dimarts, 5 de febrer del 2008

La embajadora - drama romántico en tres actos - 1.933

LA EMBAJADORA

DRAMA ROMÁNTICO EN TRES ACTOS

NOVIEMBRE 1.933

PERSONAJES

PILZEVA KOLIATOWSKA

PRÍNCIPE HECTOR

KLAUDOWSQUI

MISTER WILLINGS

ARGENDOV

DINELIN

EL GENERAL BOIS DE LLERS

SOLINKAIA

MILINESCU

La acción en la embajada soviética de la capital de un país imaginario.

Época, actual.

ACTO PRIMERO

Interior de la Embajada. Al fondo, derecha, puerta que conduce al despacho principal, a izquierda, ancha mampara de cristal por la que se verá la copa de algún árbol del jardín y en la lejanía, los remates de algunos edificios. En la lateral izquierda, en primer término, puerta que lleva a las habitaciones particulares de la embajadora y en segundo, otra puerta que da acceso a los departamentos del servicio. A la lateral derecha, puerta única de entrada desde la calle por la parte anterior de la casa. Una gran lámpara pende del techo. Completan el decorado del salón tres cuadros convenientemente distribuidos por las tres laterales: Las efigies de Marx y Lenin y el emblema de la hoz y el martillo. Mañana de primavera en que luce un espléndido sol.

ESCENA PRIMERA

KLAUDOWSQUI y ARGENDOV

(Al levantarse el telón, la escena está sola, pasados unos instantes, entran los dos personajes por la puerta segunda de la izquierda, teniendo en cuenta que los puntos de mira son los del actor)

KLAU

¡Salud, Argendov!

ARGENDOV

¡Buenos días Klaudowsqui! No creía verte por aquí tan temprano.

KLAU

Es que anoche me acosté sin salir del hotel. Tenía que preparar la valija diplomática que se habrá llevado Pamilev.

ARGEN

En efecto, ya se fue. A las seis ha venido a recogerla y despedirse. Nada tiene de huraño Pamilev, sino que por el contrario, es expansivo. Está contento con su suerte y encantado, por consiguiente, con el cargo de paloma mensajera... ¿Y que novedades hay de Moscú, Klaudowsqui?

KLAUD

Nada de particular. Una mención honorífica acordada en el Consejo de Comisarios a la labor de esta Embajada, que la personifican en Pilzeva naturalmente y eso sí, dicho sea de paso, haciéndola extensiva al resto del personal que la auxiliamos.

ARGEN

¿Tienes celos de que sea a Pilzeva a quien nombran en el mensaje?

CLAUD

¡Cuidado que eres socarrón, Argendov! ¿Quieres que sienta envidia de Pilzeva, bajo cuya égida trabajo con afán para procurarle los mejores éxitos en su cometido, no libre de dificultades y escollos?

ARGENDOV

Sería una infamia no ayudar a Pilzeva con todo el entusiasmo.

KLAUD

Todo mi esfuerzo lo consagro a eso. A que la confianza depositada en Pilzeva, se traduzca en aciertos que corroboren su nombramiento por el Comisario del Exterior. No tengo apetencias de vanidades ni ambiciones de lucro. Trabajo con una serena satisfacción al lado de Pilzeva.

ARGEN

¿Te gusta, eh?... ¡No lo niegues!

KLAUD

Somos camaradas de trabajo. Admiro su talento, siento veneración por su sencillez y por la fe demostrada mil veces por nuestra causa.

ARGEN

Y desearías una sonrisa de sus labios y codiciarías una mirada luminosa de sus ojos que son hermosos como los de ninguna mujer de Georgia... ¿no es eso?

KLAUD (Riendo)

Eres un trapacero, Argendov. Tuvo una excelente idea quién te adscribió entre el personal que estamos a las órdenes de Pilzeva.

ARGEN

Veo que te sales por la tangente; lo que me dice que acerté, que metí el dedo en la llaga...

KLAUD

Vamos que acabarás por hacerme reír con ganas.

ARGEN

Si no fueses tan vicioso y no tuvieras ese geniazo tan raro...

KLAUD

¿Quieres apostrofarme?

ARGENDOV

.... no me desagradarías, no. Ahora...

KLAUD

Si se tratase de tu hija, ¿quieres decir que no te gustarían unos presuntos amores entre Pilzeva y yo?

ARGEN

¡Has dado en el mismo clavo, muchacho! ¡Veo que tienes pupila!

KLAUD

Sí Argendov, sí, mucha retina. Soy Secretario de Embajada, ¡no te digo más!

ARGEN

Y yo Conserje de Embajada que tampoco quiere decir menos. ¡Y de los listos, no te creas!

KLAUD (Dando viraje)

Y con todo esto, todavía no hemos visto a nuestro Jefe.

ARGEN

Déjala que duerma. Hasta las tres estuvo trabajando en el despacho.

KLAUD

Pues ya han dado las nueve. No es costumbre en ella, levantarse tan tarde...

ARGEN

Al revés de ti que cuando más madrugas, te levantas a las once.

KLAUD

Pero no me comprometas, Argendov. Lo mismo lo dirías ante gente extraña.

ARGEN

¡Es que me da coraje tu falta de voluntad! Tanto como me gustaría que cambiaras de vida y fueras otro hombre. Valiendo mucho, nunca serás nada por no querer regenerarte. No comprendo en busca de qué vas por los Clubes y las casas de recreo...

KLAUD

No hago ningún daño. ¿Es que no tengo derecho a divertirme?

ARGEN

¡Las diversiones burguesas! Beber, jugar, bailar en salones llenos de luz y de lujos y nuestros hermanos de la URSS en medio de privaciones para que se llegue a feliz término del plan quinquenal. Si Pilzeva informara de la vida que llevas...

KLAUD (Sonriendo)

No la conoce.

ARGEN

Me lo figuro. Si conociera tus andanzas como yo...

KLAUD

¿Supongo que no me delatarás?...

ARGENDOV

Cuando te veo por las noches con el frac o el smoking y el abrigo de entretiempo al brazo... en aquellas horas en que la gente que trabaja nos acostamos...

KLAUD (Siempre con ironía)

¿Querrás decir que no tengo buen talante?

ARGEN

Vamos, que cualquiera te tomaba por el hijo de un millonario y no por un proletario bolchevique.

KLAUD

Son las exigencias de nuestra esfera. Es preciso vestir con corrección, como manda el protocolo. No podemos rehuir nuestra presencia en las fiestas de las legaciones acreditadas en esta capital...

(PILZEVA desde dentro llamada a Argendov)

ARGEN

Cállate, que me parece que estoy oyendo a Pilzeva.

KLAUD

Si te está llamando.

ARGEN

¡Ya decía yo!... (Acercándose a la puerta primera izquierda) Mándame, Pilzeva.

PILZEVA (De dentro)

¿Qué hora es Argendov?

ARGEN

Las nueve han dado ha poco. ¿Te conviene algo?

PILZEVA (De dentro)

No, ahora mismo me levanto.

ARGEN (Volviendo a Klaudows.)

¡Que simpática, que buena y que bonita!

KLAUD

¡Que cosas para un viejo que ya se marcha de este mundo!

ARGEN

¡Claro! Y tu, como té quedas en él sabe el diablo para qué, las piensas y no las dices.

KLAUD

Empiezas a chochear.

ARGEN

¡Justo! Este es el vocablo que emplean los quídams como tú, para los viejos que cantamos las verdades.

KLAUD

Eres contumaz en tu manía persecutoria; no lo puedes remediar.

ARGEN (Viendo salir a PILZEVA)

Mira, ahí la tenemos.

ESCENA II

Los mismos y PILZEVA, con kimono o pijama.

PILZEVA

¡Buenos días, camaradas!

ARGEN

¡Buenos días, chiquilla!

KLAUD

Felices, Pilzeva.

ARGEN

¿Que tal? ¿Has descansado bien?

PILZEVA

Magníficamente, Argendov. He dormido de un tirón como un adolescente. ¿Se marchó ya Pamilev?

ARGEN

Contento cual rapaz con zapatos nuevos.

KLAUD

Todo salió, Pilzeva, puedes estar tranquila.

PILZEVA

Y no estoy Klaudowsqui. La confianza que me inspira tu colaboración leal, hace que las noches transcurran para mí como acabo de deciros, como un soplo.

ARGEN

¿Quieres que te prepare el baño, Pilzeva?

PILZEVA

Sí, gracias. A la misma temperatura de ayer, Argendov.

ARGENDOV

Déjalo para mí. No desentono ni en un centígrado. (Se va por dónde entró Pilzeva)

ESCENA III

PILZEVA y KLAUDOWSQUI

PILZEVA

(Señalándole una silla y sentándose ella a la vez)

Siéntate, Klaudowsqui. Es temprano. No te creía levantado todavía.

KLAUD

Hoy es un día excepcional. La sesión borrascosa de ayer en la Cámara popular y las posibles consecuencias que de ella pueden derivarse, han hecho que haya madrugado para conocer los juicios de la prensa...

PILZEVA

¿Y cuáles son?

KLAUD

Ya puedes imaginarlos. La prensa reaccionaria no oculta su satisfacción por la acometida del líder conservador a la política de transigencia -según él- del gabinete liberal hacia nosotros.

PILZEVA

Estaba previsto. Luego leeré minuciosamente estos comentarios. Y de la fiesta del trabajo ¿qué?

KLAUD

El Ministro del Interior la autoriza, con reservas. Acaba de publicar una nota. Permite las reuniones en locales cerrados, sin manifestaciones en la vía pública. Las autoridades recibirán las conclusiones que se adopten.

PILZEVA

Una posición elegante que no compromete a nada.

KLAUD

El órgano de los laboristas, en un artículo combativo, arremete de firme contra esta tibieza que califica de cobarde maniobra. En los círculos políticos se da como inminente la caída del gobierno en el debate del martes que sigue a la fiesta que acaece el domingo próximo precisamente.

PILZEVA

Es posible. Tiene la vida pendiente de un hilo. ¿No hay ninguna novedad de última hora?

KLAUD

Una que no tiene importancia. Se habla del casamiento del segundo hijo del Rey, el príncipe Héctor con una princesa de un país Danubiano.

PILZEVA

Ciertamente. No la tiene. Esto sólo interesa a las porteras y modistillas que leen los periódicos ilustrados.

KLAUD

Entre los ecos de sociedad, figura la fiesta que esta noche celebra la embajada polonesa.

PILZEVA

¿A propósito de qué?

KLAUD

La hija de los embajadores entra en sociedad y viste de largo...

PILZEVA

¡Que cursis! ¿No ven que mañana por la mañana, vestirá mas corto que ayer todavía?

KLAUD

Y que, por cierto, te hace una coacción para que asistas.

PILZEVA

¿Yo?

KLAUD

Sí. Te ha dirigido una tarjeta autógrafa, haciendo protestas de la inquebrantable amistad de nuestros países, a raíz de la firma del pacto de no-agresión. No puede faltar, pues, nuestra presencia.

PILZEVA

Entonces, ya sabes lo que te toca...

KLAUD

¿No piensas ir... ?

PILZEVA

¿A qué? ¿A bailar, comer dulces, platos ingleses y champaña? Eres un buen representante. Harás allí un inimitable papel.

KLAUD

¿Y por qué no podríamos ir los dos?

PILZEVA

Te encontrarás mejor sólo.

KLAUD

Te equivocas, Pilzeva.

PILZEVA

Es tu ambiente, éste. La alegría, la algazara y el derroche...

KLAUD

Me aburre. Esta vida deslumbradora empieza a fatigarme.

PILZEVA

Esta sí que estaría buena. Si perdemos tu elegancia y tus galanteos en los salones ¿Quién te va a reemplazar?

KLAUD

¡Tu!

PILZEVA

¡Buena sustitución!

KLAUD

Has de dejar este retraimiento.

PILZEVA

Y he de ir a divertir el cuerpo diplomático ¿no? ¿Estos señores, la mayor parte sexagenarios, que el que no padece de reuma, se queja del hígado o del estómago?... ¡ja, ja, ja¡

KLAUD

Es el cargo que lo impone. Además, no falta juventud, briosos oficiales del ejército, hábiles periodistas, aristócratas elegantes...

PILZEVA (Con desdén)

No soy una embajadora del Zar, Klaudowsqui... (Ahora con dulzura) En fin, no te apures. Esta tarde cumplimentaré al embajador polonés y a su compañera, presentándoles mis excusas.

KLAUD

Eres enigmática, Pilzeva. Huyes del esparcimiento, del bullicio... No pareces la mujer joven, en la que todo son sueños e ilusiones...

PILZEVA

Los que hemos visto la revolución de nuestro pueblo y hemos hecho caer el velo que ocultaba la verdad de la vida, no podemos encontrar alborozo en una fiesta de magnates. Por otra parte, aquí no podemos corresponderles. Mira la austeridad de este caserón. Acuérdate de nuestro país y de las sobrias costumbres del nuevo régimen... Nuestras embajadas son casas de trabajo, no casinos de orgía y de danza... No es el lugar dónde se urden adulterios, espionajes, engaños y negocios turbios, por más que se lleven a cabo con "toilettes" de seda o vistiendo frac.

KLAUD

Esta frialdad te desplaza. No pareces una mujer de Georgia.

PILZEVA

Pues lo soy. Y siento todas sus virtudes.

KLAUD (Incrédulo)

¿Todas?

PILZEVA

Absolutamente.

KLAUD

Tus hermanas de Georgia son mujeres bravas para el amor.

PILZEVA

No hay nada que me detenga para amar como ellas, el día que cruce un hombre en mi camino.

KLAUD

¿Sería indiscreto, ya que nuestra charla ha caído en este aspecto expansivo, si te preguntara si este hombre se ha presentado?

PILZEVA

Por ahora... no.

KLAUD

¿Crees en el amor racial?

PILZEVA

Nosotros no creemos en razas, Klaudowsqui. Son prevenciones que hemos borrado de nuestro espíritu. No conocemos de razas, de religión, de familia, de patria y de ningún yugo tradicional. Todos somos hermanos dentro de la naturaleza...

KLAUD

Es verdad. Hay momentos, en que hablando contigo, olvido la existencia de estos postulados elementales. ¿Te sorprende?

PILZEVA

No me había dado cuenta en mi vida.

KLAUD

Por que nunca, como hoy, había tenido ocasión de hablarte de estas cosas íntimas. Nosotros dos somos jóvenes, Pilzeva.

PILZEVA

¡Quién lo duda!

KLAUD

¿No crees en el azar?

PILZEVA (Sonriendo)

No soy fatalista.

KLAUD

Yo estaba tranquilo en la factoría marítima de Odessa y tú en el Museo Histórico de Moscú.

PILZEVA

¿Y quién sabe, dónde considerarán, mañana, que son necesarios nuestros servicios?...

KLAUD

Pero, ¿es que nosotros somos unos autómatas? Es que ¿proletarios o no, no tenemos dentro de cada uno, una voz que, a cada momento, nos guía los sentimientos y recoge las vibraciones de los más agradables?

PILZEVA

Indudablemente.

KLAUD

¿Es un daño, es un crimen que en ti, a través del Jefe, haya visto la compañera que puede endulzarme la vida?

PILZEVA (Sorprendida)

¿Qué estás diciendo, Klaudowsqui?

KLAUD

Es más fuerte que yo mismo. Te quiero, Pilzeva, deseo todo tu ser... Ya me he atormentado bastante, callando... Tómalo como quieras; júzgame como un loco o un audaz, que no premedita sus resoluciones...

PILZEVA

En verdad, no atisbaba esta acometida. En tus ojos, que rara vez, miré fijamente, creí advertir como rezumaba un rayo, un brillo fulgurante... ¡qué sé yo!... algo misterioso que escondía un deseo que no comprendí..

KLAUD

¿Y puedo esperar?...

PILZEVA

Klaudowsqui, voy a contestarte con brevedad. Te quiero... como se puede querer a un camarada con el que se comparten dolores, alegrías y penalidades de trabajo, como a un hermano que nos une una comunión de sentimientos por una cosa que nos es sagrada...

KLAUD

¿Y cómo al único hombre que se quiere en la vida?

PILZEVA

No debo ni puedo engañarte. Si te dijera que no, mentiría. Si en este instante, dejándome llevar por el arrebato de tu confesión, que creo sincera y que me enorgullece como mujer, te dijese que sí, tampoco diría la verdad...

KLAUD

Entonces, ¿me queda una esperanza?

PÌLZEVA

Hace dos meses que te conozco, Klaudowsqui. Hasta ahora, sólo había visto en ti, al Secretario que me traía documentos a la firma, que me asesoraba, que me daba un buen consejo en todas las cuestiones en que asomaba la duda. Trabajaba con denuedo, a tu lado, tomando el trabajo como una expansión espiritual, pero con inocencia, con la misma ingenuidad de dos niños entregados a juegos infantiles. No me había pasado por la imaginación, ni un sólo momento, la diferencia de sexo que nos separa...

KLAUD

Veo que te he hecho daño, Pilzeva.

PILZEVA

No, eso no, al contrario. Tu confesión me ha despertado de un sueño quieto e insípido. ¡Mi vida cambia desde este preciso instante... ! ¡Cuántas cosas acabo de aprender, que no se me habían presentado en la loca carrera de los días vividos!....

KLAUD

Estaba seguro de que habías adivinado mi inclinación... Te suplico que lo dejes en olvido y lo pienses cuando tengas un momento de plácida reflexión.

ESCENA IV

Los mismo y ARGENDOV

ARGEN

Pilzeva, el baño está a punto de recibir tu cuerpecito... Con que cuando gustes...

PILZEVA

Ahora mismo. Me sentará muy bien para tonificar mis nervios...

ARGEN

¡Claro, mujer! Trabajas demasiado. Con tanto trajín, ¿quién no tiene alteraciones de nervios?

KLAUD

¿Me ordenas alguna cosa entretanto, Pilzeva?

PILZEVA

Si quieres recoger y unir los documentos que nos han remitido el Comisario, al "dossier" del asunto Tuderesqui, una vez extractados... Por más que pronto estoy lista... Enciende un cigarrillo Klaudowsqui Voy al baño.

(Mutis por la puerta de sus habitaciones)

ESCENA V

KLAUDOWSQUI Y ARGENDOV

ARGEN

Klaudowsqui, hoy te encuentro un tanto taciturno...

KLAUD

¿Que quieres decir con eso?

ARGEN

Que te me antojas como una gallina que ha pillado la lluvia en despoblado... Anoche no saliste. ¡Mal agüero!... A ti té pasa algo... No te prueba el madrugar...

KLAUD

No te extrañe. Es que me vuelvo otro hombre. Ahora, ando para buen chico.

ARGEN

¡Ojalá!... Si no te hubieses movido de allí... ¡quizás!... Por que te hubieran vigilado de cerca.

KLAUD

Yo no necesito que me vigilen... ¡Y vete con cuidado con ciertas impertinencias que no está el horno para bollos!...

ARGEN

Ahora, ahora se enciende la pólvora...

KLAUD

Cada día te vuelves más inconveniente... Por supuesto, que esto es la consecuencia de tolerarte ciertas libertades.

ARGEN

¡Ay, tienes razón! Olvidaba que soy un subordinado. Perdone su Excelencia el Señor Secretario de la Embajada de Imagilandia... ¿Todavía quisieras clases, eh? Pues hijo mío, ya hemos acabado con ellas y con las jerarquías, gracias a Lenin.

(Llaman a la puerta que se supone en corredor de la segunda izquierda)

KLAUD

Vete a abrir que llaman.

ARGEN

Sí, Excelencia; alguna modista o sombrerera que vendrá a ofrecer arrumacos a Pilzeva...

KLAUD

Voy al despacho. Si viene alguien por algún asunto oficial...

ARGEN

¡Ni media palabra más, Excelencia!

(Klaudowsqui desaparece por la puerta del fondo y el otro por la segunda izquierda)

ESCENA VI

ARGENDOV, PRÍNCIPE HECTOR y MR. WILLINGS

(La escena ha quedado sola durante breves instantes, transcurridos los cuales comparece Argendov, seguido de los otros dos personajes)

WLLINGS

No llevamos prisa.

ARGEN

Si quieren ver al Secretario, pueden pasar al despacho.

WILL.

Preferiríamos hablar con la misma Embajadora. Se trata de un asunto meramente particular.

ARGEN

Tengan la bondad de sentarse que estará con ustedes enseguida. ¿A quién debo anunciar?

WILL.

Hágame el favor de pasarle esta tarjeta. (Le da una que saca del tarjetero)

ARGEN (Tomándola)

Con mucho gusto.

ESCENA VII

PRÍNCIPE HECTOR y MR. WILLINGS (Los dos sentados. El primero mirando por doquier con marcada curiosidad)

WILL.

Bueno, henos aquí, Príncipe.

HECTOR

Si Willings, gracias a tu destreza, veré de cerca a esa mujer.

WILL.

Realmente gracias a mí, que soy capaz de atravesar el Himalaya sin avión. Con todo, he de deciros que este paso me tiene un poco preocupado.

HECTOR

¿Escrúpulos?

WILL

No, no; nada de escrúpulos. Como diplomático, no retrocedo ante ningún valladar; como caballero, me da pena contribuir a jugar con el cariño de una mujer.

HECTOR

Nadie ha de enterarse.

WILL

Es verdad que hemos dado este paso con todo el sigilo necesario para no infundir sospechas. Un príncipe que va de incógnito a la Embajada inglesa, nada tiene de alarmante. Después, nos hemos deslizado en ésta, por la puerta de servicio, de una manera inadvertida para toda la ciudad.

HECTOR

Entonces. ¿A qué vienen estas lamentaciones?

WILL

Alteza, hay que tener reflexión. Conozco con detalle el caso Rusikov, cuando cesó en la Embajada de París, al caer en desgracia ante su Gobierno... Sentiría hondamente, que se reprodujera una llamada análoga a Pilzeva, esta muchacha toda discreción y sencillez, que tan obstinado os encontráis para hablarla.

HECTOR

No cometeré ninguna torpeza.

WILL

Además, no debéis olvidar que la Princesa Milka de Runelia ya es vuestra prometida desde ayer...

HECTOR

Pero no es mi esposa.

WILL

Quiera Dios que no nos encontremos metidos en un fregado, en un escándalo formidable en que tome cartas la prensa, por una ligereza...

HECTOR

¡Quién dijo miedo!... Hay que ser optimista, Willings.

WILL

Sea. Yo por mi parte, nada debo temer. (Pausa)

HECTOR (Mirando de un lado a otro)

Esta casa la encuentro misteriosa.

WILL

Es severa por su sencillez. Parece una vetusta mazmorra por delante. Sin embargo por la parte trasera, es alegre... Luz, aire y vegetación magnífica en el jardín.

HECTOR (Aludiendo a los cuadros de las paredes)

Lenin, Marx y el emblema de la U.R.S.S.

WILL

Paredes y artesonados parecen de un convento medieval.

HECTOR

Y un silencio de muerte se cierne sobre ella para hacerla más misteriosa e interesante.

WILL

¿Os arrepentís de vuestra aventura?

HECTOR

¡De ningún modo!

WILL

¡Bah, capricho de príncipe mimado!

HECTOR

No es capricho, Willings. Como ya te dije en otras ocasiones, yo vi por primera vez a Pilzeva, el día que el Rey, mi padre, la recibió en Audiencia para que le presentara sus cartas credenciales. Me encontraba en la galería que cae en el campo de los Godos, cuando atravesó el corredor. Ella no me vio, en cambio, yo pude contemplarla a mi antojo, por detrás de los cristales que separan el corredor de la galería... Me hizo una impresión que no puedo explicar... No sé ni como vestía. Sólo sé que era diferente de todas las demás de la corte... Un aire majestuoso en el andar, que lo hacía sin afectación, la cabeza erguida con naturalidad sobre los esculturales hombros. Sus ojos... ¡cómo los recuerdo aquellos ojos! Se destacaban de su arrogante figura, de la belleza de aquel rostro, llenos de luz y candor.

WILL.

¡No quisiera ser cómplice de ningún desatino, Alteza! Os veo enardecido por ilusiones pueriles por lo imposibles, y no sé cuál va a ser el término de esta farsa que os habéis empeñado en representar.

HECTOR

No olvides que yo soy el Periodista Jack Amerson y verás como todo sale bien. Una vez me hayas presentado a esta mujer, ya no necesitaré más de tu servicio de introductor...

WILL.

Sea como decís. (Oyendo pasos) Ya la tenemos aquí.

ESCENA VIII

Los mismos y PILZEVA, va vestida de trabajo. (Los dos hombres se levantan de sus sillas al entrar la Embajadora)

WILL.

Buenos días, señorita Pilzeva.

HECTOR

Buenos días.

PILZEVA

Felices Míster Willings. ¿Cómo sigue usted?

WILL.

Perfectamente ¿y usted?

PILZEVA

También, gracias. (Mirando a Héctor sonriente) ¿El señor, tal vez es otro colega?

WILL.

Un paisano mío: El periodista Jack Amerson.

PILZEVA (Dándole también la mano)

Muy contenta en conocerle. También ejercí el periodismo un tiempo atrás. Colaboré en "Izveztia" y en la "Pravda"... Pero siéntense ustedes.

WILL.

Con la venia de usted.

PILZEVA

¿Y a que debo el honor de su visita? ¿Acaso una interviú?

HECTOR (Discretamente)

Hace pocos días que apareció una en la "Nueva Era"...

PILZEVA

Precisamente la consideraría inoportuna, por cuanto aquella era muy extensa y comprendía los puntos capitales que creo puedo conceder a la prensa...

WILL. (Sonriendo)

Es otro el asunto que nos trae aquí...

PILZEVA

Estoy a la disposición de ustedes.

HECTOR (Rápido)

Si me permite el amigo Willings, seré yo mismo quién...

WILL. (Interrumpiéndole)

Perfectamente, muy bien. Nadie mejor que el propio interesado para exponer sus peticiones.

HECTOR

Empezaré por decirle, señorita, que hace unos tres meses que estoy en esta gran ciudad como corresponsal... o mejor dicho, como enviado del "The London Herald". He hecho interesantes reportajes de este país, que han tenido entre nuestros lectores un éxito halagüeño.

WILL.

Es una pluma que apasiona, señorita Pilzeva.

PILZEVA

¡Ah, le felicito!

HECTOR

Es una lisonja del amigo Willings. No lo crea usted. No tengo más que una gran voluntad eso sí, unos deseos incesantes de poder superar mi mezquino talento, por no decirle nulo, haciendo de mi profesión un desinteresado sacerdocio...

PILZEVA

Perfectamente. Son muy loables estas manifestaciones...

HECTOR (Sonriente)

Pero quiere usted decir que no ve la finalidad de nuestra visita. Lo comprendo. Pues verá usted. Entraré enseguida en el fondo de la cuestión por que tampoco soy partidario de pomposas preparaciones... Fue precisamente anteayer que la Gerencia del periódico acordó un reportaje sensacional, que ha de constituir un período febril entre el público de nuestros lectores. Se trata de hacer un estudio el más vasto posible de la vida actual de su país. Una investigación profunda y minuciosa de la organización política, social, económica, jurídica, artística y demás aspectos de la vitalidad de un pueblo. Yo he sido el agraciado con este encargo, que a pesar de ser una labor de mucha enjundia, lo he recibido con singular estimación por que si, como le he dicho antes, no está dentro de mis facultades profesionales, lo está a lo menos en mi espíritu inquieto y escrutador de perspectivas desconocidas...

PILZEVA

Voy comprendiendo.

HECTOR

Ante todo, me he enterado de las serias dificultades a vencer para conseguir el acceso a las repúblicas soviéticas y he creído de consuno con el amigo Willings, que nadie mejor que usted podrá allanarme el camino para poder llevar a cabo el mandato de la Empresa, a cuyo servicio estoy afecto.

WILL.

Ya sabe usted ahora, señorita Pilzeva, el objeto de nuestra visita.

PILZEVA

En efecto. Me hago cargo del interés del periódico en hacer un pingüe negocio con su intento. ¡Se han llenado tantas columnas de periódicos, tantas páginas de libros y revistas con este tema! También comprendo el afán de usted, Míster Amerson, en emprender el viaje y pernoctar en la hospitalaria URSS. ¡Cuántas fantasías se han llegado a decir sobre aquel país!... ¡Bah, no es el momento este de contrastar las bajas difamaciones, ni los interesados y desmesurados elogios!... Es posible, desde luego, concederle un salvoconducto para el interior de nuestro territorio...

HECTOR

Tenía la seguridad de ello.

PILZEVA

Con todo, son precisos antes algunos antecedentes, que me he de procurar por que las instrucciones son muy severas para estos casos, por parte de la Comisaría del Exterior.

HECTOR

Lo comprendo, perfectamente.

PILZEVA

Ya es una garantía, por sí misma, la presentación de V. hecha por Míster Willings y casi estoy por decirle que la interpreto como un aval. No obstante, he de abrir una información, un pequeño "rapport", antes de expedirle el permiso que usted anhela... Necesito, previamente, una nota con los datos personales respecto a nacimiento, edad, residencia durante los últimos tres años, certificado de conducta observada que deberán librar las Empresas en que haya usted prestado sus servicios en igual período... Los datos complementarios, será esta misma legación la que los adquirirá por su cuenta...

HECTOR

Esta documentación, completa, estará en su poder, antes de una semana.

PILZEVA

Pues por mi parte, en un plazo más corto, le expediré el pasaporte conveniente.

HECTOR

Quedo reconocido de antemano a su atención.

WILL.

Añado, a su reconocimiento, mi gratitud.

PILZEVA

Es innecesario, ya que no haré otra cosa que cumplir con mi deber. Entretanto, no estaría de más que redactasen una nota para nuestros trabajos preliminares.

ESCENA IX

Los mismos y KLAUDOWSQUI, viene de la puerta del fondo.

KLAUD

¿Hay permiso?

PILZEVA

Adelante, Klaudowsqui. (Willings t el Príncipe se han levantado)

KLAUD

¡Buenos días, Míster Willings!

HECTOR

Buenos días.

WILL. (Tendiéndole la mano)

¿Que tal, Klaudowsqui?

KLAUD

Perfectamente. Ya puede usted ver.

WILL.

Poco esperaría en este momento verme por esta casa.

KLAUD

Realmente. Le he visto por aquí tan rara vez...

WILL.

Mi amigo y paisano Jack Amerson, periodista.

HECTOR

Tanto gusto caballero.

KLAUD

Muy señor mío... Siéntense ustedes, hagan el favor.

WILL. (Mirando a Pilzeva)

Si creen necesario que nos retiremos...

KLAUD

No tiene importancia. Se trata, Pilzeva, del señor Nordermann que acaba de telefonear para tener una conferencia contigo...

PILZEVA

Dile que, a las once, podré recibirle.

WILL.

Si le parece señorita Pilzeva, yo mismo redactaré la nota de mi puño y letra, pues conozco al amigo Amerson como a mí mismo.

PILZEVA

Como usted guste.

WILL.

Y al mismo tiempo ofreceré un cigarrillo a Klaudowsqui, a la vez que hablemos de la recepción de hoy en la Embajada polonesa.

KLAUD

No he sido designado todavía, para asistir a ella.

WILL.

Pero me presumo que lo será usted, puesto que a la señorita Embajadora, personalmente, aún no la hemos visto en ninguna ceremonia de esta índole. Vamos que también he de interesarle el despacho de un asunto pendiente de un súbdito nuestro establecido aquí, que esta en litigio con ustedes... Se llama Henry Ferveston.

KLAUD

Pase usted que miraremos en qué punto de trámite se encuentra.

WILL.

Nació usted en Chelmsford, condado de Essex, ¿verdad Amerson?

HECTOR

Exacto.

WILL.

Señorita Pilzeva, quizás esté abusando...

PILZEVA

De ninguna manera. Ya sabe usted Míster Willings que está usted en su casa.

WILL.

Muchas gracias.

(Desaparece con Klaudowsqui por la puerta del fondo. Éste desde que ha saludado al Príncipe Héctor no ha cesado de mirarle discretamente con ostensible interés)

ESCENA X

PILZEVA y HECTOR, éste se sienta otra vez.

PILZEVA

Ya que le veo a usted tan decidido para emprender este viaje...

HECTOR

Como no pueda usted tener idea.

PILZEVA

A guisa de preparación, voy a facilitarle una guía publicada por el centro oficial de Turismo que puede serle interesante.

HECTOR

Le quedaré muy reconocido.

(Saca un librito del cajón de la mesa y se lo da)

PILZEVA

Es una recopilación de detalles curiosos, si bien rudimentaria, para el viajero que ha de visitar aquel conjunto de repúblicas.. Tómela y acéptela como obsequio a su visita.

HECTOR

Estoy confundido ante su amabilidad. ¡Que hermosa debe ser la Rusia de hoy!

PILZEVA (Sonriente)

¿Quiere usted prejuzgar antes de estar allí?

HECTOR

Iba a decirle que su trato delicado es una prueba concluyente, pero, no quiero descender a un halago que, por nuestro ligero conocimiento, podría usted tomar como la galantería de un necio.

PILZEVA

Nada de esto. ¿Por qué? Tal vez no nos veremos más. Usted dentro de poco, seguramente partirá hacia los míos, entre los que pasará una larga temporada. Yo permaneceré aquí y el día en que menos lo espere ¿quién sabe dónde me llevarán? Ya ve usted que no cabe el galanteo. Cuando dijo amable, quiso decir cortés simplemente.

HECTOR

Yo volveré de allí y espero encontrarla de nuevo. No ignoro lo bien conceptuada que está usted por su Gobierno, por las dotes relevantes que reúne para el cargo. Conozco además, el ventajoso trato de comercio que ha conseguido usted de esta nación.

PILZEVA

¡Quién sabe lo que la suerte nos reserva!... El horizonte del cronista acaso es más intrincado que el mío. ¿Quién puede asegurarle a usted que al terminar su labor en el país eslavo no estalle algún conflicto armado, en cualquier sitio, dónde su empresa le imponga la presencia? ¿O que no haya algún estado que sufra una convulsión, un cambio brusco de régimen y le manden allí para recoger los episodios y el espíritu de una revolución cruenta? Su vida está acechando la improvisación constantemente.

HECTOR

¿Y por qué no podría fundar una casa, un hogar?

PILZEVA

¡Claro! Una vez se haya usted hecho un nombre a través de sus artículos, cansado de esta vida agitada, puede que se marche a su tierra. Un buen periodista, como dice que es usted Mister Willings, tiene las puertas abiertas a todas las actividades. A lo mejor, le entrarán aficiones políticas o financieras. Escribirá usted con vehemencia. Joven como es usted enjuiciará la vida tal cual la sienta, sin prejuicios y defenderá a los humildes a los desvalidos. Poco a poco, irá usted ganando en popularidad y, sin darse cuenta, se encontrará elegido miembro de la Cámara de los Comunes o de los Lores. Esto le procurará un ventajoso matrimonio y por ende, uno de estos magníficos castillos que en Inglaterra se cuentan por millares. Eso, naturalmente, suponiendo que tanto como a la voz del corazón, dé usted oído a la del egoísmo Es la trayectoria de la mayor parte de los favorecidos por la suerte y mimados por el talento, en lo que se llama mundo de la democracia. Bien pronto olvidará usted aquella clase humilde a la que deberá usted su ascensión y se convertirá en verdugo de la clase explotada.

HECTOR

Habla usted con una seguridad, como si estuviera leyendo un horóscopo.

PILZEVA

Es natural ese futuro que le he expuesto. ¡He visto tantos ejemplos! Hoy por hoy, todo son ideales, ansias de saber, predisposición a hacer bien a sus semejantes... ¿Mañana? Mañana, ya no valdrá su voluntad. Haciendo protestas de pacifismo, votará usted créditos de guerra. Llamándose defensor de los desamparados, consentirá usted que se les ametralle cuando, hambrientos, pidan pan y trabajo... Proclamará usted los derechos del hombre y no se opondrá a que un hombre explote a otro, ahogará con impuestos la producción individual o privada. Concederá usted monopolios y privilegios a las oligarquías plutocráticas. Y no podrá usted rebelarse, pues deberá conservar el acta. Poco a poco, se anulará usted como hombre.

HECTOR

Me impresionan sus palabras. Tienen un poder que yo no hubiera sospechado nunca.

PILZEVA

A nosotros, nos separan dos civilizaciones. Ambas están amasadas con sangre: La de usted es para los de arriba; la mía para los desheredados. El abismo es infranqueable.

HECTOR

En abstracto, sí. Yo creo en la comprensión, en la convivencia, en la solidaridad de los hombres...

PILZEVA

No divague más sobre ello. Vaya usted a vivir cerca de los míos. Y yo que creo en su sinceridad, sólo le pido una cosa.

HECTOR

Diga.

PILZEVA

Que sus escritos reflejen únicamente la verdad de lo que vea.

HECTOR

Se lo prometo. En usted ya conozco a toda aquella generación...

PILZEVA

¡Son ciento setenta millones de criaturas!...

HECTOR

Después de esta conversación, me siento predispuesto...

PILZEVA

¿A hacer un elogio? No, la verdad; nada más que la verdad. Y perdone la franqueza de esta mujer que ha encontrado usted en su camino y que quizás mañana, cual soldado desconocido, trabajará entre las filas de los suyos, al frente de una escuela de párvulos, de una biblioteca pública o de un asilo de ancianos y jamás sabrá una palabra de ella.

HECTOR

¿Y por qué este afán de separación? ¿No somos todos lo mismo ante el destino?

PILZEVA

La sociedad capitalista nos ha colocado un estigma en la frente, como si fuéramos una raza apestada.

HECTOR

A mí jamás me avergonzaría la amistad de un hermano de la URSS

PILZEVA

Sus superiores le relevarían enseguida de sus actividades si le vieran en contacto con un soldado del nuevo mundo que intentamos forjar nosotros.

HECTOR (Con energía)

¡Eso, no!

PILZEVA

La lucha está entablada. No pueden sobrevivir las dos concepciones a la vez. Olvide usted esta amena conversación que tan amigablemente hemos ido deshilvanando y perdone si alguna palabra dura, haya podido molestarle.

HECTOR

De usted... aceptaría hasta la muerte.

PILZEVA

Es usted muy joven para perder la vida.

HECTOR

Por usted quisiera un azar que pudiera ponerme a prueba estos sentimientos.

PÌLZEVA

Es mejor que no se presente.

HECTOR

¿Sentiría usted mi muerte?

PILZEVA

Siento la de todos mis semejantes.

HECTOR

Entonces ¿no me tiene usted odio?

PILZEVA

Tal como he sido educada, sólo puedo sentir piedad por los que considero sumidos entre tinieblas de miserias y equivocadas pasiones...

HECTOR

Ahora quisiera hacerla un ruego.

PILZEVA

Expóngalo.

HECTOR

Que acepte usted mi amistad.

PILZEVA

¿Por qué no? Yo no tengo ningún enemigo, mejor dicho, no soy enemiga de nadie... En lo sucesivo, sepa que en esta casa tiene usted una amiga de verdad que abriga un especial interés en leer las impresiones que le sugiera su estancia entre las estepas de aquel inmenso territorio de Oriente, dónde vine a la vida.

ESCENA ULTIMA

Los mismos y KLAUDOWSQUI que entran por la misma puerta del fondo junto con MISTER WILLINGS.

WILL.

Bueno señorita Pilzeva, ya hemos hecho el trabajo que nos ha ordenado usted.

PILZEVA

Pues, a continuar con el que falta.

WILL.

Querido Amerson, su viaje de usted, será un hecho.

HECTOR

Gracias a su intervención de usted.

WILL.

No, gracias a la generosidad de la señorita Pilzeva que le abrirá el camino. ¿Verdad Klaudowsqui?

KLAUD

Verdaderamente.

PILZEVA

Míster Willings, tendré una viva satisfacción de haber podido servir a su amigo de usted.

WILL.

En nombre de los dos, cuente con nuestro agradecimiento. Y ahora, permita que nos despidamos. (Estrechándole la mano) Klaudowsqui hasta la noche, en que nos veremos en la embajada polonesa.

KLAUD

Todavía no me han ordenado la comparecencia a ella.

WILL.

Estoy seguro. (A Pilzeva tendiéndole también la mano que ella estrecha) Señorita, a sus órdenes y mándeme.

PILZEVA

Gracias.

HECTOR (Igual que Willings)

Señorita... Caballero... ¡hasta muy pronto!

PILZEVA

¡Hasta la vista!... ¡Acompáñales, Klaudowsqui!

(Ella queda de pié detrás de la mesa mirando como se marchan los tres hombres por la puerta principal de la embajada o sea por la de la derecha)

TELÓN RÁPIDO

ACTO SEGUNDO

La misma decoración del acto anterior. Tarde de domingo.

ESCENA PRIMERA

PILZEVA y ARGENDOV. Los dos de pié, aquélla vestida de calle.

ARGEN

Así me gusta Pilzeva, que, de vez en cuando, salgas de esta cárcel y te vayas a respirar el aire puro de los parques y jardines.

PILZEVA

Y tú, ¿no vas a salir?

ARGEN

Bien ha de quedar alguien a guardar la casa. En todo caso, cuando estés de vuelta, iré a escuchar los comentarios de la carrera de caballos y de la situación política. Está muy enmarañado lo de este país.

PILZEVA

Más de lo que te imaginas, Argendov.

ARGEN

Tengo buen olfato para estas cosas. He pasado la revolución de casa y ya soy licenciado en la materia. Conozco mejor los síntomas de las revoluciones, que ningún campesino cuando ha de llover. Me parece que no tendrías que estar mucho en la calle..

PILZEVA

No seas aprensivo, Argendov. El Gobierno da la sensación de tranquilidad. Ni siquiera ha acuartelado las tropas...

ARGEN

No hagas caso. Cuando ves más quieto el mar es cuando está mas cerca el temporal.

PILZEVA

La cosa está madura, realmente; pero no, para estallar de improviso.

ARGEN

Créeme que la revolución se masca en el ambiente. Hoy me decía un camarada de la organización obrerista revolucionaria que el complot tramado no ha podido descubrirlo la policía y tiene extensas ramificaciones. Me aseguró que está para estallar de un momento a otro.

PILZEVA

¡Cuántas víctimas por no querer dar paso a la verdad!

ARGEN

Las cárceles están llenas y no de vulgares delincuentes, sino de hombres que piensan. La gente está muriéndose de hambre; los cracs se suceden, las fábricas y talleres cierran sus puertas, los negocios se paralizan y el empréstito que tenía concertado el Gobierno...

PILZEVA

La Banca Americana se ha desentendido de él. Ya me he enterado.

ARGEN

Ya verás como empieza el jaleo. Nada me sorprendería que mientras la gente esté en la carrera de caballos, no oigamos una baladronada.

PILZEVA

¿Así vas a suponer que cometo una ligereza en salir?

ARGEN

Yo estaría más tranquilo si no fueras.

PILZEVA

Necesito estirar las piernas y que me dé el aire. He pasado una noche con ligeros devaneos...

ARGEN

¿Te encuentras mal?

PILZEVA

No, Argendov, ya pasó. Sin embargo, observo que los paseos que doy hace unos días, me producen más energías y alegran mi humor.

ARGEN

Ya era hora que te decidieras a salir de casa. Mira que parecías un soldado que sufría un arresto...

PILZEVA

Y voy a decirte que esta ciudad la encuentro risueña. Tiene magníficas avenidas y parajes muy agradables. Ayer tarde, estuve, como otras, en el parque de Poniente.

ARGEN

Lo conozco, es delicioso.

PILZEVA

Que fragmento de tarde. Era cerca de la hora del crepúsculo, cuando los últimos rayos solares proyéctanse por las frondas de la alameda convirtiendo el follaje en moles inmensas de oro. Se veían por allí abundantes parejas amarteladas. Algunas "nurses" con los pequeñuelos que jugueteaban por los paseos, haciendo contraste sus gritos con los gorjeos de los pájaros que tienen su guarida en la espesura de los árboles de todas clases que se abrazan en sus frondas, perfumando todos los alrededores. De vez en cuando, se veían parejas de ancianos, sentados en los bancos toscos y parecía que escrutaban en la noche que se iniciaba, las negruras interrogantes de la vida que se acaba. Y en el lago, cortando la mansedad de la explanada de agua que, por lo inmóvil, parecía muerta, se oían los pesados golpes de los remos que movían los brazos de jóvenes barqueros, recios y con vigor en sus músculos arremetiendo con sus barcas a los cisnes, los patos y demás aves acuáticas, que despavoridas lanzaban siniestros gritos de desesperación... Que cosas de contarte, ¿verdad Argendov?

ARGEN

Pláceme escucharte, Pilzeva, y me place más porque no pareces la misma. En cambio, Klaudowsqui se ha vuelto sombrío.

PILZEVA

Es un buen muchacho, Klaudowsqui.

ARGEN

Sí... peores los hay.

PILZEVA

Le tienes alguna quimera. Hace tiempo que te lo conozco.

ARGEN

Y yo deseo que no le trates con demasiada confianza.

PILZEVA

¡Bah, rarezas de viejo!

ARGEN

¡De viejo, que te quiere como un padre, Pilzeva!

PILZEVA

Lo sé, Argendov...

ARGEN

Y que no consentirá, mientras esté a tu lado que nadie te infiera el menor agravio. La hija de Koliatowska, de mi camarada de armas en la Caucasia, es para mí una segunda hija y he de velar por ella... ¡Y no te digo más!... Anda, anda, vete a disfrutar del sol de domingo y vuelve pronto.

PILZEVA

Hasta después, Argendov.

ARGENDOV

Que te acompañe la alegría, Pilzeva.

ESCENA II

ARGENDOV, sólo. Entrando después de acompañar a Pilzeva por la puerta segunda izquierda.

ARGEN

¡Es un tesoro!. Todo bondad en el corazón y simpatía en el semblante. Ahora que me dejan un momento libre, podré echar una ojeada a la "Pravda" que hemos recibido últimamente. (Se sienta, saca el periódico del bolsillo, lo desdobla y lee) "Se está estudiando con extraordinario interés el proyecto de llevar las normas de la organización soviética al más apartado confín de nuestros territorios. Pronto será un hecho el establecimiento de líneas aéreas, con servicio regular a las tierras del Turquestán, especialmente a las que fueron el antiguo Emirato de Bujara, sumidas en una postración de progreso con todas las reminiscencias del fanatismo mahometano, que es indispensable eliminar a toda costa". (Hablando) ¡Muy bien! ¡Fuera el opio! (Leyendo) "Una intensa labor cultural por medio de la Escuela, el libro y el periódico se hacen inaplazables para incorporar aquellos hermanos al concierto de la URSS". (Hablado) ¡Bravo! ¡Así se hace! (Llaman a la puerta de entrada por la segunda izquierda) Vaya, ya tenemos inoportunos.

ESCENA III

ARGENDOV y KLAUDOWSQUI

KLAUD (Que entra primero)

¡Hola!

ARGEN

¡Hola, buen mozo!

KLAUD

¿Has visto a Pilzeva?

ARGEN

¡Sí!

KLAUD

¿Sabes dónde para?

ARGEN

No.

KLAUD

¿Ha salido, no es eso?

ARGEN

Sí.

KLAUD

¡Ya!

ARGEN

¿Te contraría que salga?

KLAUD

¿A mí? ¡Psé!

ARGEN

¡Claro! ¡Que frescura más inaudita! ¿Dónde se ha visto? ¡Salir sin pedir permiso a Klaudowsqui!

KLAUD

No te escucho. Ya lo sabía, puesto que la he visto salir. Pocas palabras. Necesito entrar en su habitación.

ARGEN

¡Ah! ¿Vas a hacerle de camarera?

KLAUD

Necesito la clave telegráfica que guarda en su despacho, en el cajón de su mesa.

ARGEN

¿Y no puedes esperar a que vuelva?

KLAUD

No. Se trata de un telegrama urgente que acabo de recibir.

ARGEN

No sabía que el Comisario se dirigiera a ti directamente pasando por encima de Pilzeva.

KLAUD

Son cosas estas que nada te importan. Tus funciones como portero o conserje están bien delimitadas para ahorrarte injerencias

ARGEN

Muchacho... hace unos cuantos días que te observo.

KLAUD

Me da igual. También podrías observar a Pilzeva.

ARGEN

¿Que tienes que decir de ella, vamos a ver?

KLAUD

¿Yo? ¡Nada! Ya se encargará quién tenga obligación.

ARGEN

¿Que es lo que encierran estas medias palabras? ¿Qué te propones?

KLAUD

¡Ja, ja, ja... !

ARGEN

¡Ríete cínico, que ya te conozco las intenciones!

KLAUD

Eres muy listo.

ARGEN

Menos listo que tú vampiro; pero, sabe que te conozco los pasos.

KLAUD

¡Esto quisieras tú!

ARGEN

Por que conozco tu despecho.

KLAUD

Es muy discreta, Pilzeva.

ARGEN

Lo sé por ti mismo. Cuando venía de preparar el baño la otra mañana, oí, sin querer, como le estabas dando el palique y por lo tanto tu declaración.

KLAUD

Lo creo. ¡Ya tienes toda la cara de comadre!.

ARGEN

Y tú, bajo el aspecto de un gentleman, no ocultas más que un monstruo. Eso no quiere decir que los monstruos, cuando son conocidos y no pueden agredir a traición, son inofensivos como los corderos.

KLAUD

¡Chilla, chilla y desahógate, que poco tiempo te queda para hacerlo en esta casa!. Verás, voy a por la clave.

ARGEN

Es inútil. La Habitación esta cerrada y Pilzeva dejó limpia la cerradura...

KLAUD

Ya abriré. Por la seguridad y el bien de nuestro Gobierno no vendrá de descerrajar un cajón de escritorio.

ARGEN

¡Yo no seré cómplice de esta violación!

KLAUD

¡Que va!... ¡Tu ya lo eres de la traición de Pilzeva!

ARGEN (Furioso)

¿Yo traidor, bergante? Eso, sólo puede decirlo un crapuloso como tú.

KLAUD

¡Ja, ja, ja!... Voy por mi tarea. Mientras nuestra directora se va a flirtear por los parques y le ha entrado la fiebre de adornar su feminismo, unos u otros nos hemos de cuidar de los altos intereses que tenemos confiados. ¡Ja, ja, ja!...

ARGEN

¿Que intentas, di? ¿De dónde has sacado este telegrama?

KLAUD

De la Lista de Correos. Es el domicilio normal de los transeúntes. Aún he recibido allí esta carta. (Mostrándole una)

ARGEN (Mirándola con interés)

¿De la URSS? ¿Que infamia oculta esta tenebrosa comunicación?

KLAUD

Es que me vuelvo buen chico, Argendov. No te devanes los sesos. Le va a pocas horas de que veas aquí una transformación que ha de asombrarte.. ¡Ja, ja!

ARGEN

¡Y Pilzeva, fuera de casa!

KLAUD

Naturalmente. Se estará arrullando como una colegiala... ¡Se ha convertido en personaje de opereta! ¡Ja, ja!... (Se va por la puerta del despacho)

ARGEN

¡Infame! ¡Maldita sea! Si tuviera veinte años menos, como cuando era cosaco, te pulverizaba, ¡fariseo! (Llaman por la segunda izquierda) ¡Otra llamada! ¡Mejor! ¡Ojalá le pudiera coartar la jugada! ¿Quién será? (Desaparece para abrir)

ESCENA IV

ARGENDOV y MR. WILLINGS

WILL

¿Está el señor Klaudowsqui?

ARGEN

Sí señor, sí, hace poco rato que llegó. ¿Quiere usted que le llame?

WILL

Me haría usted un señalado favor porque llevo prisa.

ARGEN

Siéntese.

WILL. (Haciéndolo)

Gracias.

ARGEN (Llamando desde fuera)

Klaudowsqui, Klaudowsqui! Mister Willings pregunta por ti.

KLAUD (De dentro)

¡Ya salgo!

WILL,

¿Está ocupado quizás?

ARGEN

¡Quiá, no señor, no! Pilzeva se fue. Eso quiere decir que la Embajada está de fiesta.

WILL. (Como para sí mismo)

Es raro, muy raro, que Klaudowsqui esté aquí en estos momentos.

ARGEN

Sí señor, sí; muy raro ¡eso digo yo!

WILL.

Me figuraba encontrarlo en el Hotel y hacia allí enderecé mis pasos. En su ausencia, intenté probarlo en esta casa.

ARGEN (Que no ha cesado de mirar a la puerta del fondo, al ver que se abre)

Mire usted, ahí lo tiene.

KLAUD (Saliendo con afectación de alegría)

¿Que hay Míster Willings?

WILL.

Nada de particular, Klaudowsqui.

KLAUD

Puedes retirarte, Argendov.

ARGEN

Está bien. ¡Usted siga bien, señor!

WILL.

Buenas tardes, amigo. (Se va Argendov por la segunda izquierda)

ESCENA V

KLAUDOWSQUI y MR. WILLINGS

WILL.

Y qué, ¿está usted a punto?

KLAUD

Imposible, no puedo ir.

WILL

¡Como! Mire usted que ya son las cuatro; dentro de media hora, empieza la carrera.

KLAUD

Espero un huésped interesante.

WILL.

¿Secretos de la profesión?

KLAUD

No pasará mucho rato en que desaparezca el secreto. Dentro de media hora, he de estar en la estación del Este.

WILL.

¿Y puede usted estar tan tranquilo ante la aventura que para usted significa la apuesta hecha en favor de Goldgendy?

KLAUD

¡Bah! En estos momentos, se está ventilando para mí, una cuestión más trascendental. Nada me importa la suma de francos que me ha prestado a buen interés Leví, el judío alemán, y que yo he confiado a la suerte de un caballo de raza y de un jinete experto.

WILL.

¿Se marcha usted a Moscú?

KLAUD

No me muevo de aquí.

WILL.

Lo digo por que mi mayor ambición es la de que me destinen en el "Foreign Office". Si no es eso, yo no quiero meterme en este misterio... De todas las maneras, he de estar en la pista enseguida.

KLAUD

¡También le va a usted un gran pico!

WILL.

¡Ay, si perdiéramos Klaudowsqui!

KLAUD

Mi juego más importante no está allí. ¡Y no puedo perder! Ya lo celebraremos una vez se haya hecho público el veredicto de la suerte.

WILL.

Por de pronto, yo no pienso más que en Goldgendy. Ya lo veo galopando como el viento, con alas extendidas...

KLAUD

¿Y si no ganara Goldgendy?

WILL.

¡Para mí, la ruina!

KLAUD

¡Ja, ja!... ¿Quiere usted tomar una copita de vodka que le gusta tanto?

WILL

¡Klaudowsqui, estoy atónito por su pasividad! Yo que soy el glacial ártico para todas mis cosas, ahora me embarga una profunda inquietud, mientras que el flemático me está resultando usted.

KLAUD

Es que yo juego a cartas vistas...

WILL

¡Muy seguro está usted de su triunfo!... ¡Es usted diabólico!

KLAUD

Nosotros no tenemos diablos.. Ja... ja...! Pero he hecho pacto con el sarcasmo.

WILL (Levantándose)

Vamos, vamos, que hoy le encuentro a usted más intransparente que la niebla de Londres.

KLAUD

Vamos, le acompañaré a usted hasta la Avenida de la pista y seguiré para la estación.

WILL.

Tomaremos un taxi.

KLAUD

Y en el trayecto hablaremos de la juerga de esta noche.

WILL

¿Ganará Goldgendy?

KLAUD

Ganaremos todos. No se preocupe usted. Pase que cerraremos de golpe.

(Desaparecen por la segunda izquierda. La escena queda sola unos momentos pasados los cuales, comparece Argendov por la misma puerta)

ESCENA VI

ARGENDOV, sólo.

¿Qué misterio puede ocultar este verdugo? ¿Qué debe tramar para perder a Pilzeva? ¡Ah, infame! No te valdrá por que te tengo atado bien corto. También yo tengo espionaje contra los aventureros. A la hora de hacerse la luz, puedes quedar deslumbrado. (Llaman) ¿Llaman otra vez? Pilzeva que debe estar de vuelta, si bien es muy temprano para regresar. ¡Veremos! (Sale para entrar acompañado de Solinkaia)

ESCENA VII

ARGENDOV y SOLINKAIA

ARGEN

En este momento, no hay nadie del personal técnico de la Embajada.

SOLINKAIA

No importa. Desde luego, hubiera preferido encontrarme con la misma Embajadora...

ARGEN

Salió de paseo hace cosa de media hora. No tardará mucho en volver por eso. Si quiere usted sentarse...

SOLINKAIA

Si tuviese usted la certeza de que ha de comparecer antes de veinte minutos...

ARGEN

Eso si que no lo puedo precisar.

SOLINKAIA

Pues ante tamaña incertidumbre, como que tengo unas cuantas diligencias para hacer, espero que me transmitirá a Pilzeva el encargo que voy a darle a usted para ella.

ARGEN

Esté usted tranquilo que quedará complacido.

SOLINKAIA (Dándoselas)

Aquí traigo las localidades de un palco del Teatro de la Opera para la función que damos esta noche.

ARGEN

¡Hum! No sé si irá. Y usted ¿quién es y perdone la pregunta?

SOLINKAIA

Yo soy Solinkaia, el director del cuerpo de bailes de nuestra tierra, que actúa en el primer teatro de esta capital.

ARGEN

¡Hombre! ¡Haber empezado por ahí! ¡Cimborrio! ¡Un hermano de la URSS!... ¡siéntese, usted hombre, siéntese...! Digo, ¡siéntate!... ¿Quieres beber? ¿Tienes apetito? ¿Quieres que te sirva...?

SOLINKAIA

Nada, camarada, nada; tan sólo deseo una representación de los míos en el palco que, por esto, me encuentro aquí.

ARGEN

Desde que Pilzeva está en esta casa, aún no la he visto salir de noche, para asistir a una función de teatro. Dudo que hoy, quiera romper con su costumbre.

SOLINKAIA

Es muy sensible porque va a ser una verdadera solemnidad artística. Hoy debuta el gran tenor Padalini, una notabilidad, una voz potente y matizada, un as del canto que ha maravillado a los públicos de Europa y América. Estará allí lo mejor de la sociedad de esta corte. Van los reyes y sus dos hijos, la plana mayor de la aristocracia, de la banca, de las finanzas, de la política, lo más selecto de la prensa... Hoy, nuestros bailes triunfarán. La burguesía verá a través de nuestro arte exquisito, la sensibilidad espiritual de todo un pueblo.

ARGEN

Vaya, que si yo supiera hacerle el reclamo con la misma fogosidad que tú, yo te aseguro que esta noche Pilzeva te aplaudiría.

SOLINKAIA

Recuérdala que es el protocolo quién lo manda... Que una expansión cultural como la nuestra, no puede estar falta de la presencia de una representación del Gobierno...

ARGEN

Está tranquilo, que le haré el artículo lo mejor que pueda...

SOLINKAIA

Toma, pues. Aquí te dejo el programa de mano y las localidades...

ARGEN

¿Y de veras, no quieres tomar nada, muchacho?

SOLINKAIA

No puedo entretenerme, pues me aguardan en el Círculo de Bellas Artes y he de estar allí dentro de un rato.

ARGEN

Vete confiado... ¡Y que tengáis un buen éxito!

SOLINKAIA

Gracias, camarada... (No sabe el nombre)

ARGEN (Interrumpiéndole)

Argendov, me llamo Argendov...

SOLINKAIA

Pues hasta otra, Argendov.

ARGEN

A ver si vienes a despedirte antes no te marches.

SOLINKAIA

Te lo prometo. Hasta la vista.

ARGEN

Salud y victoria... Ven por aquí que te acompañaré a la puerta.

(Desaparecen los dos por la segunda izquierda)

ESCENA VII

ARGENDOV, sólo

No, no; yo no digo nada a Pilzeva de las bravatas de ese majadero. ¡Pobre muchacha! Tan contenta como se fue ¿Para que amargarle la fiesta? Un telegrama cifrado del Comisario. ¿Que puede ser? ¿Que puede haber hecho Pilzeva que es todo corazón y enardecimiento por nuestra causa? ¿Es posible que sea traidora? No, no; aquel rostro de inmaculada blancura, lleno de ingenuidad y de sonrisa bondadosa no puede traicionar. ¡Apostaría la vida! (Llaman) Ahora, ahora sí que es ella.

(En efecto comparece por la misma puerta de servicio con Pilzeva que vuelve con aire optimista y alegre)

ESCENA VIII

PILZEVA y ARGENDOV

PILZEVA

¡Hola, Argendov! ; ¡ya estoy de vuelta!

ARGEN

¿Cómo te ha sentado el paseo?

PILZEVA

Divinamente. He ido y vuelto a pie... Hace una tarde espléndida. ¡Oh, este parque de Poniente me tiene trastornada! ¿No hay nada nuevo? ¿No ha venido nadie?

ARGEN

No... no; es decir... sí. Hace un momento, estuvo aquí Solinkaia, el director de los bailes rusos del Teatro de la Opera.

PILZEVA

¿Que le ocurre? ¿Alguna reclamación contra la empresa?

ARGEN

Nada de eso. Tiene un loco deseo de que esta noche, vayas a la función. Vino a invitarte. Mira, ahí están las localidades para un palco. (Se las da)

PILZEVA (Leyendo el anuncio)

"Teatro de la Opera. Hoy, La Bohême"... Mandaremos a Klaudowsqui.

ARGEN

¡Ah, no estará ni pizca de contento! Dice que tienes obligación de ir. Yo no sé como se amañó su palabrería, pero, en resumen, dio a suponer que sólo en el caso de que estuvieras a punto de exhalar el último suspiro, puedes dejar de asistir.

PILZEVA

¿Eso, ha dicho?

ARGEN

¡Vaya! Dijo también, que habrá mucha gente y que se impondrá y triunfará nuestra danza. Estarán los reyes, los aristócratas, la banca, los políticos, lo más selecto de la prensa... ¡eso es!...

PILZEVA

¡Ah! ¿De la prensa también?

ARGEN

¡Muchos, muchos!... ¡Que sé yo la gente que me ha enumerado!...

PILZEVA

¿Tu, irías?

ARGEN

Si yo fuese joven como tú y ocupara tu lugar, ya no empleaba ni media palabra más.

PILZEVA (Resueltamente)

¡Pues iré!

(Otra llamada)

ARGEN

Voy a ver quien hay. (Desaparece para entrar de nuevo con el Príncipe Héctor)

ESCENA IX

PILZEVA, PRÍNCIPE HECTOR y ARGENDOV

ARGEN (Anunciando)

El señor Jack Amerson.

PILZEVA (Con alegría que casi no puede dominar y con voz emocionada)

¡Que pase!

HECTOR (Desde la puerta)

Señorita.

PILZEVA

Entre, entre usted Míster Amerson.

HECTOR

¿Soy inoportuno?

PILZEVA

De ninguna manera. Precisamente acabo de llegar de mi paseo y nada urgente tengo que hacer.

ARGEN (Muy humilde)

¿Puedo retirarme Pilzeva?

PILZEVA

Sí Argendov. Y si quieres salir un rato, no estés por mí.

ARGEN

Me quedaré en el patio. Buenas tardes.

PILZEVA y HECTOR

Buenas tardes. (Sale Argendov de escena por la puerta de servicio)

ESCENA X

PILZEVA y HECTOR

PILZEVA

Siéntese usted.

HECTOR (Sentándose)

Con su permiso.

PILZEVA (Se sienta junto a la mesa)

Veo que se ha retrasado usted un poco en traerme los documentos que le indiqué.

HECTOR

En efecto. Tiene usted razón. Creía tenerlos en mi poder, a partir de una semana, desde aquella fecha y han transcurrido ya diez días.

PILZEVA

¿Están todos en regla?

HECTOR

Aquí los tiene usted. (Le entrega un sobre algo abultado)

PILZEVA (Después de examinarlos ligeramente)

¿Y se ha tomado usted la molestia de traerlos personalmente?

HECTOR

He tenido la gran satisfacción de depositarlos en sus manos.

PILZEVA

Veo que sigue en usted el empeño de ir a la URSS.

HECTOR

Sí. Es el mandato que he recibido de los demás...

PILZEVA

Y que usted celebra, por lo que me dijo el día en que vino a verme con Míster Willings.

HECTOR

Hasta el momento en que aún no había cambiado una sola palabra con usted, sí

PILZEVA

¿Y desde aquel momento?

HECTOR

Ya siento la nostalgia de mi partida.

PILZEVA

No lo comprendo. Aquel entusiasmo que le invadía por conocer nuevas costumbres de vida, de trabajo, de recreo...

HECTOR

¡Si supiera que no tenía usted que reírse de mí... señorita Pilzeva!

PILZEVA

No veo en usted nada de grotesco que provoque la hilaridad. Puede usted estar tranquilo por este lado...

HECTOR

O que no pudiera producir mis palabras un gesto de desprecio por parte de usted...

PILZEVA

Me sobra educación para eso, Míster Amerson.

HECTOR

Realmente, sus modales y su simpatía hacen que así lo conciba y la mejor prueba está en que ellos me retienen estos instantes ante su presencia.

PILZEVA

Muchas gracias.

HECTOR

Para mí ha tenido usted múltiples atenciones, lo reconozco, pero detrás de esta mesa, como una señorita de la burocracia, tiene usted una sonrisa en los labios y una mirada condescendiente. Yo no sé dónde termina en usted la Embajadora y dónde empieza la mujer.

PILZEVA

Ya le dije que era una amiga más para usted... Sino es más que por eso, dejo la mesa.

HECTOR

Sí, me acuerdo. Una amistad nueva. Que si nos encontramos por el camino, nos deberemos la salutación, cuando nos crucemos... El recuerdo de unos momentos de conversación por asuntos fútiles que nos lleva el azar y cuyo recuerdo se esfuma a través de los días. ¡Amistad! La misma que concede usted a uno de estos hombres de la diplomacia que le entrega una nota de su Gobierno.

PILZEVA

Dentro de la amistad, aún hay categorías.

HECTOR

¡Hermosa palabra! Es encantador el elogio de La Fontaine al amigo. Cuantas veces la palabra amistad la he analizado para mis adentros... ¿Pero es que esta amistad imprecisa, ha de ser como la de dos hojas secas, hermanas por unos momentos en un jardín y que ha de dispersarlas la furia de un vendaval para no encontrarse jamás?

PILZEVA

Hoy nos encontramos de nuevo. ¿Por qué no, otro día también?

HECTOR

Yo quisiera hablarle desde lo más recóndito de mis sentimientos. ¡Con que gusto lo haría, si contara de antemano con su indulgencia!

PILZEVA

La tiene usted desde que le conocí.

HECTOR

¡Si usted supiera el recuerdo que guardo de ese día que usted evoca! ¡Las ilusiones alimentadas por esa dicha! Y por otra parte, si pudiera usted comprobar la congoja cuando a solas, haciendo un examen detenido de nuestras dos vidas, me doy cuenta de las cadenas que impiden nuestro acercamiento... Los prejuicios de una civilización que marcha con ritmo antagónico a otra y a ambas por desgracia nuestra nos encontramos fuertemente ligados por tenazas de hierro.

PILZEVA

¿Y si por un momento -va de hipótesis- nos encontráramos desatados de estas cadenas a que usted alude y fuésemos libres de nuestros actos, como corresponde a toda criatura humana?

HECTOR

Entonces yo daría a esas atenciones e indulgencias de que le he hablado, la justa interpretación que me dicta algo, que en nosotros es superior a la reflexión y la diría, Pilzeva la quiero a usted y le digo ahora, que por usted haría voluntaria dejación de todo, ¿lo entiende usted bien? ¡De todo lo que me une con el mundo externo! Que aquí dentro de estas paredes, daría mi vida si supiera que de sus labios había de oír antes, no una palabra de caridad sino una contestación firme de asentimiento y correspondencia a ese cariño que usted me inspira, cariño que no he sentido nunca, que no ha podido despertarme ninguna de las mujeres conocidas hasta ahora.

PILZEVA

Yo no sé de dónde viene usted, quién es y cuál es su destino. Sería en mi una insensatez, que como una niña juguetona y caprichosa, pronunciara unas palabras con su misma vehemencia, con esa desatinada pasión, en consonancia con las que he oído. Empero, mi actitud creo que es bastante elocuente.

HECTOR (Solícito y con ternura)

Pilzeva, ¿quisiera usted juntar su suerte con la mía?

PILZEVA

La sabia naturaleza nos traza el camino a seguir. ¿Cree usted que tendría fuerzas para contradecirla?

HECTOR

Desde el día que le fui presentado por Míster Willings yo no he cesado en querer saber de usted. La he seguido los pasos, la he visto distintas veces en el Parque de Poniente y sólo me ha sido permitido contemplarla a distancia, relativa, cuando sus ojos se entregaban a la lectura de un libro que debía serle muy interesante.

PILZEVA

También le vi yo a usted a hurtadillas.

HECTOR

Yo sé que no salía usted de casa antes de conocerme y hace diez días que cotidianamente, va a ese Parque ¿Se acuerda usted de aquella tarde, en que me le acerqué junto a la barandilla del lago?

PILZEVA

Me acuerdo perfectamente.

HECTOR

Me encontraba preso de una intensa emoción que no cabía dentro de mí. Esta emoción velaba mi voz. La alegría de encontrarme ante usted, me enajenaba y no acudían a mis labios más que palabras incoherentes.

PILZEVA

Me preguntó usted si me gustaba el Parque.

HECTOR

Y me contestó usted que lo encontraba primoroso, como jamás había visto otro en su vida.

PILZEVA

Y era verdad.

HECTOR

Pues yo creía que estas salidas y este contento, eran la expresión de que yo le era interesante para su vida, como lo es usted para la mía.

PILZEVA

¿Y si fuera así?

HECTOR

No habría sobre la tierra otro mortal más feliz que yo. Lo soy ya, sólo al pensar que puede usted corresponderme.

PILZEVA

¡Jack!

HECTOR

¡Así quiero que me llame usted Pilzeva! Este silencio me parece el que ha de haber en el hogar que construiremos para nuestra dicha eterna. Un hogar burgués o proletario, bajo el signo que usted quiera, pero eso sí, empapado de la única cosa que es común a todos los hombres y todas las razas: El cariño. ¡Te quiero, Pilzeva!

PILZEVA

¡Yo también Jack!

HECTOR

Aquí se acabaron las disciplinas, los prejuicios, los odios que separan...

PILZEVA

Demos paso al amor que junta.

HECTOR

Dejemos esta sociedad corrompida, por luchas que envilecen y vayámonos a un lugar dónde no reine más que la paz de la naturaleza, el remanso de un río, una fértil llanura, una casita blanca en la ladera de una montaña, la luz de un firmamento azul y la pureza de nuestros corazones.

PILZEVA

¡Siempre juntos! ¡¡Hasta la muerte!!

(Se abrazan. Se oye un griterío de una conversación en el interior de la puerta segunda izquierda, los dos jóvenes se desprenden de los brazos como si despertaran de un sueño)

ESCENA ULTIMA

Los mismo y KLAUDOWSQUI, DINELIN, ARGENDOV y luego BOIS DE LLERS.

ARGEN (De dentro)

Sí que está, tiene una visita. Pasad.

DINELIN (Con cara de pocos amigos, seca y gravemente)

Salud, Pilzeva.

PILZEVA (Con sorpresa)

¡Dinelin!... ¿Tu por aquí? ¿Y sin avisar?

DINELIN

Los deberes, apremiantes y desagradables a veces...

KLAUD (En voz baja a Dinelin)

Este es.

DINELIN (Con ironía)

Veo que tiene una visita... (Por Héctor) ¡Estas bien acompañada!

PILZEVA (Presentando)

Míster Jack Amerson, cronista del "The London Herald"... El Camarada Dinelin, alto funcionario de la Comisaría del Exterior.

HECTOR (Tendiéndole la mano)

Soy su servidor.

DINELIN (Rehusándola)

Vuestra sangre que queréis hacer de distinto color que la nuestra, no puede servir a un hijo del pueblo.

PILZEVA (Como viendo visiones y no comprendiendo)

¡Eh!... ¿Que estás diciendo, Dinelin?

DINELIN

¡Vaya pues no te haces mal la desentendida, Pilzeva!...

PILZEVA (Inquiriendo con frenesí ora al uno ora al otro)

¡Jack!... ¡Mister Amerson!... (Éste permanece inmóvil) ¿Que quiso decir Denelin? (A Dinelin) ¿Qué misterio es este?

HECTOR (Con explosión)

Pilzeva... ¡soy un miserable!... ¡un cobarde!... (Otra llamada en la puerta de servicio hace que desaparezca Argendov que ha mantenido una actitud de expectación. Klaudowsqui muy sereno, apartado un poco del grupo) La he perdido a usted ante los ojos de los suyos.

PILZEVA

Pero, ¿quién es usted?

DINELIN

¿No le conoces? Toma. (Sacando una foto de la cartera que lleva debajo del brazo) Entérate por ti misma. Esta foto te dirá a las claras quién es.

PILZEVA (Leyendo la inscripción de debajo de la foto y con estupor)

¡El Príncipe Héctor de Imagilandia!

BOIS DE LLERS

(Entrando precedido de Argendov pero queda en el umbral de la puerta de servicio)

Bien hallados señores. Perdonen que invada esta respetable casa.

DINELIN

¿Que desea usted?

BOIS DE LLERS

Una orden de mi Rey -que Dios guarde- (hace una inclinación de cabeza) me trae aquí para llevarme al Príncipe Héctor. ¡Alteza!

ARGEN (Sorprendido)

¡Eh!

HECTOR

Voy contigo Bois de Llers.

BOIS DE LLERS

Una llamada telefónica a Mayordomía, sin haber podido averiguar de dónde partía la comunicación, ha enterado a Palacio de que el Príncipe se encontraba en esta mansión y en circunstancias muy graves por cierto. Os ruego que me sigáis, Alteza. (Otra inclinación reverenciosa)

HECTOR (Sereno pero autoritario)

Vete que te sigo.

BOIS DE LLERS (Saludando)

A la orden de vuestra Alteza.... Buenas noches.

PILZEVA

¡Príncipe!... ¡Es príncipe!... ¡que horror, que asco!...

HECTOR

Soy un hombre, Pilzeva, ¡nada más que un hombre!... (Dirigiéndose a Dinelin) Permítame que antes de tomar ninguna providencia contra esta mujer, pueda ser oído.

DINELIN

Tengo plenos poderes y no escatimaré ningún medio de defensa a la encartada.

HECTOR

Gracias por vuestra promesa. (A Pilzeva persuasivo con extrema ternura. Ella no levanta la cabeza) Pilzeva, yo volveré y la luz de la verdad será hecha. (Con firmeza) Confíe en mí. (A todos) Buenas noches.

DINELIN

Buenas noches.

TELÓN RÁPIDO

ACTO TERCERO

La misma decoración. La lámpara está encendida, pues la acción se desarrolla tres oras más tarde de los hechos del acto anterior.

ESCENA PRIMERA

KLAUDOWSQUI y DINELIN. Aquél sentado frente a la mesa y el otro detrás de ella. El primero tiene el aspecto de preocupado como si estuviese meditando, el segundo muy jovial y sereno.

DINELIN (Después de una pausa larga)

¿De manera que Pilzeva, desde aquél día cambió radicalmente de vida?

KLAUD

No dejaba de salir todas las tardes. La prueba la tienes en la foto, en que aparecen los dos junto a la barandilla del lago y su actitud, creo que es lo suficiente reveladora...

DINELIN (Cogiéndola de encima de la mesa y contemplándola)

En efecto la manera de sonreírse, no es la de dos indiferentes...

KLAUD

La abulia y la desidia se adueñaron de su voluntad. No estudiaba los asuntos; se desentendía de sus deberes... El primer plano de su vida lo ocupaba ese oprobioso idilio. De aquella Pilzeva que conociste en Moscú no quedaba ni sombra. La vida de Occidente la contagió, transformando sus virtudes de antaño en desenfreno de todas las bajas pasiones y concupiscencias...

DINELIN

Jamás lo hubiera creído.

KLAUD

Por si esto fuera poco y como colofón de lo que te he dicho, ya viste la cita de hoy. Dentro de la misma Embajada, has tenido que sorprender este vergonzoso concubinaje...

DINELIN

Sí, es bochornoso, verdaderamente. (Transición) ¿Se encontró a faltar algún documento importante que revele la infidelidad en la custodia de secretos de que era guardadora?

KLAUD

Como mujer lista que es, ya habrá procurado facilitar copias de ellos, sin desprenderse de los originales.

DINELIN

¿Vivía con exceso de lujo?

KLAUD

Ahora se le hubiera comprobado en mayor escala. ¡Si no hubieses venido tan repentinamente...! En los primeros tiempos, vestía con sencillez, actualmente, ya hacían más negocios con ella las modistas y sombrereras.. No hablemos ya, de perfumes y estupefacientes...

DINELIN

Lo que no me explico es la sorpresa, el asombro que ha tenido al enterarse de la verdadera identidad del príncipe...

KLAUD

Sabe fingir muy bien. Este es el truco que se tenía reservado para el caso de que fuesen descubiertas estas impúdicas relaciones. Había llegado a tal extremo en este punto de disimulo, que hasta a mí me ha hecho insinuaciones inequívocas a fin de que solicitase su querer y de esta manera despistar a todo el personal de la Embajada con unos amores que parecieran correctos...

DINELIN

Con lo que me dices, me está resultando una coqueta refinada...

KLAUD

Sí Dinelin, sí; una aventurera de extremada depravación. Yo al ver tanta malignidad, creí un deber inexcusable de poner al Gobierno al corriente del desvío de Pilzeva...

DINELIN

El Consejo de Comisario sabrá recompensarte con creces tu buen celo.

KLAUD

No tengo ambiciones lucrativas ni afán de honores. El buen servicio de la causa es lo único que me guía en mis actos.

DINELIN

Esta manifestación que creo honesta, llena de probidad, me excluye que cuando yo llegue a Moscú, te proponga para un estímulo que creo de justicia ante este hecho laudatorio.

KLAUD

Toda la recompensa que yo anhelo, no la quisiera para mí...

DINELIN

¿Y pues...?

KLAUD

Desearía el menor daño a Pilzeva.

DINELIN

¡Hermoso rasgo de piedad! El te enaltece a los ojos de todos los miembros del Gobierno. No obstante, ya sabes que eso no es posible. El peso de la justicia ha de caer inexorablemente encima de esta desgraciada. ¿Que está haciendo ahora?

KLAUD

Está en su aposento. Llora incesantemente. La voz de la expiación le remueve la conciencia... Está abrumada bajo el peso de la traición descubierta. Ni siquiera ha querido cenar.

DINELIN

Es preciso que la interrogue.

KLAUD

¿No quieres esperar a mañana?

DINELIN

Es un caso de extrema gravedad. No quiero ir a acostarme, a pesar de la rudeza del viaje, sin que antes, haya provisto.

KLAUD

Es inútil, pero, puesto que te empeñas... sea. Verás como se obstina en el mutismo.

DINELIN

No importa. Aún no he oído una sola palabra de sus labios.

KLAUD

Es un silencio sintomático. ¿Quieres que vaya personalmente o que llame a Argendov?

DINELIN (Después de pensarlo un momento)

Llama a Argendov.

KLAUD (Yendo hasta la puerta de servicio)

¡Argendov!

ARGEN (Entrando)

Dime, Dinelin.

DINELIN

Advierte a Pilzeva que tenga la bondad de venir hasta aquí que necesito hablarla.

ARGEN

Enseguida. (Mutis por la primera izquierda)

KLAUD

¿Quieres que actúe como Secretario?

DINELIN

No, su declaración quiero oírla yo solo. Tu presencia podría ser causa de coacción o motivo de avergonzamiento.

KLAUD (Contrariado)

Como quieras.

DINELIN

Las notas las redactaré yo mismo.

KLAUD

Así, me voy al despacho.

DINELIN

Sí, cuando te necesite, te llamaré.

(Desaparece Klaudowsqui por la puerta del foro)

ESCENA II

PILZEVA y DINELIN

DINELIN (Desde la puerta a dónde ha ido a recibirla)

Pasa, Pilzeva.

(Sale ésta, seguida de Argendov que vuelve a desaparecer por la segunda de la misma lateral)

PILZEVA

Buenas noches, Dinelin.

DINELIN

Buenas las tengas, muchacha. Te ruego que te sientes.

PILZEVA

Gracias. (Obedece)

DINELIN

Necesito que quieras decirme algunas cosillas...

PILZEVA (Con amargura y abatimiento)

¿Para qué? Tu presencia, de la manera en que has venido quiere decir que todo se prejuzgó. ¡Es inútil lo que pueda decirte!

DINELIN

Vamos, sosiégate que vale la pena. Se te acusa de alta traición... ¿Renuncias a defenderte ante semejante cargo de culpabilidad?

PILZEVA

Si el querer con toda el alma es una traición, no es preciso que despegue mis labios. Cien veces que viniesen los hechos tal como se han desarrollado, cien veces incurriría en el mismo delito.

DINELIN

Vaya, serenidad. Reconcéntrate en ti misma y no te abandones ni desesperes...

PILZEVA

¡Todo se acabó!

DINELIN

Piensa que lo que yo actúe aquí, puede aminorar la pena que deba imponerte el Tribunal.

PILZEVA

Me da lo mismo. He vivido diez días de sueños dorados, de felicidad inmensa, que no creía que existiese en el mundo. Y ahora... ¿qué?... Las nieves y los sufrimientos, ¿qué son? He sabido querer y saberme querida y eso, por más tormentos y castigos que me depare la justicia que me espera allá, nadie podrá arrancármelo.

DINELIN

Bueno, bueno; serenidad, cordura, Pilzeva. Vamos a ver, dime: ¿Tú sabías que este hombre era el Príncipe Héctor?

PILZEVA

No. No conocía a nadie de la familia real, excepto del Rey.

DINELIN

¿Y cómo este joven tuvo la audacia de llegar hasta a ti? ¿Cómo le conociste?

PILZEVA

¿Que adelanto con decírtelo Dinelin, si ni en ti ni en los camaradas del Gobierno no ha de pesar más que la denuncia malvada de un miserable, que tomareis como artículo de fe?

DINELIN (Sorprendido)

¿Tu conoces el nombre del denunciante?

PILZEVA

Lo mismo que tú. Sólo hay un hombre interesado en perderme.

DINELIN

Pueden ser muchos. (Mostrándosela) No me negarás que el cuadro de esta foto han podido verlo todos los habitantes de esta ciudad.

PILZEVA

Sólo había unos ojos ávidos de hacer este descubrimiento.

DINELIN

¿Cuales?

PILZEVA

Los de Klaudowsqui.

DINELIN

Es interesante, muy interesante. ¿Y por qué deducciones puedes creer que sea él, quién te delató?

PILZEVA

Por que el mismo día en que conocí al Príncipe con el nombre de Jack Amerson, él se me había declarado apasionadamente y no acogí sus delicadas proposiciones amorosas con el entusiasmo que esperaba.

DINELIN

¿Hace muchos días de eso?

PILZEVA

Ayer hizo diez días.

DINELIN (Como para sí mismo)

Hace tres días que se recibió la denuncia en la Comisaría, el sello de Correos era de otras tres fechas atrás. Hay coincidencia. (Dirigiéndose a ella) ¿Me tendrás a punto el libro de gastos de la Legación?

PILZEVA

En mi mesa del despacho está y en la caja, encontrarás íntegro el saldo que arroja la cuenta, que asciende a diez mil rublos y veinte kopecs.

DINELIN

¡Una vida muy morigerada es la que llevabas! (Cogiendo el anuncio que dejó Solinkaia) Veo que hoy ibas a ir al teatro...

PILZEVA

Es el primer día que pensaba asistir a un espectáculo. Solinkaia, el director de nuestros bailes, vino esta tarde a invitarme con mucha insistencia y dejó estas localidades.

DINELIN

¿A cuántas fiestas has asistido de las que se dan en las Embajadas?

PILZEVA

A ninguna.

DINELIN

Pues ¿quién iba a ellas?

PILZEVA

Klaudowsqui

DINELIN

¡Hola, hola! ¿Guardas en el archivo, los periódicos con las notas de sociedad comprobando este extremo?

PILZEVA

Se guardan cuidadosamente los principales diarios.

DINELIN

¿En que hotel está hospedado Klaudowsqui?

PILZEVA

En el Hotel de Roma.

DINELIN

(Sacando una guía de bolsillo y ojeándola)

Aquí está. Hotel de Roma. Pensión mínima, cien francos.... ¡Hum! Es un alojamiento un poco caro para un modesto Secretario de nuestras Embajadas. Bueno sigamos. ¿Dónde conociste al príncipe?

PILZEVA

Aquí mismo. Me lo presentó Mister Willings, el Secretario de la Embajada británica, como compatriota suyo y como presunto cronista de un diario de Londres, que deseaba ir a la URSS.

DINELIN

¿Cuántas veces os visteis?

PILZEVA

El día que le conocí, la tarde en que se me acercó en el parque de Poniente que corresponde a la foto que me has enseñado y esta tarde en que me trajo los documentos para obtener el pasaporte, que, como es natural, deben ser falsos... Aquí están (Le entrega el sobre que dejó Héctor en el segundo acto)

DINELIN (Dándoles una ligera ojeada)

Está bien. Ya has hablado bastante por hoy. Mañana por la mañana, continuaremos el interrogatorio. Ya puedes retirarte.

PILZEVA

Buenas noches, Dinelin.

DINELIN

¡Que descanses, Pilzeva!

(La acompaña hasta la puerta por dónde vino)

ESCENA III

DINELIN y ARGENDOV

DINELIN (Acercándose a la primera izquierda)

¡Argendov!

ARGEN (Entrando)

Mándame, Dinelin.

DINELIN

Entra y siéntate. (Lo hace Argendov) Este joven que encontré al llegar aquí a la Embajada, ¿cuántas veces le viste hablando con Pilzeva?

ARGEN

Dos. El día en que estuvo con Míster Willings y hoy.

DINELIN

¿Salía con mucha frecuencia, Pilzeva?

ARGEN

Desde hace unos diez días, salía casi todas las tardes.

DINELIN

¿Tomaba el coche?

ARGEN

No. Siempre a pié. Al cabo de una hora u hora y media, estaba de regreso. Sus paseos eran de cuatro a seis.

DINELIN

¿Le conocía alguna amistad extraña al personal?

(A todo esto Dinelin, va tomando alguna nota lo mismo que cuando hablaba con Pilzeva. Ambas escenas han de ser con relativas pausas)

ARGEN

No.

DINELIN

¿Te había mandado alguna vez a que llevaras alguna carta o recado?

ARGEN

Tampoco.

DINELIN

¿Recibía alguna visita a solas?

ARGEN

Nunca. Todas en presencia de Klaudowsqui.

DINELIN

¿Y de éste que sabes?

ARGEN

Que es el sin vergüenza más grande que tenemos en la URSS.

DINELIN

¿Y esto en que sentido?

ARGEN

Que mientras nosotros ahorrábamos un kopec, él dilapidaba el dinero a manos llenas, en los clubes y music-halls en toda clase de juegos y de mujeres alegres... ¡Es un farsante y un vicioso, y Pilzeva es una muchacha sencilla y honesta¡

DINELIN

¿Y tu tienes alguna prueba de esto?

ARGEN (Dudando)

Por el momento, pocas. Pero tengo una, que vale por todas las que pueda descubrir.

DINELIN

Dila.

ARGEN

Klaudowsqui se declaró a Pilzeva la misma mañana en que ella conoció al Príncipe que ha vuelto esta tarde.

DINELIN

¿Lo sabes por Pilzeva?

ARGEN

No. Ella lo ha disimulado con extrema corrección. Cuando yo salía de prepararle el baño, oí el final de la conversación entre los dos, desde detrás de la puerta... Desde entonces, Klaudowsqui, despechado, no ha hecho más que consagrarse a perder a la pobre muchacha.

DINELIN

¿Y en que fundas la persecución?

ARGEN

En que esta tarde, compareció con un telegrama cifrado y una carta, haciendo alarde de que esperaba tu llegada y con ella, cambios muy interesantes en la marcha de esta Embajada.

DINELIN (Después de una pausa)

Bueno esta bien.

ARGEN

¿Deseas algo más?

DINELIN

No. Por el momento, no; puedes retirarte.

(Se va Argendov por la puerta de servicio)

ESCENA IV

KLAUDOWSQUI y DINELIN

DINELIN (Llamando en la puerta del despacho)

Sal, Klaudowsqui.

KLAUD (Presentándose)

¿Qué, ya habló?

DINELIN

Sí... sí... muy extensamente.

KLAUD

¿Todo evasivas, eh? ¡Pobre muchacha!

DINELIN

¡Y tanto!... ¡Es un caso perdido!... Tenías toda la razón. Es una mujer de cuidado.

KLAUD

Es muy sensible.

DINELIN

Ahora, ya puedo tomar alguna providencia... Desde luego, queda suspendida del cargo.

KLAUD

Es natural... una consecuencia lógica...

DINELIN (Con retintín)

Y en sustitución... había pensado... (Esto último persuasivo)

KLAUD (Rápido)

¡Hombre... gracias!.... Yo no quisiera.

DINELIN (Fingiendo sorpresa)

¿Qué?

KLAUD

¡Oh!, ¿No dices que yo ocuparé su vacante?

DINELIN

Ah, yo no he dicho eso... por ahora.

KLAUD

Creí haberlo entendido así.

DINELIN (Muy marcado)

Por de pronto, me quedaré aquí los días que sean necesarios...

KLAUD

¿No piensas marcharte mañana mismo?

DINELIN

¡Que mas quisiera yo! ¡Imposible! Este asunto traerá una incoación laboriosa... Necesitaré muchos testigos, efectuar diferentes diligencias...

KLAUD

Muy bien... ¡claro!... No se puede obrar con precipitación.

DINELIN

Tú lo has dicho Klaudowsqui. Nada de precipitaciones. Es indispensable pisar terreno firme.

KLAUD

Ciertamente.

DINELIN

Y son altas horas ya,... No estaría por demás que pensáramos en marcharnos a descansar.

ESCENA V

Los mismos y ARGENDOV

ARGEN

Dinelin, está Mister Willings que desea saludar a Klaudowsqui.

KLAUD (Rápido)

¿Si me permites?...

DINELIN

¿Por que te salude un amigo?... ¡Quita, hombre! Si no es más que por eso... Que entre. Y así, tendré el gusto de conocerle. Los amigos de mis camaradas, son amigos míos también. Que pase, Argendov.

(Desaparece Argendov y enseguida se presenta Míster WILLINGS)

ESCENA VI

KLAUDOWSQUI, MR. WILLINGS y DINELIN

WILL. (Desde la puerta)

Buenas noches, señores.

DIN Y KLAUD

Buenas noches.

WILL

No sé si estaré cometiendo alguna indiscreción...

DINELIN

De ninguna manera. Entre usted, entre usted, Mister Willings...

WILL

No tengo el honor...

KLAUD

¿Me permites que os presente?

DINELIN

Con mucho gusto.

KLAUD (Presentando)

Míster Willings, secretario de la Legación inglesa y Dinelin, un enviado especial de nuestro Gobierno.

WILL (Dándole la mano)

Servidor de usted.

DINELIN (Estrechándosela)

Cuénteme como otro amigo.

WILL

Es para mí una situación embarazosa, encontrar al amigo Klaudowsqui es este ambiente al parecer de trabajo...

DINELIN

Hemos terminado ya con él. Precisamente estábamos hablando de acercarnos a nuestras respectivas camas...

WILL

¡Cómo! ¿No van a ir ustedes a la Opera, cuyo mejor número es el cuerpo de baile del inimitable Solinkaia?

DINELIN

No vine preparado para ello, francamente. Ni siquiera me he traído ropa.

WILL

Supongo que ya estará allí la señorita Pilzeva, en representación de ustedes...

DINELIN

Tampoco. Se quejaba, hace un rato, de una fuerte jaqueca, que por fortuna, va menguando...

WILL

Lo siento, pues mi intención, era llevarme a Klaudowsqui. Fracaso como esta tarde, puesto que esta tarde estuve aquí con el mismo intento de llevármelo y de una manera incidental, me habló de su llegada de usted... ¿por que supongo, que el huésped que usted esperaba, era el señor Dinelin?.

(Gesto de contrariedad de Klaudowsqui)

KLAUD

Sin duda.

WILL (A Dinelin)

Somos muy amigos, Klaudowsqui y yo. Por lo mejores salones, algunas damas suspiran por nosotros.

KLAUD (Nervioso)

Exagera, Mister Willings. (Lo dice a Dinelin)

WILL

¿Cómo que exagero? Si el señor Dinelin quiere convencerse, que venga con nosotros esta noche al Club de Labradores, después de la función.

DINELIN

¡Ah!, ¿con que tienen ustedes algún plan?

WILL

Nosotros los tenemos todas las noches.

KLAUD (Amoscado y agresivo)

Pero, ¿a que viene...? ?

DINELIN

No veo nada de particular en esto, Klaudowsqui. La juventud lleva aparejada en sí la lucha por aventuras amorosas y de placeres...

WILL

Y en este día, más, por que hemos tenido una gran chiripa. Goldgendy, el caballo favorito, ha hecho ganar a Klaudowsqui, veinticinco mil francos... ¡Ah, tunante!

DINELIN

Mi enhorabuena.

KLAUD

Esto es una impertinencia. (Mirando a Willings)

WILL (Como si no le oyera)

¡Oh! Vuestro camarada, es un hombre de mucha suerte, por que esta jugada, con ser de importancia, era una simple bicoca. (A Klaudowsqui, con ironía) ¿Supongo que "aquello" que se ventilaba en un campo distinto del circuito, habrá salido con bien, como usted esperaba? Podríamos ir a festejarlo los tres. ¿Que dice usted a esto, Klaudowsqui?

KLAUD

¿Yo?

WILL

¿Y pues?... Y que por cierto, Margot y Lulú nos estarán aguardando. No faltará una amiguita para el Señor Dinelin, si tiene el gusto de acompañarnos.

DINELIN (Sonriendo)

Es interesante y tentador.

WILL

Y a propósito. Me acuerdo que desea verle a usted. (A Klaudowsqui) Von Sporver, para hablarle de un asunto interesante.

KLAUD (Subiendo el tono)

Los asuntos oficiales se tratan aquí en la Embajada.

WILL

¡Ah, amigo mío! Como les he visto a ustedes más de una vez, hablando muy quedo y con cierto misterio.

KLAUD (Levantándose violentamente)

¡Vaya! ¡Basta! ¡Esto es demasiado...!

WILL (Muy sereno)

Pero, ¿qué le pasa a usted hombre?

DINELIN

No veo nada que pueda molestarte de esta manera, Klaudowsqui...

WILL

Naturalmente. (Recalcando las palabras dichas con especial malicia) Además, me ha dicho que se ha enterado de la llegada del Delegado del Consejo de Comisarios y espera una indicación de usted para efectuar la venta de cierta mercancía...

KLAUD

¡Esto en una impostura! ¡¡Una avillantez!!

WILL

Alto. ¿Quién es el impostor, él o yo?

KLAUD

Los dos. Y lo que está usted haciendo, es una burda maniobra para perderme a los ojos de Dinelin. ¡Es usted un miserable!

WILL

¡Y usted un bellaco!

DINELIN

¡Señores! ¿Que es eso? ¡¡Repórtense ustedes!! Lo que acaba de decir usted, Mister Willings, encierra una gravísima acusación. ¿Puede usted aducir alguna prueba?

WILL

No hablo nunca por hablar, señor Dinelin. Puedo demostrar que Klaudowsqui aseguró a Von Sporver que estuviese tranquilo por su stock de maderas, pues una vez se acordara el "dumping" de esta mercancía, acuerdo que se comunicaría con toda urgencia a esta Embajada que contase con que se le prevendría oportunamente para que pudiera deshacerse de él. Se le abonó como anticipo a Klaudowsqui la suma de cincuenta mil francos a cuenta. Vea usted este cheque a la orden de Klaudowsqui contra el Banco de Pretoria, hecho efectivo por el mismo beneficiario...

DINELIN (Tomándole de manos de W.)

La letra es autógrafa; la conozco de sobra. La firma no miente.

KLAUD

Esto es un "chantaje" canallesco. ¡Esta firma es falsa!

DINELIN

No te apures, Klaudowsqui. Tenemos buenos peritos calígrafos. Si es apócrifa, no será reconocida su legitimidad.

WILL

Señor Dinelin, ¡fuera máscaras! Estoy litigando por una mujer honrada que este aventurero quería perder.

DINELIN

¿Se refiere usted a Pilzeva?

WILL

Si señor; esta muchacha toda ternura y fidelidad por vuestra causa...

KLAUD

¡Es usted un encubridor del Príncipe Héctor!

WILL

De todo hablaremos. Señor Dinelin, permítame usted. Tenga la bondad de ver esta carta del plan corrosivo de vuestro subordinado.

DINELIN (Tomándola y leyendo)

"Queridísima Lulú: Mi nombramiento de Embajador es cosa de pocos días. No podrás vivir en el local de la Legación para evitar el escándalo. En la Avenida del Doce de Mayo estableceremos nuestro nido de amor. Siempre tuyo. Klaudowsqui"

KLAUD

¡Esto es una difamación, una injuria!

DINELIN

No hay que exaltarse.

WILL

A las víboras como Klaudowsqui hay que vigilarlas de cerca. Esto es lo que he hecho yo desde hace diez días. En el momento en que la presenté al Príncipe, advertí la intención de Klaudowsqui, que lo reconoció. (A Dinelin) ¿Me da usted la venia para hacer una nueva prueba?

DINELIN

Concedida.

WILL

En la antesala, espera una persona que debe ser interrogada en presencia de usted.

DINELIN

Voy a ordenar que entre. (Yendo al umbral de la puerta de servicio y hablando hacia dentro) Argendov... que entre la persona que está esperando en la antesala.

(Expectación en todos, particularmente en Klaudowsqui)

ESCENA VII

Los mismo y MILINESCU

MILINESCU (Entrando)

Buenas noches, señores.

DINELIN

Buenas noches.

WILL

Vea usted si Klaudowsqui conoce a ese caballero...

DINELIN

¿Le conoces Klaudowsqui?

KLAUD (Secamente)

No sé quién es. No le he visto en mi vida.

MILINESCU

¡Que poco fisonomista es este joven!

DINELIN

¿Usted conoce a ese señor?

MILINESCU

¡Ya lo creo! El jueves de la semana pasada, estando yo en el Parque de Poniente, en cuya zona desarrollo mis actividades de fotógrafo con aparato de película, me contrató este caballero para que, de entre el follaje de unos rosales, sacara unas filmaciones de cierta pareja de jóvenes que estaban en la barandilla del lago. Me encargó una ampliación de la que salió mejor y que, por cierto, me la pagó bastante bien.

DINELIN (Enseñándole la que mostró antes a Pilzeva)

¿Es ésta?

MILINESCU

La misma.

DINELIN

¿Trabaja usted siempre en el mismo lugar?

MILINESCU

Sí señor.

DINELIN

¿Este mismo grupo, lo ha presenciado usted alguna otra vez?

MILINESCU

A la señorita la he visto diferentes tardes, leyendo un rato, en uno de los bancos de piedra... A él, no le he vuelto a ver el pelo.

DINELIN

¿Es esto cierto?

MILINESCU

A fe de un buen rumano, nacido en la Calea Victoriei de Bucarest, en el tercer piso de la casa cuyos bajos ocupa actualmente la Agencia Chrysler. Yo no conozco la mentira por San Nicolás...

DINELIN

Está bien, está bien.

MILINESCU

¿Desean ustedes algo más?

DINELIN

Nada más.

MILINESCU

Así, ¿puedo retirarme ya?

WILL

Sí y muchas gracias.

MILINESCU

Buenas noches tengan ustedes.

DINELIN Y WILL

Buenas noches.

(Mutis de Milinescu. Klaudowsqui queda anonadado)

ESCENA VIII

KLAUDOWSQUI, WILLINGS y DINELIN

DINELIN

Bueno ¿y que dice a todo esto Klaudowsqui?

KLAUD (Incorporándose y levantando la cabeza)

Que no desvirtúa en nada la culpabilidad de Pilzeva.

DINELIN

No eres tu quién, para juzgar las culpabilidades ajenas.

WILL

Señor Dinelin, me falta la última prueba. Ahí tiene usted el extracto de la cuenta corriente de Klaudowsqui en el Banco Nacional. (Se lo da)

DINELIN (Examinándolo)

Es auténtico. (Asombrado) "Ciento doce mil francos en tres meses... " Veo que no has perdido el tiempo muchacho. Ahora comprendo como podías hospedarte en el Hotel de Roma.

KLAUD (Con énfasis)

¿Cuánto ha cobrado usted por esta acusación Privada? (A Mr. Willings)

WILL (Muy digno)

La tranquilidad de mi conciencia. Por mi culpa, el Príncipe Héctor habló con la señorita Pilzeva, entiéndase bien, habló simplemente y esta ligereza este... hombre (por Klaudowsqui) quería aprovecharla para escupir todo el acíbar, toda la ponzoña, cual un reptil viscoso que es, a fin de arrojarla en el cieno del deshonor... Al anochecer, me enteré de lo acaecido aquí...

KLAUD

¡Que magnánimo!

DINELIN

Me parece que va llegando la hora de que empieces a pensar en tu situación. Ante todas estas pruebas, sobra toda indagación ulterior... Míster Willings le quedo muy reconocido por todo.

WILL

En la Embajada me tiene usted a su disposición. (Se dan la mano)

DINELIN

Discúlpeme de que no pueda acompañarle...

WILL

De ninguna manera, ¡no faltaba más! Buenas noches.

DINELIN (Acompañándole hasta la puerta)

Buenas noches.

ESCENA IX

KLAUDOWSQUI y DINELIN

DINELIN

¿Reconoces tu comportamiento? (No contesta) ¿Estás dispuesto a suscribir una declaración?

KLAUD

(Vacila unos momentos y después resueltamente)

¡Sí! Es la hora de la verdad. Yo he sido un mal hombre. No he correspondido a la confianza que habéis tenido todos conmigo. Sentía una pasión insaciable por Pilzeva y poco a poco, creí que esta pasión era un amor puro y honrado que podría regenerarme... Deseaba huir de la bestialidad de malos instintos y de bajezas en el hampa del buen tono, en que me desenvolvía... Mi vida ya no puede rehacerse... Es un estorbo para la Sociedad.

DINELIN

Bien dicho. Pues allí tienes tintero y pluma. (Señalándole la mesa) Si eres un hombre y tienes corazón, rehabilita a esa mujer.

(Klaud., se sienta silencioso y escribe con nerviosismo)

DINELIN (Acercándosele)

¿Está esto?

KLAUD

Sí. Toma. (Le da el papel escrito)

DINELIN (Leyéndolo en voz baja)

Esta bien. (Con frialdad) ¿Tienes interés en comparecer ante el Tribunal de espías y saboteadores?

KLAUD (Secamente)

¡No!

DINELIN (Con mucha calma)

Entonces puedes escribir una carta al Juez.

KLAUD

(Se sienta otra vez y dice mientras escribe)

El que juega y pierde ha de pagar. Este es el dilema.

(Dinelin va paseando lentamente. Se oye el rasgueo de la pluma sobre el papel, cuando cesa el ruido se le acerca y sin decir palabra ni mirarle se lo entrega)

DINELIN (Después de leer para sí mismo)

Conforme. Anda para la biblioteca.

KLAUD

Pide a Pilzeva en mi nombre que me perdone.

DINELIN

Cuenta con su perdón. Yo te lo garantizo. Anda ya, tienes veinte minutos de tiempo. (Llamando) ¡Argendov! (Éste se presenta) Síguele y espera en el despacho, que allí voy a reunirme contigo, para extender el telegrama, dando cuenta al Comisario. Lo cursarás mañana por la mañana, a primera hora.

(Mutis por el foro de Argendov y Klaudowsqui)

ESCENA X

PILZEVA y DINELIN

DINELIN

(Llamando desde la puerta que conduce a las habitaciones de Pilzeva)

¡Pilzeva!... ¡Pilzeva!

PILZEVA (Desde dentro)

¿Quién va?

DINELIN

Ven acá.

PILZEVA (Saliendo)

¿Que deseas?

DINELIN

¡Albricias!. Toma, entérate de este escrito y dime si te está bien. Vuelvo enseguida. (Mutis por dónde se fueron los otros dos)

PILZEVA (sola)

(Leyendo en alta voz, la declaración de Klaudowsqui que le ha entregado Dinelin)

"Por la presente me retracto de la denuncia formulada contra la Embajadora Pilzeva Koliatowska y declaro solemnemente que, en ningún caso y bajo ningún pretexto, dejó de desempeñar el cargo, con aquella dignidad y acendrado celo para la causa que son nuestra guía. = Me confieso incurso en el delito de calumnia que utilicé para desacreditarla y granjearme así, la confianza del Gobierno. Klaudowsqui.

ESCENA XI

PILZEVA y PRÍNCIPE HECTOR

UNA VOZ DE DENTRO

Sí ahí está. Pase usted.

PILZEVA

(Atraída por esta voz va hasta la puerta de servicio)

¿Quién es? ¡El príncipe!

HECTOR (Entrando)

No, Pilzeva. Soy Jack Amerson. No quiero ser nadie más que este nombre para ti y para todo el mundo.

PILZEVA

¿Por que me engañaste?

HECTOR

No tenía otro camino para llegar hasta ti. Conocía la repulsión de todos vosotros por los que el hado nos hizo nacer en un Palacio real, en medio de sedas, encajes, brocados y oropeles.. ¡Si hubiera venido como quién era!...

PILZEVA (Interrumpiéndole)

¡Cómo quien eres...!

HECTOR

No; yo no seré jamás, el Príncipe Héctor... Soy el caballero, soy el enamorado que rompe con la dinastía y todos los prejuicios y viene a cumplir su palabra.

PILZEVA

¡Insensato! ¿No conoces mi situación? Por tu culpa, yo soy una prisionera de Estado. Si los míos me llaman, allí deberé comparecer para responder de mi conducta.

HECTOR

¡Y yo contigo! Quiero correr idéntica suerte que tú.

PILZEVA

¡Que desvarío! ¡Es imposible!

HECTOR

¡Habrá el escándalo que sea menester. Y quiero seguirte a dónde sea, a la felicidad o a la condenación perdurable. Soy joven y tengo bríos. ¿Que me importan los trabajos forzados en Siberia, dónde mate el hambre, la sed y el frío de la nieve?.. Pero, que sea a tu lado, Pilzeva, por que sin ti, ¡yo no podría vivir!

PILZEVA (Animándose)

Jack, tengamos fe. ¡Quién sabe!... El amor todo lo vence...

HECTOR (Decidido)

Déjame que hable con Dinelin...

PILZEVA

Espera...

HECTOR

Ha de creerme y me creerá. ¡Estoy seguro! Por que será mi alma la que le hablará por mis labios.

PILZEVA

Te creo yo y esto es bastante.

HECTOR

Sí. Pilzeva...

PILZEVA (Acariciándole)

Tu faz me dice que has sufrido mucho. ¡Pobre Jack!

HECTOR (Muy dulce)

¡Te quiero Pilzeva!....

PILZEVA

Tu rostro es de niño... Ahora se han disipado todas las tinieblas que oscurecían mi cerebro... ¡Qué serenos, que brillantes, que luminosos son tus ojos!

HECTOR (Con idolatría)

¡Eres una santa!

PILZEVA

Soy una mujer que ha creído en el amor, por que tú has hecho que pudiera creer en él... Tengo esperanza por que sé que ahora eres mío...

HECTOR

¡Para toda la vida!

PILZEVA

¿Que son las angustias pasadas y las que nos esperan si sé que habrá unos brazos que me sostendrán, unos ojos que velarán por mí y un techo honrado dónde encontrar el rescoldo de un amor silencioso y profundo...?

HECTOR

Anímate Pilzeva. Trabajaremos, viviremos con nuestro esfuerzo. El horizonte se dibuja con tintas suaves de blancura, como de una nueva vida que nos abre el camino a la paz y al amor... La humanidad no es tan mala que pueda castigarnos por el delito de amar.

ESCENA XII

Los mismo y DINELIN y ARGENDOV

DINELIN

(Lleva un telegrama que acaba de escribir y que deja encima de la mesa)

¡El Príncipe aquí!

HECTOR

¡Dinelin, ya no existe el Príncipe! El Príncipe Héctor ha muerto. Hace tres horas que salí de Palacio para no volver a él. Soy Jack Amerson que viene a ponerse al lado de Pilzeva para reparar un daño, arrastrando las consecuencias de que me haya querido como se quiere a un hombre.

DINELIN

Lo sois de verdad. No me deis más explicaciones. Perdonad que os haya juzgado mal esta tarde...

HECTOR

¿Me daréis, ahora, la mano que me negasteis?

DINELIN (Abriéndolos)

Ahora... aquí tenéis mis brazos, muchacho. Pilzeva está rehabilitada y si cree en la felicidad con vuestra unión, libres sois los dos para uniros.

ESCENA XIII

Los mismos y BOIS DE LLERS.

BOIS

Buenas noches señores... no acierto a hablar... perdonadme... ¡Príncipe!

HECTOR

¡Otra vez!... Dile a mi padre que no quiero ir. Me acojo a la hospitalidad de esta casa y en ella su poderío no tiene jurisdicción alguna.

BOIS

No es eso, Alteza... es que...

HECTOR

¿Que pasa?

BOIS

Acaba de sublevares la fuerza del Castillo y con ella se ha pronunciado todo el Ejército. Ha estallado la rebelión y vuestra augusta familia se encuentra en el muelle a bordo del cañonero Rodolfo segundo, que a estas horas habrá zarpado ya. El comité revolucionario os proclama Rey. Vuestros súbditos os aclamarán gozosos.

HECTOR

Yo no tengo súbditos. Todos los hombres son mis hermanos. Diles a los magnates de la Corte y a los altos dignatarios de la nación que no quiero ir a hacer su felicidad desde el trono, manteniendo sus privilegios y sinecuras. Diles también, que a su lado, me he vuelto egoísta a mi vez y que ahora, voy a labrar mi felicidad que encontraré en el regazo de esta mujer. (señalando a Pilzeva)

BOIS (Horrorizado)

¿Dejareis de subir al solio de vuestros mayores?

HECTOR

No apetezco jaulas de oro.

BOIS

Debéis ceñir la corona que es la acumulación del heroísmo y del honor de vuestros antepasados. No olvidéis vuestro origen divino que pertenece a vuestra descendencia.

HECTOR

Yo vine al mundo como los otros hombres, entre sangre, gemidos, lágrimas y horrores. Soy un ser humano que quiere su propia libertad.

BOIS

¿Es ésta vuestra última palabra?

HECTOR

Irrevocable. ¡Abdico en favor del pueblo!

ARGEN (Suplicando cómicamente)

¡Márchese usted, hombre...! ¿No ve usted que no quiere ir?

BOIS (Inclinándose)

Cúmplase vuestra voluntad.

HECTOR

¡Ni una palabra a nadie, hasta mañana, de que estoy aquí!

BOIS

Alteza... he sido vuestro preceptor y soy vuestro siervo incorruptible... ¡Buena suerte... y buenas noches!

ESCENA ULTIMA

PILZEVA, HECTOR, ARGENDOV y DINELIN

DINELIN (Sacando el reloj)

Vamos a ver... Faltan tres minutos. ¡Se conoce que quiere consumir todo el plazo! ¿No adivinas, Pilzeva?

PILZEVA

No acierto...

DINELIN

Pronto lo sabrás. (Suena un disparo) Ya está.

PILZEVA (Con terror)

¡¡Klaudowsqui!!

DINELIN

Se ha hecho justicia él mismo. Era un valiente, pero la ambición y los errores le han hecho sucumbir. Ve a ver Argendov. (Se va éste al despacho)

(Todos quedan en silencio)

ARGEN (Volviendo a los pocos instantes)

Muerto.

DINELIN

Pues ahora, idos todos a descansar. Argendov, prepara una habitación para el hombre que ha de ser, de por vida, el compañero de Pilzeva. Y mañana, bajo el pabellón rojo, en el auto de la Embajada, saldréis para la frontera y en nuestra casa de París, podréis registrar vuestro casamiento. Y no se arguya por nadie, que este rasgo de tolerancia es una claudicación, puesto que sabemos que a dónde quiera que vaya Pilzeva, irá con ella, el espíritu de nuestra revolución. Yo me quedaré aquí a velar por todos, por este infortunado y por vuestros sueños juveniles... ¡Idos! ¡Buenas noches!

LOS TRES

¡Buenas noches!

(Se van todos cabizbajos. Pilzeva por la primera de la izquierda y los otros dos por la segunda. Argendov se seca una lágrima con el pañuelo. Cuando están fuera Dinelin se acerca a la mesa, se sienta en ella y se dispone a escribir, al mojar la pluma, exclama, concentrado)

DINELIN

¡Así es como ejercen la justicia los hombres de la URSS!

(En el reloj de la torre próxima suenan las once, mientras desciende, lentamente, el

TELÓN