LOS PADRES PROPONEN
COMEDIA EN UN ACTO
TEATRE BALAGUER, 1.933
FIGURAS
TERESINA 19 AÑOS
ANTOÑITA 24 Años
DOÑA SERAFINA 50 Años
LEONARDO 24 Años
D. AMBROSIO 55 Años
D. MATÍAS 50 Años
Interior de un hotelito en la costa, cercana a Barcelona. Es la residencia veraniega de D. Ambrosio y familia. Un mirador de cristalería al fondo, dos puertas a la izquierda y otras dos, a la derecha. Mesa, sillas de mimbre, una gran lámpara colgando del techo; algún cuadro por las paredes. Viene a ser una especie de salón recibidor.
(Antoñita, sirvienta de la casa, está quitando el polvo a los muebles y poniéndolo todo en orden, pues estamos a las nueve de la mañana. Teresina entra por la puerta del jardín trayendo un ramito de flores, que acaba de componer para sacarlo en un lienzo)
(NUMERO 1)
TERESINA
Y pues, Antoñita, ¿todavía no han vuelto de misa los papás?
ANTOÑITA
Quiá, no señorita, no; Lo que pensarán: como ya tienen hecha la labor desde algunos años, tiempo hay...
TERESINA
No es raro que se entretengan con una mañana tan risueña como la que se presenta.
ANTOÑITA
Sí, que me parece que vamos a tener un buen día, hoy...
TERESINA
Dímelo a mí que no podía dejar el jardín de tan absorta como me encontraba. ¡Que bien se está entre las flores y las plantas! Todo era perfume y brisa que llegaba de los pinares altos. Créeme que compadezco a la gente que no tiene jardín.
ANTOÑITA
Bien se le conoce a la cara que está usted satisfecha.
TERESINA
¿Me encuentras cambiada?
ANTOÑITA
¡Y tanto! Si cuando llegó del pensionado tenía una figurita medio enlanguecida y blanca, como si la hubieran blanqueado con cal y ahora se le ven unos colorcitos sanos en los pómulos, como si le hubieran pintado una rosa en cada mejilla.
TERESINA
Oh, no te creas por eso, Antoñita, son muchas las circunstancias que han contribuido a mi transformación, no todo son los aires: hay algo más que ha contribuido con mucha firmeza.
ANTOÑITA
No diga usted más, porque la veo llegar: algunos pantalones charlestón, han acabado de hacer el peso.
TERESINA
Exacto. ¡Pero, no digas nada a nadie, por Dios, Antoñita!...
ANTOÑITA
¡Quite usted de ahí señorita!... seré más muda que una tortuga. Bastante sabe que la quiero como a una hermanita; por algo la criamos en casa...
TERESINA
Por el mismo motivo, no tengo prevención en comunicarte ciertas cosas que, por otra parte, necesita mi corazón expansionarse con alguien. Ay, Antoñita, si conocieras el hombre que atormenta mi sueño...
ANTOÑITA
¿Guapo, eh?
TERESINA
Como un sol, un verdadero Adonis, más elegante y más simpático que John Gilbert.
ANTOÑITA
¿Y hace mucho tiempo que corre la electricidad?
TERESINA
Un mes y medio. Solamente nos hemos visto dos veces y cualquiera diría que nos conocemos de toda la vida. Lo vi, por vez primera, un domingo por la tarde, con la familia de D. Rafael. Estuvieron en el Colegio a buscar a Flora por una excursión y se me llevaron. Él formaba parte de la partida y, de allí, nació nuestro enamoramiento.
ANTOÑITA
Ya es toda una historia. Ahora que, de todas formas, señorita, váyase usted con cuidado que estos mosquitos que vuelan hogaño, todos son un atajo de perillanes que la seriedad y las buenas intenciones las traen en las ondas que les hace el peluquero al peinarlos y no dentro de la cáscara. (señalando la cabeza)
TERESITA
No, el Leandro, no; yo te respondo de ello. Es muy hombre a la moderna, pero, aparte del aspecto exterior, se adivina enseguida en él, un alma sublime y apasionada. En el próximo otoño, cuando la familia Campos vuelva del verano, hemos convenido en vernos en casa de Flora y reafirmar nuestras relaciones.
ANTOÑITA
¿Y ya corren los correos?.
TERESINA
Todavía, no; nos dijimos tantas cosas de palabra, que no pensamos siquiera en que teníamos que separarnos. Además, para escamotear las cartas, necesitaba alguien que me hiciera de intermediario y por el momento, no he intentado molestar a ninguna amiga...
ANTOÑITA
Todo esto, está bien, muy bien; pero yo, en su lugar, se lo decía a Doña Serafina, enseguida...
TERESINA
Tiempo hay para decírselo a mamá. ¿Ves? Ahora que te lo he dicho a ti, me parece que me encuentro más tranquila. ¡Pero, por Dios, Antoñita! Te repito mucha cautela y tacto.
ANTOÑITA
Déjelo usted por mí. Y si hay que dar algún paso, mándeme. Ya sabe que yo soy más lista que un perro policía...
TERESINA
Quién sabe si las cosas harán que tengas que maniobrar; si es así, cuento contigo.
ANTOÑITA
Y contenta. Con lo que a mí me gusta de meterme en coloquios amorosos.
TERESINA
Ahora te vas a la cocina y adelante con el almuerzo que sino, mamá va a refunfuñar...
ANTOÑITA
Descuide usted. ¡Ah! ¿Y por muchos años, eh?
TERESINA
Gracias, Antoñita, gracias. Anda, no te entretengas. (Queda sola y un poco pensativa)
(NUMERO 2)
TERESINA
Cuándo los papás se enteren, ¡qué sorpresa se van a llevar! Oh y no podrán poner peros porque Leonardo es toda una persona de carácter, y distinguido, de maneras elegantes, todo un caballero, vaya! ¿Me habrá olvidado por otra? ¿Será verdad las promesas de amor que susurraba a mis oídos? Yo no puedo dudar. Eran demasiado claros sus ojos cuando llameaban, a la vez que de sus labios salían las cálidas protestas de fidelidad y cariño perdurables. ¡Qué cuesta de pasar el verano! Tan corto como lo encontraba otros años y, ahora, cada semana, me parece una eternidad. (Se oye la voz de D. Ambrosio) Ah, ya oigo a los papás que vuelven.
(En efecto, por la puerta del jardín, comparecen Dª Serafina y D. Ambrosio. Vienen muy peripuestos. A pesar de vivir en el campo, se adivina que no quieren perder el marchamo de la clase)
AMBROSIO
Hola, niña.
SERAFINA
Buenos días, Teresina.
TERESINA
Buenos días, papás. ¿Ya han cumplido con el precepto dominical?
SERAFINA
Por hoy ya hemos santificado la fiesta, gracias a Dios.
AMBROSIO
Pero, ¡zambomba! ¡Que párroco más decidido tenemos en este pueblo!, mientras el vicario celebraba, él se ha encaramado al púlpito, fulminando contra las chicas que se pintan los labios y los ojos y las uñas...
SERAFINA
Que todos los fieles han creído que iba por la chica de Peláez.
AMBROSIO
Y con razón. Vaya cara más abigarrada. Lleva en ella más pintura que un cuadro de Leonardo de Vinci o de Tiziano... Y, claro! Como tenía mucha tela cortada, ha durado más de una hora.
SERAFINA
Vaya con Don Jacobo, ha dado con el clavo.
TERESINA
Naturalmente. Quieren ustedes ir al oficio... ¿Ven? Yo he ido a la primera y en veinticinco minutos, a la calle.
AMBROSIO
Ya lo sabré para otra fiesta. Ya veréis, voy a subirme para quitarme esta ropa porque, para andar por casa, no hay como la comodidad.
SERAFINA
Espera. (A Teresina) ¿Se levantó ya Don Matías?
TERESINA
Ay, pues es verdad. Ni siquiera me he acordado de preguntárselo a Antoñita; pero vamos, mientras he estado por aquí, no le he oído. Estará durmiendo todavía.
AMBROSIO
Pues dejad que duerma.
SERAFINA (Con intención)
¿Qué piensas hacer? (A Ambrosio)
AMBROSIO
Es verdad, chica: esta es la mejor ocasión.
TERESINA (Intrigada)
¿Qué pasa?
AMBROSIO
No te alarmes. Para pasar un rato, vamos a tener una pequeña conferencia contigo.
SERAFINA
Se trata de una cosa muy interesante, Teresina.
AMBROSIO
Sí hija; debemos preocuparnos de tu porvenir.
TERESINA
Me tienen con ansiedad: ¡hablen!
AMBROSIO
Verás, siéntate porque sentado, parece que uno habla y escucha mejor.
TERESINA (Con curiosidad)
Ay, digan, digan ustedes.
AMBROSIO
Mira hija: Yo, ahora, debiera empezar por hacerte un gran sermón; más patético que los de D. Jacobo; un gran discurso sentimental. Habría de proclamar que eres una buena chica: obediente, dócil, guapa... eso es: más guapa de lo que tu madre y yo nos merecemos, pero lo eres.
SERAFINA (Nerviosa ligeramente)
Ve diciendo.
AMBROSIO
Además, nosotros somos ricos, no diré tanto como algunos estraperlistas de ahora, si bien son muchos millones los que quisieran secarse las lágrimas con nuestro mismo paño. Tú eres la única hija superviviente que ha quedado de este regalo, de la que podríamos llamar nuestra larga campaña matrimonial y, como consecuencia, todos nuestros desvelos y nuestras esperanzas, se han concentrado en ti.
TERESINA
¿Y todo esto quiere decir?...
AMBROSIO
Quiere decir que ya sabes que la obligación de los padres es conducir a los hijos, a un destino de felicidad.
TERESINA
Ah, muy bien, pero no sé a dónde va usted a parar...
SERAFINA
No te precipites y deja hablar que pronto llegaremos a la meta.
AMBROSIO
Tú, hasta ahora, has vivido recluida en un colegio, dónde has pasado un año más de lo que se acostumbra a fin de que tu educación sea más esmerada. Hasta la hora presente, solo has aprendido a hacer labores, tocar el piano, hacer pintura, hablar francés...
SERAFINA
El menaje, mecanografía...
AMBROSIO
Etcétera, etcétera... Todas estas nimiedades que os enseñan en estas casas, que me parece muy bien que las sepas, pero, desgraciadamente, ¡hija! Ignoras las cosas del mundo.
TERESINA
Y bien iré aprendiéndolas... ¡ui! no se preocupen ustedes por eso...
SERAFINA
Oh, las irás aprendiendo, las irás aprendiendo....
AMBROSIO
Es que has de tener en cuenta que esta asignatura ha de pasar por la censura paterna.
SERAFINA
Mira déjate de pamplinas y ve derecho al grano.
AMBROSIO
Pues fuera la paja: al grano. ¿Sabes Teresina por qué está aquí Don Matías?
TERESINA
Supongo que por ver a V. y hablar de sus cosas. Por algo forman ustedes sociedad desde hace poco tiempo...
AMBROSIO
Acertado. ¿Y por qué más?
TERESINA (Encogiéndose de hombros)
¡Oh!...
AMBROSIO
Este es el enigma. Esta "o" que has pronunciado, es la etiqueta que cierra la caja de la sorpresa. Mira Teresina: Matías tiene un chico, joven, buenísimo, con toda la planta, que ha terminado, con toda pompa y provecho, la carrera...
SERAFINA
Un muchacho de los que no asoman todos los días a una casa...
AMBROSIO
Que harás de él lo que te dé la gana, como tengas un poco de mano izquierda...
TERESINA
¿Y qué voy a hacer yo con él?
AMBROSIO
Primero, casaros y luego ya os las compondréis vosotros.
SERAFINA
Sí, hija, sí...
TERESINA
¡Vamos, me han dejado ustedes perpleja!
SERAFINA
También nos lo figurábamos nosotros que te quedarías como quien ve visiones, aunque tenemos la certeza de que nos darás las gracias, cuando conozcas al galán.
TERESINA (Con frialdad)
No tengo ningún interés en conocerlo.
AMBROSIO
Eh, ¿qué has dicho?
SERAFINA
¿Te opones a nuestra voluntad?
TERESINA
No es que me oponga; si no, sencillamente, que no pienso en casorios por el momento. Soy demasiado joven todavía...
AMBROSIO
Este es el "argot" que emplean las niñas tímidas.
SERAFINA
Has de tener en cuenta que yo, a tu edad, ya hacía un año que estaba en relaciones con tu padre.
AMBROSIO
Y aún no quise averiguar si fui plato de segunda mesa.
TERESINA
Bueno... todo lo que ustedes quieran; pero es el caso que me contraría este proyecto.
SERAFINA (Con asombro)
¿Serías capaz de decir que no?
AMBROSIO
Mira hija: a nosotros tienes que hablarnos con claridad. Yo me figuraba que en los pensionados los hombres no penetraban; sin embargo tu actitud me hace sospechar que hay algún rapaz de por medio, que no te es del todo indiferente...
SERAFINA
Toma; ¡eso si que estaría bueno!
TERESINA
¿Y si fuera así, mamá?
AMBROSIO
Nada, chica, que habríamos hecho un pan como unas tortas.
SERAFINA
¡Nosotros que pensábamos disponer de tu voluntad creyéndote una ingenua!
TERESINA
Pues miren ustedes: Ya que desean claridad, por mi parte con claridad les contestaré: ¿Sepan que hasta dentro de dos meses, no puedo contestar?
SERAFINA
¡Dos meses! ¿Y por qué tanto tiempo?
AMBROSIO
¿Y con qué hecho extraordinario está relacionado este aplazamiento?
TERESINA
Oh, vean ustedes... ¡las cosas!
AMBROSIO
Tu quieres jugar con dos barajas, pequeña. Te estoy calando...
SERAFINA
Nunca me hubiera creído que me llevaras engañada de esta manera.
TERESINA
Mamá, esta es la hora que la haya contestado mentira a ninguna pregunta.
AMBROSIO
En resumen: ¿Qué dices de una vez?
TERESINA
Digo que no quiero casarme y menos con un hombre al que no conozco.
SERAFINA
Antes de una hora, estará aquí.
AMBROSIO
Hoy es el día de vistas.
TERESINA
Pues va a tener un buen viaje porque será como quien va a Roma y no ve al Santo Padre.
SERAFINA (A Ambrosio)
La culpa es tuya de ser tan ligero.
AMBROSIO
¿Yo? ¿Pero que estás hablando si tu asentiste de mil amores?
SERAFINA
¡Que tenía yo que figurarme que esta mocosa se nos colocaría de espaldas a la pared!
TERESINA
Papás, no discutan ustedes en balde. Si quieren yo misma hablaré con Don Matías.
AMBROSIO
¿Para hacernos correr un ridículo mayor?
SERAFINA
¿Para que vea que eres una niña díscola?
TERESINA
Pero mamá, por Dios, ¡qué cosas tiene usted! ¿No comprende usted que este paso de casar una hija sin su consentimiento, ha pasado de moda y sólo lo hacían cincuenta años atrás en las aldeas del monte?
SERAFINA
Y el desobedecer a los padres, ahora, sólo lo hacen, las buenas piezas como tú, que tienen la cabeza a pájaros. ¿Ah, si pudiera jugar otra vez? Yo te aseguro que no te movías de cosida a mis faldas...
TERESINA
¡Ojalá! Quizá entonces no me encontraría en el dilema de tener que desobedecerles.
AMBROSIO
Y bueno, bueno; ¿Quién es él?
TERESINA
Hoy por hoy, no es nadie.
SERAFINA
No finjas, mujer. ¿No ves que se te conoce a la cara?
AMBROSIO
Escucha, escucha: ¿y si no fuese a nuestro gusto y te desheredáramos y te echáramos de casa?
TERESINA
Ah, pues miren ustedes; yo me las compondría. Tengo buenas aptitudes, para institutriz, señorita de compañía, o de mecanógrafa, taquillera...
AMBROSIO
Ay, ay, Serafina: Esta niña es más valiente que nosotros dos a la vez.
SERAFINA
Bien podemos decir que nos hemos dormido a la paja.
AMBROSIO
¡Pobre muchacho! el que debe venir, según me ha dicho su padre con el corazón latiendo de esperanza...
SERAFINA
Poco puede pensar la burla que se le espera...
TERESINA
No merece ninguna lástima cuando una cosa tan personal y seria, la confía a tercera persona. Si se figurará que es comprar un auto ganar el cariño de una chica.
SERAFINA
¡Descarada!
AMBROSIO
¡Basta, hija, basta! No se hable más de ello. ¡Levemos anclas y al avío!. Ya puedes marcharte a dónde quieras, con tal que no oiga más esta tabarra.
(Teresina recoge el ramo que había dejado encima de la mesa y, silenciosa, pero muy serena, se va por las habitaciones)
SERAFINA (Con guasa)
Ve, vete a pintar el ramo, mas que te conste: que lo que es a mí, esa no me la pintas.
(Queda sólo el matrimonio con gran postración)
SERAFINA
Bueno, ¡ya has visto!
AMBROSIO
Ya lo creo, visto y oído.
SERAFINA
¿Y como quedamos nosotros? ¿Y como nos salimos de este embrollo? Vaya comida que nos aguarda. Tantas ilusiones hace un rato y ahora va a parecer que volvemos de un responso.
AMBROSIO
No hay más remedio que decir la verdad a Matías.
SERAFINA
Pues yo quisiera saber antes, lo que es este lío. Verás, Antoñita puede que sea su confidente.
AMBROSIO
¿Y que vas a conseguir con ello? ¿Darte más pena?
SERAFINA
No importa; quiero saberlo.
(Sale por la puerta de la cocina y reaparece enseguida, con Antoñita. Esta viene hecha una escamona)
AMBROSIO
Oye chica, quisiéramos hacerte una pregunta de un poco de compromiso, pero desearíamos que nos fueses explícita.
SERAFINA
O lo que es lo mismo, que no te vayas por callejones.
ANTOÑITA
Ay, ¡no señora, no!
AMBROSIO
¿Prometes decirnos la verdad?
ANTOÑITA
De cabo a rabo, toda la que sepa. Ya pueden estar ustedes ciertos.
AMBROSIO
Está bien, está muy bien. ¿Dinos pues, qué has observado en Teresina, desde que ha vuelto del Colegio?
ANTOÑITA
Ah, yo nada, señor. Yo no reparo nunca en los señores y la señorita.
SERAFINA
Verás, no nos salgas con cuentos: tú sabes que Teresina tiene novio.
ANTOÑITA (Sorpresa)
¿De verdad?
SERAFINA
¿Pero por qué te haces la tonta?
AMBROSIO
No pretendas hacernos ver que te pasan por alto.
ANTOÑITA
¿Yo? ¿Si no lo saben ustedes como quieren que lo sepa yo, pobre de mí?
AMBROSIO
Es distinto. Tú y ella venís a ser como... hermanas de biberón... Quiero decir que comíais en el mismo restaurante cuando estabais en lo que se llama período de lactancia. Sé que os tenéis una gran confianza y contigo, mejor que con nadie, puede descansarse de estas trapisondas.
ANTOÑITA
Créanme señores, que yo...
SERAFINA
¡Si de fijo eres la que le llevas las cartas, mujer!
ANTOÑITA
¡Eso, nunca, nunca! Si no supiera que ha venido del Colegio, me creería que no sabe leer ni escribir, ya ve usted.
SERAFINA
O les habrás hecho de correveidile que para el caso, es lo mismo.
ANTOÑITA
¿Creer que yo les pueda traicionar de esta manera? Antes muerta. Sí, sí; cien veces la muerte.
AMBROSIO
¿Así no quieres confesar...?
ANTOÑITA
Para confesar hay que haber hecho algún pecado y yo, de eso que hablan, no sé ni pizca.
AMBROSIO (Persuasivo)
Vamos: si nos lo dices, vas a salir ganando...
SERAFINA
Es verdad: te haremos un regalo y te aumentamos el salario.
ANTOÑITA
Pero...
AMBROSIO
Anda, anda, di lo que sepas y no te hagas de rogar más, ¡vamos!
SERAFINA
Que no va a enterarse de nada...
ANTOÑITA
Créanme ustedes que no sé nada. ¿Cómo quieren que se lo diga? ¿No ven ustedes que las mozas de pueblo somos unas tontas que todo lo ignoramos? Por cualquier cosa quedamos boquiabiertas...
AMBROSIO
Lo que eres más larga que un antiaéreo, tú. Vamos déjate de pamplinas que muchas veces cuando nosotros vamos, vosotros ya habéis vuelto y aún hacéis un alto en el camino.
ANTOÑITA (Llorosa)
Yo, no, que soy muy palurda, que ya me lo decía mi madre cuando era chavala...
SERAFINA
En cambio no te falta malicia para comprender ciertas maquinaciones.
AMBROSIO
En fin, ¿quieres servirnos sí o no?
ANTOÑITA
Sí señor; pero yo de eso de que me hablan, no sé nada, créanme. ¿Cómo me va a decir a mí la señorita estas cosas, teniendo una mamá tan buena, como Doña Serafina?
SERAFINA
¡Bueno, bueno, a mí no me des coba, chica!
(Se oye dentro, la voz de D. Matías que llama a Antoñita)
AMBROSIO
Callad, que me parece que oigo a Matías.
ANTOÑITA (Respirando)
Creo que me está llamando...
SERAFINA
Que bien te viene esta llamada para escurrir el bulto. Ve, ve, a ver que quiere.
(Antoñita desaparece por la puerta de las habitaciones)
AMBROSIO
Estamos otra vez entre tinieblas.
SERAFINA
Todo se conjura para que no podamos saber la verdad.
AMBROSIO
¿Sabes qué te digo? Que nos vayamos al comedor porque aquí no es el lugar a propósito para explicar a Matías la rebeldía de la chica.
SERAFINA
Vamos y de paso, podremos estudiar la forma de administrarle la píldora...
AMBROSIO
Pobre muchacho, cuando llegue, ¡qué chasco!...
SERAFINA
Vamos, vamos.
(Desaparecen por la puerta del comedor. La escena queda sola unos momentos. Comparecen por la puerta por dónde ha salido Antoñita, ésta y D. Matías. El último muy jovial y satisfecho)
(NUMERO 3)
MATÍAS
Chica, si fío en ti, a lo mejor me hubiera levantado a la hora de volverme a la cama...
ANTOÑITA
Sí señor, sí, tiene usted razón. Es que me he distraído. Tiene una tantas cosas en la cabeza que, la verdad, no me he acordado que llegó usted anoche.
MATÍAS
Suerte tienes de que eres una muchacha de miramientos. Quiero decir que tienes mucho a mirar en tu cuerpo que si no, lo que es esa, te la hacía pagar con quebranto.
ANTOÑITA
Por el amor de Dios no diga usted nada a Doña Serafina porque iba a armar una escandalera...
MATÍAS
¡Y quita mujer! No he perdido ningún tren por eso.
ANTOÑITA
¿Qué, quiere usted desayunar enseguida?
MATÍAS
No me voy a esperar al chico: desayunaremos juntos, cuando llegue.
ANTOÑITA
¡Ah! ¿Ha de llegar un hijo de usted?
MATÍAS
Ya habrá entrado en el pueblo probablemente. (Consulta el reloj) Son las diez. Seguramente estará dejando el coche en el garaje, si no ha habido novedad.
ANTOÑITA
¿Y lo saben ya los señores?
MATÍAS
¡Y claro que lo saben, rapaza! ¿Porque dónde te lo digo has de saber y comprender que mi hijo y Teresina... estamos? muy pronto "dominus vobis cum et cum espíritu tuo"... (Hace la bendición)
ANTOÑITA
¿Se van a casar?
MATÍAS
En la Basílica de Montserrat con toda la luminaria, fíjate...
ANTOÑITA
¡Aaaah!... ¡Ahora lo entiendo!
MATÍAS
¿Qué, qué entiendes muchacha?
ANTOÑITA
Nada, no señor, nada... Cosas que una ve... ¿entiende?
MATÍAS
Y claro. Tu ahora habrás visto grandes preparativos. A bien seguro que Teresina ya estará en el tocador y habrá removido antes todo el armario ropero buscando el mejor vestido.
ANTOÑITA
Esto es: ni más ni menos.
MATÍAS
Y a los viejos les saldrá la satisfacción hasta por los poros...
ANTOÑITA
¡Ya me he fijado que estaban muy alegres... mucho!. Sobre todo Doña Serafina...
MATÍAS (Satisfecho)
Sí ¿eh?. La verdad, es que va a ser todo un golpe. Vaya pareja. Serán la admiración de todo el mundo.
ANTOÑITA
Se conoce que todo esto, dentro de un rato estará que arde de... fiesta y risas.
MATÍAS
¡Y de champagne! Nada apostaría de que mi hijo es capaz de hacer una de las suyas. Verás, voy a ver si lo encuentro, que a lo mejor estará impaciente. Vaya hasta luego.
ANTOÑITA
Vaya usted con Dios.
(Don Matías desaparece por la puerta del jardín muy contento y medio canturreando. Antoñita queda como quien ve visiones)
ANTOÑITA
Cuando ha de llover, allá en el cielo yo no sé los preparativos que hacen, pero en esta casa con todo lo que he visto y oído, puedo responder que el estrépito va a ser de temblor de tierra. La señorita, tan fresca, está en la azotea pintando aquel ramo de flores que trajo del jardín; los señores estarán removiéndose por las butacas del comedor como si tuvieran el mal de San Víctor y este bonifacio que acaba de marcharse, más contento que una guitarra malagueña. Esto se pone oscuro: truenos y rayos. Me parece que me encierro en la bodega hasta que se haya pasado el temporal. ¡Al refugio, al refugio, peligro de bombardeo! (Se va por la cocina)
(Pausa larga. Entran D. Matías y Leonardo por la puerta del jardín. Del primero no hay que hacer descripción por que con mucha exactitud la ha hecho Teresina hablando con Antoñita. Sólo hay que hacer constar que no tiene lo que se dice cara de Pascuas por que su aspecto es de apocamiento)
MATÍAS
Ya me daba en el corazón, chico, que tenías que estar cerca. El corazón de un padre no se engaña nunca. Sabe seguir el rastro de los hijos, mejor que ningún lebrel no huele el de las liebres...
LEONARDO (Con un suspiro)
Se conoce que sí.
MATÍAS
¿Y qué me dices del aspecto de la casa? ¡Y cuando veas la chica! Es un cromo. Has de espabilar, hombre, no parece sino que te hayas mareado.
LEONARDO
Pues no me he mareado.
MATÍAS
Como no te animes, esto va a parecer una sesión de espiritismo y no unas vistas. ¡Ni que te llevaran a una checa!...
LEONARDO (Con gran esfuerzo)
Verá usted, papá: hemos de hablar claro, usted y yo.
MATÍAS
Y habla, hombre; aprovecha ahora que estamos solos.
LEONARDO
Mire usted, sería una falta a su afecto y además una cobardía, si no le expusiera los dictados de mi corazón, abriéndole el pecho de par en par, como las puertas de una cámara secreta...
MATÍAS
Mira déjate de puertas y ventanales y despacha pronto.
LEONARDO
Permítame que hable porque es muy esencial y tiempo queda para todo. Anoche usted me entabló el proyecto de casarme con la hija de su socio, a la cual no conozco.
MATÍAS
A este efecto, te encuentras en esta casa...
LEONARDO
Me encuentro y no me encuentro...
MATÍAS
¿Qué quieres decir?
LEONARDO
Pues muy sencillo, que vengo a deshacer este plan disparatado que viene usted urdiendo desde hace unos cuantos días.
MATÍAS (Asombrado)
¿Has dicho deshacer?
LEONARDO
Usted anoche, me sorprendió. El gran respeto que le he tenido siempre, me impidió de rebelarme de pronto contra usted, que tanto ha hecho por mí desde que me dio el ser.
MATÍAS
¿Esas tenemos?
LEONARDO
...pero una estrecha consulta con mis sentimientos más hondos, me ha lanzado a comparecer en este lugar, en el cual me citó usted, no para decir "amen" a cuanto usted proponga, antes bien para manifestarle que no puedo secundar de ninguna manera esta empresa temeraria de mi casamiento
MATÍAS
Chico, te desconozco, ¡vaya arrestos!
LEONARDO
Sí porque mi conciencia oye otra vez que pugna, que lucha incesantemente con la voz paterna, cuyas decisiones, hasta este momento, en todos los actos, había antepuesto a mis propios impulsos, con resignado acatamiento.
MATÍAS
Bien, bien; supongo que a lo menos, me dirás el porqué de esta determinación y no creo que sea pedir mucho.
LEONARDO
Pues muy sencillo: porque mi corazón ya está entregado a otra mujer...
MATÍAS (Indignado)
¿Que has entregado...? ¿Y quién eres tú para entregar nada sin que yo lo sepa?
LEONARDO
O me lo he dejado quitar, que para los efectos es lo mismo.
MATÍAS
Bien, hombre, bien; esta si que estaría buena, ¡cómo hay Dios! Guardarte como una reliquia, haberte criado con todo mimo y cariño para que venga una aventurera cualquiera y se te lleve... porque supongo que no debe ser más que una modistilla, una pantalonera o una dependienta de mostrador.
LEONARDO
Se equivoca usted. Es hija de una familia dignísima, de buena posición, con todos los atributos que la belleza puede conferir a una muchacha.
MATÍAS
¡Ay, hijo mío, con qué calor hablas! Tú si que has mordido el anzuelo. Como han sabido aturdirte...
LEONARDO
Pues crea usted que yo estoy bien satisfecho de ello.
MATÍAS
No hay bastante contigo. Creo que yo cuento para algo, y que mi consentimiento también es necesario para la sonada que te propones.
LEONARDO
Lo sentiría porque si no lo tengo, será la primera vez en mi vida que me obligará a que me dé cuenta de que soy un hombre y que recabe mi libertad de acción como a tal.
MATÍAS
¡No, no! No puede ser eso. Has de hacerte cargo que esta chica va a morir del desengaño; ¡ella que ya no debe pensar en otra cosa, la pobre!
LEONARDO
No se apure usted ni la compadezca de esta manera. De igual forma que me acepta a mí con tanto desinterés, puede confiar que también aceptará al primer quídam que le echen en cara.
MATÍAS
¿Y si ya estuviera enamorada de ti, antes de conocerte?
LEONARDO
Ah, en este caso, si tan enamoradiza es, creo que todavía obro con más cordura porque una vez casada, quizás también se hubiera enamorado del primer amigo que entrara en casa.
MATÍAS
¡Cállate, no la mancilles que es una santa!
LEONARDO
Pues mire usted, los santos al cielo o sino, que la pongan en un altar porque en mi corazón no tiene cabida, por más santa que sea.
MATÍAS
Chico, piénsalo bien. Me haces incurrir en un acto informal. Un hombre de negocios como yo que ha mantenido su palabra en todos los casos...
LEONARDO
Su palabra de ahora ha de ir aparejada con la mía y la acción ha de recaer sobre mí. Me parece que es muy justo que me ponga en guardia.
MATÍAS
¿Y qué querías que hiciera yo al verte tan taciturno que hasta parecía que las mujeres te daban miedo?
LEONARDO
¡Qué disparate! Eso se lo parecía a Vd. pues que le conste que las únicas mujeres que me asustaban eran las amas de llaves que tenemos en casa.
MATÍAS
¡Chico!...
LEONARDO
Verá usted: hay un medio bien sencillo; usted es viudo, ella es soltera... ¡pues adelante con los faroles!
MATÍAS
Me voy porque no podría contenerme. No quiero oírte más. Yo solo me voy a pasar la vergüenza y el sonrojo.
LEONARDO
Perdóneme usted de todo y hágase cargo... Yo ya no sé ni lo que me digo.
MATÍAS
Y yo ya no sé ni lo que escucho. Voy a encontrar a esta gente porque me iba a dar una apoplejía, si continuaba teniéndote delante.
LEONARDO
Pero papá...
MATÍAS
¡Que desastre, Dios mío, qué desastre!... ¡Cría hijos, cría cuervos! (Sale por la puerta del comedor)
LEONARDO (Suspirando)
Es doloroso pero no podía ser de otra manera.
(Así que Leonardo se dispone a abandonar la casa, Teresina aparece por la puerta por dónde salió. Al ver a un extraño se detiene y lo mira con atención. Leonardo, al notar la presencia de la recién llegada, se vuelve instintivamente. A Teresina se le ahoga un grito en la garganta)
(NUMERO 4)
TERESINA
¡Oh!
LEONARDO
¿¡Usted!? ¿Es usted Teresina?
TERESINA
La misma, Leonardo; ¿pero de dónde sale usted? ¡A que mala hora se le ha ocurrido a usted venir!
LEONARDO
¡Y aún si lo supiera!
TERESINA
¿Y como se ha enterado usted de que estaba en esta casa?
LEONARDO
Hasta este momento no lo he sabido.
TERESINA
¿Pues entonces cómo ha llegado hasta aquí?
LEONARDO
Yo por circunstancias muy especiales; ¿y usted?
TERESINA
De una manera muy sencilla; estoy en mi casa.
LEONARDO
¿Dice en su casa? ¿Ésta es su casa? ¿Así usted es hija de Don Ambrosio Comas?
TERESINA
Por mientras viva; pero me deja usted sorprendida. ¿Y usted como conoce a mi papá?
LEONARDO
Por el mío, que es su socio desde hace quince días.
TERESINA
¿Entonces es usted hijo de Don Matías Prats?
LEONARDO
Hasta la muerte.
TERESINA
¿E hijo único?
LEONARDO
No he conocido otro en mi vida.
TERESINA
¿Así Leonardo es a usted a quien quieren casar como al que le buscan una colocación en un comercio?
LEONARDO
Con toda mi protesta. Mi presencia en esta casa, era para echarlo todo por la borda y si tarda usted un momento más en salir, ya no me hubiera encontrado.
TERESINA
Pues mire usted: consuélese porque yo soy la víctima inmolada que le destinaban.
LEONARDO
¿Usted? ¿También hija única? ¡Esto es el caos!
TERESINA
Y que conste que era con toda mi oposición.
LEONARDO
¿De veras? pues mire usted, pretendían hacerme creer que a estas horas estaría llorando usted a borbotones...
TERESINA
Esto es una patraña sino, la rabieta de mis papás le responderían mejor que mis palabras.
LEONARDO
Y el mío, ¡el pobre! que se sentía llegar una apoplejía fulminante, al verme tan irreductible...
TERESINA
¿Qué hemos hecho Leonardo?
LEONARDO
Nosotros lo que debíamos y el ángel de la guarda de nuestro amor nos ha puesto en contacto más deprisa, al ver la pureza de nuestro cariño.
TERESINA
¿Y se ha acordado usted siempre de mí?
LEONARDO
No la olvidé un momento. Esperaba el otoño que se acerca, con el mismo afán que los malos estudiantes esperan las vacaciones... ¿y usted?
TERESINA
No sabría explicarme. Cuando los papás decidieron pasar el verano aquí en el hotelito, sentí como una tristeza, una extraña melancolía, igual que si me encerraran en una jaula, pero cuando me encontré transportada, pronto me di cuenta de que este retiro silencioso me aislaba del mundo y que era el mejor lugar para consagrarme al recuerdo de aquellas dos excursiones.
LEONARDO
Como me place escucharla, Teresina. Esta prueba, a que nos ha sometido la casualidad, agranda enormemente nuestro amor. Animo, mi dulce bien, mi tesoro... Pensemos que las circunstancias han allanado nuestro camino y que nuestra felicidad ha dado un paso seguro hacia su realización.
TERESINA
Qué alegría van a tener los papás cuando vean que accedemos a obedecerlos.
LEONARDO
Justamente ahora que el mío les estará devolviendo la palabra que les prometió inconscientemente.
TERESINA
Y que la habrán recibido con satisfacción al verme tan resuelta hace dos horas.
LEONARDO
Pues bendigamos su mala ocurrencia que ha conseguido lo que el tiempo nos tenía reservado para más adelante; volvernos la ventura de nuestro acercamiento.
(Comparecen por la puerta del comedor Dª Serafina, D. Ambrosio y D. Matías. Todos con cara de disgusto y resignación)
SERAFINA
Nada, dejémoslo correr y no nos acordemos más de ello.
AMBROSIO
Eso mismo. Como si hubiéramos pasado una pesadilla.
MATÍAS
¡Alabado sea Dios!
(Leonardo corre hacia su padre y Teresina en dirección a los suyos)
LEONARDO
¡Papá!
MATÍAS
¿Aún revoloteas por aquí, tu? ¿Y con Teresina por más burla?
TERESINA
¡Papás!
AMBROSIO
¿Tú con Leonardo?
LEONARDO
Mire usted lo he pensado mejor y quiero complacerle: me caso con ella.
MATÍAS
Ah, no hijo mío, no; De ninguna manera. ¡Todavía no ha llegado la hora del sacrificio de Abraham!
TERESINA
Miren ustedes papás. He recapacitado lo que me han propuesto y para que estén satisfechos de mí, consiento en casarme con Leonardo.
SERAFINA
¿Te has vuelto loca? ¡Y quita mujer! ¿Si te figurarás que no tenemos entrañas?
AMBROSIO
¿Tú quieres que yo te vea languidecer como la princesa del cuento que se casó con un rey porque sus padres no la dejaban festejar con un paje?. Te digo que paso; que no estoy conforme; ahora el disgusto ya nos lo hemos rebebido.
TERESINA
No, no; no quiero que corran el ridículo de que pueda pensar Don Matías que no hago más que mi voluntad.
AMBROSIO
Y no queremos que se cumpla otra en estas cosas.
SERAFINA
Naturalmente. Frescos estaríamos. A pesar de que tuvieran que juntarse cielo y tierra...
MATÍAS (A Leonardo)
Quítatelo de la cabeza hijo mío: primero es la conciencia y nunca consentiré que tuvieras que arrepentirte, por mi culpa, de un lazo para toda la vida, con una mujer que no es de tu gusto.
LEONARDO
¡Y ya lo será!
MATÍAS
Quiá. No, no: con la otra, con la otra, que es la que a ti te agrada...
LEONARDO
Pero...
MATÍAS
Estoy contento de tu obediencia no obstante, primero es tu felicidad, hijo mío... ¡Con la otra, con la otra!
LEONARDO
Pero si nos queremos, papá. ¿Verdad que nos queremos, Teresina?
TERESINA
Con toda el alma.
AMBROSIO
¡Recáspita con los críos! Cuando lo queríamos nosotros de buena fe, nos habéis cantado las veinte en bastos, pues ahora...
SERAFINA
Fuera, fuera; conservamos la amistad todos juntos y que cada uno siga con su inclinación.
LEONARDO (A Teresina)
¿Y cómo les vamos a decir que nos queremos de verdad?
MATÍAS
¿Improvisaciones de cariño a estas horas? ¡Y quita hombre!
LEONARDO
Si no es improvisación: si nos queremos hace cuarenta y tres días...
MATÍAS
Y ocho horas y veinte segundos... ¿no? Os conoceríais por radiotelevisión: uno en el cabo de Creus y otro en el de Finisterre.
LEONARDO (A Ambrosio)
Para que vea es verdad lo que digo, sólo me falta añadir que a Teresina la conocí en el Colegio de los Bajos Pirineos.
AMBROSIO
Allí estaba, efectivamente.
LEONARDO
Coincidiendo con el período de prácticas de mi carrera de ingeniero, con la familia del Sr. Campos hicimos dos excursiones, en compañía de su hija Flora y de Teresina.
TERESINA
Bien se lo escribí a ustedes; ya pueden acordarse.
SERAFINA
Pero no nos dijiste que estaba el hijo de Don Matías como expedicionario...
TERESINA
Porque no sabía que fuese su hijo y menos que su papá fuese nuestro socio desde hace quince días.
AMBROSIO
¿Y aquello de que hasta dentro de un par de meses no podías contestar?
TERESINA
Porque teníamos que vernos, una vez terminado el verano, en casa de Flora y hasta que tuviese la certeza de su cariño no quería decirles una sola palabra.
MATÍAS
Y todo esto, que parece tan verosímil, ¿es verdad?
LEONARDO
¿Y pueden dudarlo, después de vernos tan rebeldes al hacernos la propuesta y, ahora, tan radiantes de alegría, al encontrarnos tan cerca uno de otro?
MATÍAS
Hijo... has hablado con más elocuencia que Doña Lolita Ibarruri, vulgo la Pasionaria. Casi, casi, me haces caer en la cuenta.
SERAFINA
¿Queréis que os lo diga?. Esto viene de Dios. Está bien claro.
AMBROSIO
Pues que se casen.
MATÍAS
¡Alabado sea Dios!
SERAFINA
Aunque bien mirado, ahora, se merecerían que les hiciéramos la contra.
MATÍAS
Cierto: por llevároslo tan oculto.
AMBROSIO
¿Pero qué le vamos a hacer?
MATÍAS
¡Es tan hermoso perdonar!
SERAFINA
Y gusta tanto casar como una quiere a la familia.
AMBROSIO
Tenéis toda la razón. En el pecado encontrarán la penitencia. (A los chicos) Casaos y, como castigo, que Dios os conceda hijos de ambos sexos y que un día cuando sean mayores, os hagan sorber el mismo mal trago que nos habéis administrado vosotros.
TERESINA
Ha hablado usted muy bien, papá; pero que le conste, que Leonardo y yo, desde ahora, tendremos por lema de que en estas cosas, los padres proponen... y los hijos disponen.
(Aparece Antoñita)
ANTOÑITA
Señores, cuando gusten, la comida está dispuesta.
MATÍAS
Bendita palabra.
ANTOÑITA (Aparte)
¿Que habrá pasado aquí? Los aires parecen de bonanza.
MATÍAS (A Antoñita)
Prepara el champagne, chica. En este momento, empieza la fiesta.
AMBROSIO
¡A la mesa, a la mesa!
ANTOÑITA
(¡Y la señorita tan contenta!... ¿Y aquel John Gilberto? Si lo entiendo, que me parta un rayo)
FIN
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