonia, salen del jardín de los Ruiz de Sabando.
ROMUALDO
Lo mismo para fiestas paganas que religiosas.
MARCOS
Y la fruta para toda la chiquillería...
FELIX
Vaya que el altar mayor hoy parecía una gloria...
ERNESTINA
¿Y la música? ¡Que quinteto más ajustado!
MARCOS
Ha sido una fiesta de las que dejan recuerdo.
FELIX
Muy bien, tío...
ROMUALDO
Qué derroche de luz, de gente, de flores, de música, de incienso, de sermón, de alfombras en el presbiterio y hasta de pobres que han venido a por el donativo. ¿Y queréis decir que eran todos de la vecindad?
MARCOS
Ni la cuarta parte. Lo que ocurre es que cuando se corrió la voz de que después de la misa se repartirían bonos y dinero a los pobres, cundió de tal forma, que hasta han comparecido de doce horas lejos.
ROMUALDO
Es el número que más me ha gustado de la fiesta. Con que gusto se lo iba dando a aquella pobre gente...
FELIX
Es la práctica de los ideales de algunos: repartir lo de los demás.
ROMUALDO
Ideales que son contrapartida de los que arriman con lo suyo y lo ajeno.
MARCOS
Muchachos, que os salís de la vía...
FELIX
Es verdad; perdone señorita Ernestina. Yo he sido el impulsivo.
ERNESTINA
No tiene importancia.
FELIX
Vaya tío, que puedes estar satisfecho.
MARCOS
Y lo estoy Félix. ¿Cómo no voy a estarlo? Os tengo a los dos en mi casa, he vuelto a la vida después de una lucha encarnizada con la muerte... Aunque tenía una buena aliada con Ernestina...
ERNESTINA
Lo que tenía usted unas reservas físicas en su organismo, insospechadas.
MARCOS
Acaso, también hayan ayudado. Pues sí, como os decía, teniéndoos a todos a mi lado, ¿cómo no he de sentir la vida con una intensidad como nunca?
ROMUALDO
Yo te encuentro hasta rejuvenecido.
FELIX
¡Qué cambio más maravilloso!
ROMUALDO
No te pareces en nada, al que encontré el día de mi llegada.
FELIX
Ciertamente.
MARCOS
¡Muchachos, que vais a ponerme más blando que un merengue!
ROMUALDO
Así te queremos, tío Marcos. Ahora vuelves a ser el primogénito de los Ruiz de Sabando.
MARCOS
Bien, pues, contestándoos, os diré que la próxima celebración, será en Madrid. Quiero dejaros deslumbrados.
ROMUALDO
¿Y cuándo va a ser?
MARCOS
El día que menos lo esperéis. Como también habrá de estar presente Ernestina. Hay que demostrar por medio de algún obsequio el agradecimiento por sus cuidados.
FELIX
La fecha, se fijará oportunamente.
ROMUALDO
¿Un día sólo va a durar el jolgorio?
MARCOS
¡Quién sabe!... A lo mejor, iré a vivir allí.
FELIX
¿Dejarías el caserón?
MARCOS
No sé, no sé; no he resuelto nada en firme. Es una idea que, vagamente, me ha pasado alguna vez por la imaginación. He llegado a la conclusión de que la vida de pueblo, me consume. Si no instalarme del todo, cuando menos, pasar allí algunas temporadas. Veremos, veremos.
ROMUALDO
A mí me parece muy acertado.
FELIX
Y yo no he censurado jamás un proyecto tuyo.
ERNESTINA
Pues ya está.
MARCOS
¿Te parece bien, Ernestina?
ERNESTINA
Si ha de ser para su bienestar, me parece de perlas.
MARCOS
Pues dejaremos sazonar la idea. Hoy os marcháis vosotros. Cualquier día, se irá Romualdo. Yo ahora, aquí, sólo, me encontraría inquieto, con peligro de enfermar. No me conviene el encogimiento y la soledad.
ROMUALDO
Uno y otra, son malos consejeros.
MARCOS
Me siento joven y lleno de vida. Necesito, por el momento unos aires que no me recuerden la quietud mortecina de este valle.
FELIX
Ahora, tío, soy yo quien se lo aconseja con toda vehemencia. Has curado una enfermedad del cuerpo y te queda una de melancolía en el alma. Es preciso que la cuides.
(Por la puerta del foro comparece D. MARIANO)
D. MARIANO
Buenas tardes.
ROMUALDO
Don Mariano.
D. MARIANO
Me los he supuesto aquí y ya no he subido a la casa.
MARCOS
Pase, pase, Don Mariano.
D. MARIANO
Veo que todos están contentos. (Ernestina le besa la mano) Buena muchacha.
FELIX
Hoy en esta casa es fiesta destacada.
MARCOS
Gracias por todo, Don Mariano.
D. MARIANO
Le felicito, Marcos. Es usted hombre de palabra. Una vez más, me ha confirmado el buen concepto que tenía de usted.
MARCOS
Mis promesas son siempre hechos que se cumplen.
D. MARIANO
No lo dudé jamás.
MARCOS
Le prometí que iría a la Iglesia, cuando me hubiese repuesto de mi enfermedad y hoy me he reconciliado con Dios...
D. MARIANO
Que le duren los buenos propósitos y que las gracias vinculadas en los dos sacramentos que ha practicado sean eternas para su alma.
ROMUALDO
¿Le sacamos una butaca, Don Mariano?
D. MARIANO
Por mí no se molesten. No he venido a interrumpir la armonía de esta venerable familia. Ya habrán visto que no me ha sido posible venir a jugar nuestra partidita de ajedrez. No obstante, he recordado que el buen amigo Félix se nos marcha esta tarde, y quiero aprovechar los últimos momentos para estar con él.
MARCOS
Ya ve usted: ya empiezan a dejarme.
D. MARIANO
Es la vida Don Marcos: todo se pasa...
FELIX
Bastante tiempo me ha tenido junto a usted tío. Ahora ya no me necesita.
D. MARIANO
¿La señorita, también se marcha hoy...?
ERNESTINA
Hace días que mis servicios, afortunadamente, se terminaron en esta casa y aún no me explico como he retrasado tanto mi partida.
MARCOS
¿Tan mal te encuentras en esta casa Ernestina?
ERNESTINA
¡Que disparate! ¿Mal? Si ahora se han truncado los papeles y de enfermera he pasado a niña mimada con solicitud y ternura por todos ustedes... Estos halagos, -inmerecidos por cierto- quizás han contribuido a retenerme más de lo debido.
MARCOS
Nunca podré pagarte lo que has hecho por mí.
ERNESTINA
¡Bah, eso ya pasó! No hice más que cumplir con mi deber. Mañana -y al decir mañana me refiero a la vuelta a la clínica- a otra cabecera de cama, a cuidar con todo celo al nuevo paciente desconocido que me reserve el azar... De todas formas, siempre me acordaré de esta casa y... de usted, Don Marcos.
MARCOS
Gracias, Ernestina.
ROMUALDO
Bueno, bueno. No es cuestión de enternecimientos; a este paso, aquí sacamos todos el pañuelo. Por el poco rato que nos queda...
FELIX
Tiene razón Romualdo. Voy con usted Don Mariano. A despedirme de la Virgen y a darle las gracias por haber escuchado mis preces.
D. MARIANO
Hoy acogerá mejor que ningún día los ruegos de esta familia. En aquel altar mayor, tan engalanado, está triunfante y reconocida a la ofrenda que le han hecho con tanto fervor.
FELIX
Todo lo tengo dispuesto. Ernestina -tan amable- me ha preparado la maleta. No tengo más que montar al coche después de dar el último abrazo a tío Marcos...
D. MARIANO
Y yo querré estar presente para darle el postrer adiós, al arrancar el vehículo.
FELIX
Demasiada molestia, Don Mariano...
D. MARIANO
Usted es uno de los feligreses predilectos. La Parroquia le guarda mucha gratitud.
MARCOS
No deje usted de venir a menudo don Mariano. Marchándose estos rapaces, necesitaré el calor de las buenas amistades.
D. MARIANO
No le faltarán nunca mi afecto y mi mejor consideración. Señorita ya la veré luego en el coche. Vaya hasta luego.
MARCOS
Sigan con Dios. (Mutis por el foro el sacerdote y Félix)
MARCOS
Y vosotros, ¿no vais a salir?
ROMUALDO
Yo por el momento, me encuentro perfectamente en el jardín.
MARCOS
Todavía queda un buen rato hasta la hora de la salida del coche.
ERNESTINA
Yo entretanto, voy a subir para cerrar el equipaje y despedirme de todos los rincones de la casa, que recordaré siempre. Así, ya no he de subir luego. Da cierta pena abandonar las cosas, a las que una ha puesto afecto...
MARCOS
Estoy convencido de que volverás a verlas y que tendremos la ocasión, para todos nosotros muy satisfactoria, de verte por aquí cuando estés de vacaciones.
ROMUALDO
Y que no será por la misma misión que la ha traído ahora.
MARCOS
¡Quita, hombre!... en mi vida voy yo a estar enfermo...
ERNESTINA
No sé si deberé aceptar.
MARCOS
Vendrá aunque tengamos que ir nosotros a buscarla, ¿verdad Romualdo?
ERNESTINA
Oh, no va a ser necesaria tanta insistencia...
ROMUALDO
Ernestina viene a ser en esta casa una especie de hija adoptiva.
MARCOS
Y concretamente -y este título es bien natural- una amiga privilegiada sobre todas las demás...
(Por la puerta del foro, comparece el Doctor)
DOCTOR
Señores, se les saluda.
MARCOS
Don Amaro.
DOCTOR
He encontrado a Félix con el Representante de la Iglesia, y me ha enterado de que hoy es el desfile de forasteros.
MARCOS
¿Que le parece Don Amaro?
DOCTOR
A mí, bien. Es una cosa lógica.
MARCOS
No sé si podré acostumbrarme...
DOCTOR
Quite usted de ahí Santo Varón. ¿Ha cogido la mala costumbre de pasarse tres meses en cama y no va a acostumbrarse a gozar de una salud y fortaleza como un roble?
ROMUALDO
Ya puede usted afirmar que le ha dejado usted como nuevo.
DOCTOR
Yo siempre que le veo a usted Don Marcos, siento como un orgullo.
MARCOS
Y yo me le imagino a usted como a un ser sobrenatural.
DOCTOR
Y es que a nosotros -los médicos- los casos desesperados que arrancamos de las garras de la muerte, nos proporcionan la misma sensación que a los defensores el arrancar un reo de las manos del verdugo o, aunque no esté muy adecuada la comparación, nos ilusiona como a las nodrizas el crecimiento y desarrollo del rorro, que está al cuidado de sus suculentos manantiales... ¿Verdad señorita Ernestina?
ERNESTINA (Riéndose)
Exacto, Don Amaro.
DOCTOR
Ahora poco amadrigarse, poco zambullirse por casa. Hay que salir. ¡Fuera, fuera, que le den los aires! Los convalecientes que ya han empalmado con el dinamismo de la actividad cotidiana, han de exhibirse. Hay que sacarlos fuera como la ropa que se saca al balcón para que no se apolille. Usted Don Marcos es un traje que conviene resguardar.
MARCOS
Le prometo hacerlo así.
DOCTOR
Ejercicio, que quiere decir paseo; entrar en reacción y respirar aire puro. Es tan esencial eso como la alimentación más nutritiva. Le conviene sustraerse a los quebraderos de cabeza... Distraerse y... movimiento general de todo el organismo. Aprenda usted de mí. A los que vuelven a la vida, hay que enseñarles a vivir como a los críos se les enseña a cambiar el pié con andaniños...
MARCOS
Seré un convaleciente, si es que sigo siéndolo -que yo creo que no- completamente disciplinado. No me apartaré de sus indicaciones.
DOCTOR
¿Y cuándo es la marcha? (A Ernestina)
ERNESTINA
A las seis en punto.
DOCTOR
¡Arrea! Lo siento porque no podré estar presente para despedirles. Justamente tengo una consulta en Aldeavieja, en aquella hora precisa.
ERNESTINA
Me doy por despedida, Don Amaro.
DOCTOR
Pues señorita Ernestina, buen viaje y buena suerte.
ERNESTINA
Quede usted con Dios y muchos éxitos en su carrera.
DOCTOR
¿Y usted Romualdo?
ROMUALDO
Voy con usted Doctor. A las tres y media he de estar en teléfonos.
DOCTOR
Cerca los tiene usted. Allí en la esquina.
MARCOS
¿Cómo no subes y comunicas con el mío?
ROMUALDO
Así hago mi ejercicio. Quiero seguir la prescripción, que acaba de hacerte Don Amaro.
DOCTOR
Y si no fuese que están estos mocetes delante, le daría mi último consejo, que me lo reservo. Usted Don Marcos, es muy joven todavía, está bien conservado, tiene prestancia y es de buen ver... No le conviene la soledad de ninguna manera. La vida de la ostra, a ningún precio... No le digo más. Ya hablaremos, ya hablaremos... (Marcos se ríe)
ROMUALDO
Vaya hasta luego
(Mutis los dos por el foro)
MARCOS
Dentro de breves momentos, te irás Ernestina.
ERNESTINA
Bastante lo he demorado ya.
MARCOS
Mira, hasta la naturaleza se ha vestido con sus mejores galas.
ERNESTINA
Día espléndido.
MARCOS
También quiere festejar tu despedida y se manifiesta radiante de luz y de colores.
ERNESTINA
Diría que hasta creo que se respira mejor.
MARCOS
Hay unos instantes en la vida en que la emoción y la alegría que experimentamos es tan fuerte, que parece que quiera huir de nuestro corazón algo que se desata...
ERNESTINA
Alguna vez he experimentado esta extraña sensación.
MARCOS
Esta mañana, en la Iglesia, he sido feliz. Me ha hecho el efecto que volvía a la infancia. Miraba a la Virgen, que siempre tiene la sonrisa de dulzura en los labios y después te miraba a ti... Estabas hermosa, Ernestina. Como mujer, como ser mortal, no puedes subir a un altar porque sería una irreverencia o un sacrilegio, pero, un hombre podría levantarte uno en su corazón y adorarte y venerarte con el mismo sentimiento que a la Virgen Divina.
ERNESTINA (Turbada)
¡Don Marcos!
MARCOS
Serás feliz, Ernestina. Te sobra juventud, belleza, bondad y amor para que lo seas.
ERNESTINA
Espero serlo; tengo derecho a serlo.
MARCOS
Dices bien y yo, a mi vez, creo ser digno de la felicidad. Me siento ágil, fuerte, con sangre nueva por todas mis venas y con un corazón lleno de juventud y coraje. Nunca me había encontrado ante ti, tan predispuesto a revelarte este secreto íntimo. No puedo callarlo más. La vida se nos ofrece halagüeña y esta soledad invita a mostrarnos tan transparentes como la luz que nos ilumina. Yo, Ernestina, esperaba este momento más culminante de mi existencia, para decirte con toda la fuerza de que soy capaz...
(Por la puerta de la casa aparece Mauro)
MAURO
Don Marcos.
MARCOS
¿Que?
MAURO
En el salón tiene usted una visita.
MARCOS
Ah, vamos allá.. Vuelvo enseguida... (Mutis por la casa)
ERNESTINA (Deteniéndole)
Escúcheme, señor Mauro.
MAURO
Dígame, señorita.
ERNESTINA
Quisiera pedirle a usted un favor.
MAURO
A las tres.
ERNESTINA
¿Ya sabe usted que esta tarde me marcho?
MAURO
Claro que lo sé. Y la pena que nos da a todos que nos deje...
ERNESTINA
¿Me guardarán ustedes una buena ausencia?
MAURO
¡Cómo la vamos a echar de menos! Había cambiado tanto la manera de ser de todos y hasta el orden y las costumbres de la casa, que ahora nos vamos a quedar hombres solos otra vez y eso va a parecer el caserón de la tristeza como siempre.
ERNESTINA
Yo también me acordaré de todos ustedes... ¡mucho!... han sido tan buenos y complacientes...
MAURO
Usted lo alegraba todo. Es tan ordenada, laboriosa, y sabe disponer con una simpatía y una gracia... pero, dígame, señorita, usted quería ordenarme alguna cosa, me ha parecido...
ERNESTINA
Quisiera llevarme, como recuerdo, unas flores...
MAURO
¡Anda!... Pues no tiene usted que preocuparse porque ya tiene usted un hermoso ramo preparado. Esta mañana, mientras los señoritos y usted estaban en el Santuario, Don Marcos ha hecho un ramo que si lo vieran los serafines, se quedaban absortos. ¡De todo hay y apretujadas con un gusto!... Pida usted: gardenias, margaritas, geranios, jazmines, rosas y entremezcladas las humildes violetas, intercaladas... En la cómoda del cuarto del señor, lo tiene usted en un jarro de agua, guardadas para el momento de su marcha. No lo sabe nadie más que yo... Por Dios, no me comprometa usted.
ERNESTINA
¿Se lo dijo él?
MAURO
Soy su hombre de confianza; lo soy todo: mayordomo, criado, jardinero, ayuda de cámara.. En realidad, sin embargo, no soy más que una cosa: su perro fiel.
ERNESTINA (Admirada)
¿Tanto le quiere usted?
MAURO
Es el hombre más bueno y generoso del mundo. Le he visto nacer y a los señoritos también. Les he llevado del brazo y a los tres he contado episodios de lobos y leyendas de brujas para adormecerlos.
ERNESTINA
¿Y le ha dicho que eran para mí aquellas flores?
MAURO
Y satisfecho que me lo dijo. ¿No ve usted que la quiere tanto el señor? y todos la queremos porque usted se hará querer por dónde la lleve la suerte... Y perdóneme, señorita y permítame que me retire... mire usted, me sabría mal que me viera caer las lágrimas...
ERNESTINA
Váyase, váyase usted señor Mauro.
(Mutis Mauro por la casa, al poco rato, comparece ROMUALDO por el foro)
ROMUALDO
Ya estoy de vuelta. ¿Y mi tío?
ERNESTINA
Está con una visita.
ROMUALDO
Por fin, nos encontramos solos, Ernestina.
ERNESTINA
No levantes la voz.
ROMUALDO
Que nos oigan. ¿Que importa si también han de enterarse igual? ¿Es un delito el querer?
ERNESTINA
Sé prudente Romualdo.
ROMUALDO
Si yo quisiera a voz de grito, hacer pública la noticia venturosa de nuestro amor.
ERNESTINA
En su día lo sabrán todos.
ROMUALDO
¿Y crees que yo ahora, puedo quedarme aquí? Te acompañaré.
ERNESTINA
No es discreto. No debes abandonar a Don Marcos.
ROMUALDO
¡Haber vivido tanto tiempo por amor a todos y no recibirlo de nadie!.. Tu me has enseñado una vida que desconocía.
ERNESTINA
Te ruego que tengas calma, serenidad..
ROMUALDO
Dile al río que se detenga; al sol que deje de iluminar; a la materia que se descomponga y a la capa atmosférica que no dé el aliento al hombre para hacerle vivir y te responderán que es imposible. Pues así, yo, no puedo dejar de quererte.
ERNESTINA
Y deseo que me quieras. Me anima el mismo instinto que a ti
ROMUALDO
¿Entonces?
ERNESTINA
Me da pena y me da vergüenza la confesión de nuestro amor, a Don Marcos.
ROMUALDO
Nuestro cariño es puro como el rayo de sol.
ERNESTINA
Lo sé y por eso, tengo una fe ciega en ti. No conozco tu pasado ni quiero saberlo. Me has dicho que has padecido angustias, desamor y amargura en tu peregrinaje; que has sentido el frío de tierras extrañas, de soledad y de añoranza. De que has pasado privaciones. Me has hablado de exaltación en tus actos, de inflamación satánica en tus escritos y de excitación en tus discursos. Yo sólo quiero conocerte como te he soñado: bueno, reflexivo, valeroso y presto a la hombría de bien. Desde los primeros momentos en que te conocí, y que me hablaste de amor, se produjo el sentimiento de unirme a tu suerte. Seré feliz o desdichada, pero seré siempre tuya.
ROMUALDO
Serás la más afortunada de las mujeres.
ERNESTINA
Nunca había escuchado las palabras que salieron de tus labios. Me siento tan sola en esta vida que si te perdiera o me engañaras, no tendría razón de ser mi existencia, que fuera una condenación.
ROMUALDO
No puedo mentirte, Ernestina. Por ese amor que te he prometido, haré el sacrificio más grande que puede exigirse a un hombre de mi temple: dejar la lucha por los demás y consagrarme al hogar que fundaremos. No sabía lo que era ambición, desconocía el atavismo al dinero y ahora, hasta a eso he llegado: a desearlo para que me procure un bienestar que te ofreceré con toda ilusión. He visto tantas miserias en mi vida inquieta, que aspiro a encontrar una calma serena junto a ti y a dormir en tus brazos sin que me despierte la quimera de una subversión o el afán de una aglomeración de masas humanas... Y tendremos hijos que nos atarán más y más y si no los tuviéramos, los recogeríamos de los abandonados en medio del arroyo y los elevaríamos como hombres conscientes, saturados de amor y buenos ejemplos.
ERNESTINA
¡Que felicidad escucharte!
ROMUALDO
Para nosotros empezará un mundo nuevo. No conoceremos de luchas ni odios. No nos guiará más que el bien. Tu me has transformado. Hasta que llegué a esta casa no tenía otro pensamiento que derribar la sociedad actual, aunque el hundimiento me pillara debajo. Ahora, quiero vivir para ti. ¡Te quiero tanto Ernestina!...
ERNESTINA
Soy feliz ante la dicha que presiento. Yo nada deseaba antes de conocerte. Huérfana y sin hermanos, por un accidente trágico de una revuelta, era como una estrella volante en el firmamento que va de un lado para otro. Sin hogar, sin familia, sin cariño, me sentía como una planta salvaje. Pasaban los días con la misma indiferencia que el agua del río va mansamente hacia el mar, así mi juventud iba camino del sepulcro. Me has traído la alegría. Me has enseñado a soñar en unos parajes y unas cosas que no sé si las conocía o si tenía el pensamiento atrofiado para imaginármelas. Te debo el haber advertido de que se puede vivir sin monotonía y hastío. ¡Que desengaño, que postración en la oscuridad si el horizonte luminoso que me has hecho divisar, se difumaba!...
ROMUALDO
Tomará cada día nuevos tonos claros y suaves hasta terminar en un sol esplendoroso. El mundo es grande Ernestina y por doquier, encontraremos lugares propicios para sentar nuestro hogar que será el más risueño de todos los de la tierra. Seremos dos cuerpos y un alma. Un pensamiento y un deseo. Nuestro camino siempre será llano, en el cielo de nuestra felicidad no pasará nunca la más ligera nubecilla y como tendremos sana el alma, por fuerza nuestros cuerpos que la encierran, gozarán de robustez y lozanía... (La coge de las manos)
ERNESTINA
¡Sí, Romualdo!
(Entra Marcos por la puerta de la casa. Sorpresa suprema. Ellos no advierten su presencia. No sabe que partido tomar si adelantarse o retroceder. Se pasa la mano por la frente, mirándolos con asombro. Por fin se decide y sigilosamente de puntillas se vuelve atrás)
ROMUALDO
Te quiero, Ernestina. Nadie podrá arrancarme de tus brazos. Me siento con fuerzas para luchar contra todo el mundo. Desde ahora, ya no me separaré de ti.
ERNESTINA
Has de quedarte.
ROMUALDO
Mi deber es estar junto a ti. Ahora hablaré con tío Marcos. Cuando te haya dejado en tu casa iré a hablar con mis padres y formalizaremos nuestra unión eterna. (Se oye toser a D. Marcos) ¡Mi tío!
MARCOS (Entra enjugándose las manos, con el pañuelo)
Hola. Ah, pero estás aquí.
ROMUALDO
Ya ves. Acabo de llegar hace un rato. Y que tal la visita, ¿algún importuno?
MARCOS
¡Quiá! Un pobre hombre que me ha hecho una revelación importante... ¡muy importante!
ROMUALDO
No nos azores.
MARCOS
Sí, sí... me ha enterado de algo que ignoraba y que interesa enormemente... Estás muy seria Ernestina.
ERNESTINA
Oh, no.
MARCOS
Como si estuvieras turbada.
ROMUALDO
Yo te diré.
ERNESTINA
Entretanto voy a cerrar las maletas, que se acerca la hora.
MARCOS
Es verdad. La tenemos encima... Pero dime, Romualdo, decías que...
ERNESTINA (Nerviosa)
Vuelvo enseguida. (Y como huyendo, desaparece por la casa)
MARCOS
¡Qué manera de huir! Estaba nerviosa. ¿Te has fijado?
ROMUALDO
Sí, sí.
MARCOS
Jamás la había visto así. ¿Que tiene? ¿Que le pasa?
ROMUALDO
Escúchame, tío. ¿No has adivinado nada desde que yo estoy en tu casa?
MARCOS
Yo... nada.
ROMUALDO
Pues es preciso que lo sepas... Ernestina y yo, ¡comprendes! (Se miran fijamente) Nos queremos. He aquí lo que pasa, sin preámbulos; liso y claro.
MARCOS (Afectando calma)
Bien, muy bien... Libres sois uno y otro.
ROMUALDO
Y quiero casarme pronto con ella. No te lo tomes a mal tío: esta misma tarde, nos marchamos los dos.
MARCOS
Lo encuentro muy natural. Eres un hombre que lleva el apellido de esta casa y puedes acompañarla. Yo te aconsejo que no la dejes.
ROMUALDO
¿No te duele que te abandone?
MARCOS
¡Criatura! Ante el amor de una mujer, ¿quién soy yo? No Romualdo, nada de egoísmo. Necesito el calor de buena compañía, es verdad, me conviene la confianza y la ternura de un corazón que me ame, pero no debes quedarte. Ve con ella y sed felices. Es digna de ser amada. Sólo un consejo quiero darte y te ruego lo sigas, al pié de la letra. No reveles nunca a Ernestina, ¡pero nunca! tus andanzas por Asturias. Quiérela, vive por ella, hazla olvidar su pasado y sobre todo, su origen y harás una doble buena obra: tu reivindicación ante tu conciencia y la felicidad de una infortunada.
ROMUALDO
Te prometo cumplirlo.
MARCOS
¡Buen muchacho! Te quería mucho Romualdo. Tu no lo sabes ni puedes comprenderlo. Ahora, te querré más todavía. Quizá por que ya no serás un cabecita loca, quizá por... por lo que sea; ¿que mas da? Serás el marido de Ernestina y eso es bastante.
ROMUALDO
¿Vendrás alguna vez a nuestra casa?
MARCOS
¿Y por qué no? Los dos volveréis también a la mía y al veros tan felices -porque lo seréis inmensamente- vuestra felicidad, de paso, hará la mía, alegrando esta casa triste.
ROMUALDO
Ernestina te querrá como una hija.
MARCOS
Estoy contento, Romualdo. Hoy es para mí, un día de emociones agradables. Esta de vuestro amor, sin embargo, sobresale a todas. ¿Por que no me lo dijisteis antes?
ROMUALDO
¿Has visto Ernestina como ha huido así que iba a hablarte? Se daba vergüenza de que lo supieras.
MARCOS
¡Bah, pobre chica! Y yo sin sospecharlo. Ahora si que me doy cuenta de que empiezo a morar en el limbo.
(Por el foro, comparece FELIX)
FELIX
Vamos, que Pedro ya engancha el carruaje.
ROMUALDO
Ahora baja Ernestina.
FELIX
Anímate tío, que pronto volveremos a vernos.
MARCOS
Y claro que sí... Estoy contento, muchacho, muy contento.
FELIX
Romualdo, ¿no me guardarás rencor por nuestras violentas controversias?
ROMUALDO
¿Cómo hubiésemos pasado el tiempo sin discutir?
FELIX
Un abrazo de despido y de fraternidad.
ROMUALDO
No, todavía, no; también voy con vosotros.
FELIX
Ah, ¿también te marchas? ¿Cómo ha sido eso?
MARCOS
Nada de particular Félix: ha recibido un aviso de Madrid y aprovechará para acompañar a Ernestina durante el viaje.
FELIX
Hombre en parte me alegro, aunque lo siento porque vas a quedarte sólo.
MARCOS
Fuerza es que empiece a acostumbrarme.
ERNESTINA (Apareciendo por la casa)
Ya llegó la hora.
MAURO (Que trae dos maletas que entrega a Pedro que aguarda en el fondo)
Toma coloca las maletas en el coche.
MARCOS
Tendréis buen anochecer.
MAURO (Llamándole a parte)
¿Don Marcos (en voz baja) y aquel ramo de flores?
MARCOS
Ah, sí... Recógelo y... llévaselo al coche.
ERNESTINA
Don Marcos, me da una emoción el despedirme.
MARCOS
Ya volverás Ernestina y muy pronto seguramente, ¿no te parece Romualdo?
ROMUALDO
Claro que sí.
(Al desaparecer Pedro con las dos maletas, Félix le ha seguido y ahora se encuentra fuera de escena)
ERNESTINA
Tome, no he encontrado una flor más expresiva. Guarde usted este pensamiento.
MARCOS (Con emoción)
Gracias Ernestina. Has tenido un buen acierto, hija mía
ROMUALDO (A Ernestina)
Hi-ja mí-a!! has oído Pues anda, dale un abrazo como si fuera tu padre...
ERNESTINA (Abrazándole)
Don Marcos, alégrese y hasta bien pronto.
MARCOS (Besándola en la frente)
Os espero; a todos os espero. Ahora, idos. No fuera que perdieseis el tren. (Entra Félix) Hasta la vista muchachos.
ROMUALDO
¿Vienes hasta el coche?
MARCOS
Ya os veré partir desde aquí.
FELIX (Abrazándole)
Adiós tío, consérvate sano de cuerpo y alma.
MARCOS
Gracias Félix, recuerdos a mis hermanos.
ROMUALDO (Igual)
Vaya no dejes esta cara risueña, que tienes en estos instantes. Ella dice que también tú eres feliz y que empiezas a revivir.
MARCOS
Sí, ciertamente... Buen viaje y buena suerte.
ERNESTINA
Hasta la vista. (Mutis los tres por el foro. En este momento atraviesa la escena Mauro con un soberbio ramo de flores)
MARCOS (Sollozando)
Cara risueña y, en mi pecho, todo es tristeza y tiniebla. Me ha devuelto la vida para quitármela de nuevo... (Pausa) Es el triunfo de la juventud sobre la madurez... Se lo llevan todo: amores... ilusiones, esperanzas... al...e...g...r...i...!!
(Le da un colapso y cae desplomado. Se oyen las voces de Pedro, arreando a las caballerías y el retintín de los cascabeles que se pierden a lo lejos)
FIN DEL DRAMA
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