LIBERACION
COMEDIA EN TRES ACTOS
FIGURAS
MADRE MARGARITA 23 AÑOS.
VIRGINIA 27 AÑOS.
AMALIA 32 AÑOS.
PLÁCIDA 25 AÑOS.
SOR EMILIANA 35 AÑOS.
TORIBIA 23 AÑOS,
VENANCIO 32 AÑOS.
GERMAN 40 AÑOS.
BRUNO 45 AÑOS.
NICOLAS 45 AÑOS.
RAIMUNDO 28 AÑOS.
El primer acto en Albarrosa y los dos restantes en Altarriba, pueblos imaginarios, en Cataluña.
ACTO PRIMERO
Salón en casa de Virginia. Puerta al fondo y laterales. Mobiliario antiguo.
(En escena VIRGINIA y VENANCIO)
VIRGINIA
Eres el mismo.
VENANCIO
Con tres años más, encima.
VIRGINIA
No se te notan.
VENANCIO
Es que me los escondo. (Se ríen los dos)
VIRGINIA
No importa. Según como una se lo mira, parece que se ha pasado un siglo, en cambio, si se enlazan los recuerdos de cuando te fuiste diríase que fue ayer...
VENANCIO
Cuántas cosas han pasado en tres años...
VIRGINIA
¡Cuántas angustias!...
VENANCIO
¿Volveremos a vernos?. Me preguntaba en todo momento.
VIRGINIA
Nunca perdí la fe. Desde el primer día, tuve la creencia de que nuestras armas, saldrían victoriosas...
VENANCIO
¡Si supieras lo que me hacía sufrir tu situación!. Burlados los marxistas con mi marcha a través de los Pirineos, a cada instante, presentía sobre ti, todas las vejaciones y torturas de sus iras. ¿Por qué no habías de dejar el infierno rojo y venir a mí, aunque fuera a campo traviesa?
VIRGINIA
¿Quieres saberlo? Pues por egoísmo. Si te vas -me decía- vamos a perderlo todo. Las mujeres somos más previsoras e interesadas que los hombres. Me pareció que el estar encima del patrimonio de mis padres me permitiría salvar la casa con los muebles, ropas, joyas y todo lo que tenía valor.
VENANCIO
Y te saliste con la tuya.
VIRGINIA
No me faltaron servidores fieles que me ayudaron a hacer el escamoteo... Pedir un pasaporte era una imprudencia inútil porque no tenían que concedérmelo y pasar jornadas de noche por montes y bosques, pisando rebollos y aliagas, era peligroso y superior a mis fuerzas.
VENANCIO
Me has hecho mucha falta por allá.
VIRGINIA
Y yo aquí sin ti, me consumía. Sólo la esperanza era mi sostén. Y mira, al fin y al cabo, volvemos a encontrarnos sanos y salvos.
VENANCIO
Con más cariño que nunca.
VIRGINIA
Ya no puede haber nada en el mundo que nos separe.
VENANCIO
Parece que volvamos a los primeros días de nuestras nupcias.
VIRGINIA
Con más ilusión, si cabe.
VENANCIO
Estoy en casa, en mi hogar, junto a mi mujer... Unas palabras tan sencillas y naturales y el tiempo que llevo sin poder pronunciarlas.
(Por la puerta del fondo comparece PLÁCIDA, sirvienta de la casa)
PLÁCIDA
Señorita: han llegado unos camiones que traen de todo. ¿Qué quiere usted comprar? ¡¡Pida usted, pida usted!! chocolate, queso, mantequilla, plátanos, pan blanco, café, jamón, azúcar... .
VIRGINIA
¡Virgen Santa! ¡Si parece el agua en el desierto!.
PLACIDO
Ahora si que ya podemos decir que se han terminado las colas.
VIRGINIA
Cuánto tiempo sin ver nada de todo esto...
PLÁCIDA
Vaya señorito, que ya nos lo han hecho ansiar. Bien les ha costado venir a rescatarnos.
VENANCIO
¿Tanta hambre padecíais?
PLÁCIDA
Más que los perros de Cabrera.
VIRGINIA
Estábamos a régimen forzoso: lentejas y carne rusa congelada.
PLÁCIDA
Y continuamente a merced del Comité.
VIRGINIA
Menos mal que Plácida tenía buenas arrimaderas en el Comité. Se hizo prometida del chico del herrero cojo...
VENANCIO (A Plácida)
¿Hacías de rojilla?
PLÁCIDA
Para despistar. Gracias a él, la señorita sabía lo que había dicho por la noche Queipo de Llano porque todo el Comité no se metía en la cama sin escucharlo...
VIRGINIA
Y me salvó más de una vez, de registros de los milicianos.
PLÁCIDA
¡Si eran una cuadrilla de asquerosos!
VIRGINIA
Yo no sé como le salió bien.
PLÁCIDA
Porque chillaba más que ellos. Ningún reparo hubiera tenido para liarme con ellos a mordiscos o con las uñas...
VIRGINIA
Una noche se nos presentaron a las once, y querían a toda costa, uno de tus gabanes...
PLÁCIDA
Y otra, un reloj de bolsillo para el frente.
VENANCIO
¿Para el frente? Lo querrían para saber la hora del rancho.
PLÁCIDA
Algún vivo que debía interesarle saber la hora para hacerse el "camuflao", como se dice ahora, al tener que entrar al ataque. ¡Valientes que eran los mozos! Esto se dijo en mas de cuatro lugares que yo no lo invento, ¡ea!
VIRGINIA
Y las dos veces se los quitó de delante, dejándoles con un palmo de narices.
PLÁCIDA
Si todo era cuestión de pillería. (Haciendo mover los dedos en señal de robo) A un pillo, otro más que él: ¡yo!.
VENANCIO
Pues si que las habéis pasado de todos los calibres.
VIRGINIA
Ya irás conociendo anécdotas graciosas.
PLÁCIDA
Bueno señorita. Ya me dirá usted lo que quiera para comer. ¡Ah!, se me olvidaba: hay carne de cordero y pescado fresco, traído de San Sebastián.
VIRGINIA
Eso parece otra vida.
VENANCIO
Es otra España.
PLÁCIDA
A mí me da que esto se nos indigesta, como si lo viera.
VIRGINIA
Ve y compra lo que te parezca mejor.
PLÁCIDA
Compraré de todo. Ah, otra cosa: de estos billetes que corrían con tanta abundancia, no quieren ni uno. Hay que ir con billetes nacionales o plata.
VENANCIO (Sacando un billete)
Toma, compra lo que haga falta.
PLÁCIDA
Qué animación hay por todas partes. Todo el mundo está en la calle. Los soldados que no han seguido el frente, les verían ustedes pasearse con las chicas por calles y plazas. Y toda la música del regimiento. A los chavales que parecía que los moros les iban a dar miedo, ahí me los tienen ustedes jugando unos con otros. Los balcones con colgaduras como si pasara la procesión de Corpus. La gente va volviendo de las casas de campo y de los refugios de las afueras, formando romería y... campanas al vuelo. No es poca la alegría y el bullicio.
VIRGINIA
Anda date prisa que no nos quedemos sin nada, charlatana.
PLÁCIDA
No se apure usted señorita que de camiones llegan en caravanas como los gitanos por la feria. También han llegado los de Auxilio Social.
VIRGINIA
No te entretengas.
PLÁCIDA
Cojo el bolso y vuelvo enseguida.
(Entra y sale con este objeto)
VIRGINIA
Deja la puerta abierta.
PLÁCIDA
¡A ver qué vida! Ahora ya no vendrán a hacernos registros. (Sale por el fondo)
VIRGINIA
Ya ves, todo señala fiesta.
VENANCIO
No salgo de mi sorpresa.
VIRGINIA
Vivías en otro mundo.
VENANCIO
Bien distinto, es cierto. Era mi pesar cuando comparaba tu vida y la mía. Conocía las privaciones a que estabais sujetos por los compañeros que daban la vuelta por Francia y eso me tenía intranquilo. A ti no té falta nada -pensaba para mis adentros- y Virginia de seguro que pasa hambre...
VIRGINIA
Todo lo doy por bien empleado puesto que te tengo otra vez junto a mí.
VENANCIO
¿Tanto me quieres?
VIRGINIA
Ahora me he dado cuenta. Nunca, como en estas pruebas, se manifiesta el amor verdadero. Es una dura experiencia. Los sufrimientos se olvidan; el haber vivido solamente por la ilusión y la esperanza del regreso del ser amado, no se olvida jamás. ¿Qué tonta soy de decirte estas cosas verdad?
VENANCIO
Eres una criatura encantadora que merece toda la felicidad del mundo.
VIRGINIA
Teniéndote a ti, ya lo tengo todo.
(Se oye la voz de Bruno hablando desde dentro)
BRUNO
¿Se puede?
VENANCIO
Adelante.
VIRGINIA (Yendo al fondo)
Bruno y Nicolás.
VENANCIO
Oh, ¡amigos! (Se abrazan) ¡Bruno!. ¡Nicolás!.
NICOLAS
Míralo.
BRUNO
En carne y huesos. Déjame que te mire, chico. Parece que vengas de ultratumba.
VIRGINIA
Sentaos, sentaos.
BRUNO
Ya que no sales a vernos, no hemos podido resistir más...
NICOLAS
Estás bueno.
BRUNO
Orondo como una seta.
VENANCIO
Bueno estoy, bueno. Pues sí queridos, sí, ahora mismo iba a salir a la calle...
NICOLAS
Ya nos lo dijeron anoche que habías llegado.
VENANCIO
Detrás de las tropas.
BRUNO
Pero es lo que pensamos: cerca de tres años que no se ha visto con Virginia... dejemos que se expansionen.
VIRGINIA
Uy, qué delicados. (Se ríe)
NICOLAS
Quién había de decirlo.
BRUNO
Chico escapaste de una y buena.
NICOLAS
Si no te hubieses marchado, ya estarías echando malvas.
VENANCIO
De todo me enteré y de vosotros también.
BRUNO
Nada más que dos años me he tirado en la cárcel.
NICOLAS
Conmigo se concretaron en quitármelo todo. No me han dejado ni un alfiler.
BRUNO
El caso era salvar la piel.
NICOLAS
Y ahora, a hacer justicia.
BRUNO
Justicia de la buena es lo que precisa.
VENANCIO
Se hará. Todo depende de nosotros.
BRUNO
Ya se han hecho detenciones.
NICOLAS
Y las que seguirán.
BRUNO
Creedme que hay ganas.
VIRGINIA
Se hizo demasiado daño.
VENANCIO
Nada de venganzas. Los jueces que actúen y los Tribunales que fallen serenamente.
NICOLAS
Ahora todos serán buenos chicos, ya lo veréis.
BRUNO
Cuando retiraban el racionamiento a mujeres y niños indefensos y asesinaban a altas horas de la noche en las cunetas, también lo eran...
NICOLAS
A ti, que te buscaron tres noches seguidas como ratas envenenadas.
VENANCIO
Ya os lo dije siempre que no me dejaría coger. Y el mismo día que se inició el glorioso Alzamiento en Marruecos, ya cruzaba la frontera. Y creedme que no me he hecho el parásito en la España Nacional. Allí, trabajaba todo el mundo con fe y disciplina. Por eso hemos ganado la guerra, porque lo poco que ahora falta es como si nada...
BRUNO
Caída Cataluña, el Centro caerá como un castillo de naipes.
VENANCIO
Y a trabajar todos para reconstruir las ruinas que han dejado en su huida cobarde, acosados por nuestras bravas juventudes.
NICOLAS
No nos faltará trabajo.
BRUNO
Pero nos sobrará entusiasmo para hacerlo.
VENANCIO
¿Y vosotros como os habéis liberado?
BRUNO
No quieras saberlo. Tres días haciendo de topo por las yeseras de Monteglauco. Un lugar dónde no se da ni el tomillo.
NICOLAS
Y por encima la aviación haciendo la cadena o aquello que le llaman el picado, que a poco nos hace picadillo.
BRUNO
Era un horror.
VIRGINIA
¿Quién no tiene su historia que contar?
NICOLAS
Y los rojos iban pasando en desbandada, que no era para tenerlas todas con nosotros.
BRUNO
Y menos mal que no les dieron tiempo, que sino, si pueden dar con nuestro escondite, en una batida...
NICOLAS
Nos hacen papilla.
BRUNO
No lo contábamos.
VIRGINIA
Yo me salvé en mi misma casa.
BRUNO
Ha sido una heroína, Virginia.
NICOLAS
Ahora y todo el tiempo en que has estado fuera de su lado.
VIRGINIA
Sólo se puede morir una vez. Con este resumen está dicho todo.
NICOLAS
Es verdad.
BRUNO (Mostrándole el cigarro)
Y ya ves: ya volvemos a fumar.
VENANCIO
¿Tampoco teníais tabaco?
NICOLAS
No teníamos más que miedo.
BRUNO
Había que ser allegado de Negrín, para lograrlo.
NICOLAS
Hemos fumado de todo. Hasta hojas de patatal.
VENANCIO
Si no diera lástima, todo esto haría reír.
BRUNO
Todo lo que ha pasado en esta revolución, tenía tanto de grotesco como de trágico.
NICOLAS
¿Queréis nada más gracioso que aquel sujeto de Pisalubias convertido en notario y registrador todo de una pieza?
BRUNO
Ah, sí, chico; repartían la tierra como si fuera una caldera de rancho. Pisalubias decía a los aldeanos: tu tierra linda con tal y tal y cual; tiene tantas fanegas de cabida, ¡ala! ya puedes ir a trabajar que la finca es tuya.
NICOLAS
Si bien los había que no se marchaban muy contentos, contestándole que preferirían la escritura pasada por la hipoteca.
BRUNO
Y él les aseguraba que el papel que les diera era más fuerte que una escritura.
NICOLAS
Y los otros no se iban muy convencidos, que digamos.
BRUNO
¿Y el miliciano que exigía los pases y los leía con el papel boca abajo?
NICOLAS
Ya irás conociendo ocurrencias pintorescas.
BRUNO
Sí, no hay que gastarlo todo en la primera conversación.
NICOLAS (Levantándose)
Bien chico, ya te hemos saludado y nos retiramos.
BRUNO
¿No vas a salir?
VENANCIO
Os acompañaré un rato.
VIRGINIA
¡Y claro, hombre!
BRUNO
Vamos que nos introducirás en la Comandancia de la Plaza.
NICOLAS
Y prepárate a abrazar y dar apretones de manos.
BRUNO
Bueno Virginia, que sea enhorabuena.
VIRGINIA
Igual. Saludos a las señoras.
NICOLAS
Hasta luego.
VIRGINIA
Id con Dios.
(Salen los tres hombres por el foro, al tiempo que comparece PLÁCIDA, con el bolso apretujado de comestibles)
PLÁCIDA
Señorita, traigo de todo; mientras había espacio en el bolso, iba apretujando que a poco lo reviento.
VIRGINIA
¿Dónde vas, criatura, tan cargada?
PLÁCIDA
Y con el peso, encima tenía que aguantar los galanteos de un gallego que me iba diciendo que valía más yo que tres pares de vaquiñas...
VIRGINIA
¿Ya has echado novio?
PLÁCIDA
Cállese usted por Dios señorita, que, por empezar ya me encuentro en un galimatías de mil demonios. Figúrese usted que también me ha salido un canario aleteando a mí alrededor como una mariposa... ¡y qué canario, señorita! castizo, de aquellos morenos, tanto, que parecen de color moruno, con unos ojazos más grandes que hay para perder el sueño...
VIRGINIA (Riéndose)
Aún conseguirás que me ría...
PLÁCIDA
Si yo no sé qué hacemos en casa, la verdad. Todo el mundo está en la calle... Ah, ahora que me acuerdo: conforme venía para acá, he visto que también hay guisantes en conserva. Tanto como le gustan al señorito. Y latas de pimientos.
VIRGINIA
Ya quieres marcharte otra vez, ¡te lo conozco!.
PLÁCIDA
Por el momento, tanto me importa. Sin embargo, por la tarde, si que me debiera usted dejar salir porque van a bailar en la plaza...
VIRGINIA
Y todo puede arreglarse, mujer.
PLÁCIDA
¿Y no sabe usted lo que ocurre?
VIRGINIA
¿Qué hay de novedad?
PLÁCIDA
Acaban de detener a Doña Rosita.
VIRGINIA
¿La maestra?
PLÁCIDA
Sí señorita, sí; aquella más fea que un pecado mortal que iba a sermonear por los mítines y decía que ella predicaba con el ejemplo, invitando a la juventud al amor libre y, ni por esas, pasaba un alma por su puerta...
VIRGINIA
Ya lo sabía.
PLÁCIDA
Y a las chiquillas de la escuela, les contaba unas cosas que hacen salir los colores a la cara.
VIRGINIA
¿Bueno y qué ha pasado vamos a ver?
PLÁCIDA
Pues que esta mañana, conforme habrá visto usted, así que ha empezado la misa de campaña, se ha puesto una boina colorada, a fuer de margarita y no había bastante espacio para hacer acatamientos y besar el suelo...
VIRGINIA
¿Y qué?
PLÁCIDA
Pues poca cosa: Que ahora ha ido a por ella, una pareja de guardias y como se le ha metido el sol en la cabeza, además de la boina, le han dicho, con buenos modos, que ha de pasarse una temporadita en la sombra porque hace demasiado calor y podría darle un catarro. ¡Qué cara dura, la asquerosa!
VIRGINIA
Ahora llegarán los disgustos para algunos.
PLÁCIDA
Y aquel pinta delgaducho del Cordelero que siempre decía que a todos los facciosos, él solo se bastaba para hacerles tirillas de la piel, ya se ha puesto una camisa azul y... a Falange, se ha dicho. Pero no le va a valer porque se le ha visto el plumero y van a desenmascararlo. ¡Lo mismo da que lleve las flechas en el pecho como si se pusiera las cinco hoces con sus correspondientes martillos, el granuja!
VIRGINIA
Qué frescura tiene cierta gente.
PLÁCIDA
Y ahora vendrá la canción de la llorona. ¡No vamos a ver poca gente que entrará en esta casa a pedir clemencia al señorito!. Pero, yo, en su lugar, pronto lo tendría arreglado: por la puerta se va de patitas a la calle.
VIRGINIA
Ah, no, eso, no: el que la haya hecho, que la pague.
PLÁCIDA
Pues no hay pocas mojigatas... Todas las que al principio se dedicaban a requisar por las casas y a quemar imágenes, las vería usted ahora con las mantillas más grandes que han encontrado, que les llegan a los pies y mostrando rosarios que pesan una tonelada. Como si nunca hubiesen roto ningún plato las pobrecitas. Con una cara de Virgen de las Angustias... Desde ayer, todos cambian de color como el camaleón.
VIRGINIA
Bueno, bueno, llévate eso a la cocina que si no vamos a llegar a la hora de comer y lo más caliente estaría en la fregadera.
PLÁCIDA (Llevándose el bolso)
Eso corre de mi cuenta, en media hora, a la mesa.
VIRGINIA
Llaman otra vez. Hoy no terminamos las visitas. (Plácida se ha metido en la cocina)
(Virginia va hacia el foro y se encuentra con la aparición de los personajes que se indican)
BRUNO (Desde fuera)
¡Qué señor más simpático!.
NICOLAS
Y complaciente.
VENANCIO (Entrando)
Ya estamos aquí otra vez.
VIRGINIA
Qué pronto.
VENANCIO
Hay allí mucha gente.
BRUNO
Venimos a traerte el marido.
VENANCIO
Tengo el gusto de presentarte dos varas: la de Alcalde (señalando a Bruno) y la de juez municipal (por Nicolás)
VIRGINIA
Ah, que sea enhorabuena. Están en muy buenas manos.
BRUNO
Un sacrificio más. No hemos podido negarnos.
VIRGINIA
Sentaos, sentaos.
BRUNO
Gracias. No tenemos tiempo que perder. Los dos hemos de entrar en funciones enseguida. Ya me espera una lista de nombres para informar.
NICOLAS
Tiempo de comunicarlo a las propias y manos a la obra.
BRUNO
Y tu prepárate para recibir también la sorpresa, pues me parece que a Venancio le reservan para un cargo importante.
VENANCIO
Lo que manden; por más que preferiría descansar una temporada.
NICOLAS
Entre todos, hay que hacerlo todo.
BRUNO
La disciplina es la disciplina. Y ahora nos permitiréis que nos marchemos.
NICOLAS
Tiempo quedará para vernos.
BRUNO
Dejaremos el sitio para nuevas visitas que no te van a faltar.
VENANCIO
Apenas si podía dar un paso que no me atormentaran.
NICOLAS
Y la gente que te falta por saludar.
VENANCIO
Hay que revestirse de paciencia.
BRUNO
Después de comer, te esperamos.
NICOLAS
No faltes que cambiaremos impresiones.
VENANCIO
Perded cuidado. Vamos que os acompañaré a la puerta.
BRUNO
Hasta otra, Virginia.
VIRGINIA
Seguid bien y que tengáis acierto.
(Los tres hombres salen por el foro y Virginia desaparece por la misma puerta que Plácida. Queda sola la escena unos instantes, pasados los cuales, comparecen RAIMUNDO y VENANCIO por el foro)
RAIMUNDO
Ya te suponía por aquí.
VENANCIO
En cambio, a ti no me figuraba verte tan pronto.
RAIMUNDO
Es la norma de los Jefes. En cuanto se toma una plaza, conceder permiso a los que llamaremos indígenas para que estén con sus familias. Y, a toda prisa, aquí me tienes para abrazar a mis padres.
VENANCIO
Bien, hombre, bien. Siéntate. (Se sientan los dos)
(Hay que advertir que Raimundo lleva la indumentaria de combatiente del Ejército Nacional)
RAIMUNDO
Por poco rato porque he de aprovechar el tiempo.
VENANCIO
¿Cuantos días te han concedido?
RAIMUNDO
Sólo he de decirte que el sábado he de estar en mi unidad.
VENANCIO
Estamos a jueves... pues si que lo llevan riguroso.
RAIMUNDO
Y gracias, aún. No es cuestión de perder tiempo haciendo vacaciones extemporáneas.
VENANCIO
Ya me ves, parece que fue ayer.
RAIMUNDO
Sí, ya vuelves a estar en tu casa.
VENANCIO
Diríase que es un sueño.
RAIMUNDO
Quién pan come, a casa vuelve, dice cierto refrán de nuestra tierra y no miente. Gracias a Dios, a ti, de pan no te faltó...
VENANCIO
Nada me ha faltado para pasármelo bien materialmente.
RAIMUNDO
No puedes quejarte de tu suerte. En la España Nacional, fuiste bien acogido...
VENANCIO
Como no esperaba.
RAIMUNDO
Allí tuviste que trabajar como todo el mundo porque el hombre útil, no tenía derecho a hacerse el remolón...
VENANCIO
Y bien que me vino para distraerme, pues yo no sé como habría terminado. Al final, hubiera muerto.
RAIMUNDO
¿Encontraste buenas amistades?
VENANCIO
Optimas, insospechadas. Como si fuesen una nueva familia.
RAIMUNDO (Insinuante)
Y tanta familia. Fermina te quería con la buena fe de una prometida enamorada.
VENANCIO
¡Pobre Fermina!
RAIMUNDO
¿Se lo dijiste tú mismo que estabas casado?
VENANCIO
Sí, aunque demasiado tarde. Pero, por Dios Raimundo, de eso, nunca nada a nadie...
RAIMUNDO
Ni una palabra. Soy un hombre y un buen amigo y con eso hay bastante.
VENANCIO
Fui un insensato, ¡un canalla!
RAIMUNDO
Las circunstancias. "C'est la guerre" como dicen nuestros vecinos los franceses.
VENANCIO
Una guerra monstruosa, cuya suerte estaba echada desde los primeros disparos y no obstante, la obstinación de los asesinos dirigentes marxistas queriendo prolongarla indefinidamente con inconsciencia criminal.
RAIMUNDO
"Resistir, resistir...."
VENANCIO
¡Vampiros!. Ni con cien vidas que tuviera cada uno, pagaban el daño que han hecho.
RAIMUNDO
Es que ni ellos ni sus hijos estaban en el frente y además, hacían hervir el puchero.
VENANCIO
En los primeros días me creí -y se lo figuraba todo el mundo- que era cuestión de poco tiempo y que la fiera roja, sería batida fácilmente. Volver a casa pronto y a vivir en una sociedad civilizada con autoridad, justicia y seguridad personal, atributos elementales que la gente del frente popular tiró al arroyo, después de llevar la política a los lavaderos y puestos de mercado.
RAIMUNDO
Así fue.
VENANCIO
A los dos meses de ausencia, intenté ponerme en comunicación con mi mujer, por vía Francia. Dos meses más tarde, otro intento por medio de un amigo que resultó ser asesinado por la horda. Una tercera carta, a otro amigo que confiaba me habría puesto en contacto con Virginia. Hay espíritus pusilánimes, incapaces de arrastrar el más leve heroísmo. El último intento lo hice por la Cruz Roja Internacional con igual resultado infructuoso. Aquí en el pueblo, imperaba el terror, mi casa, era vigilada cuidadosamente por los esbirros del Comité y nadie osaba acercarse a ella. Por mi esposa, me he enterado de que su correspondencia era intervenida y que vivía poco menos que secuestrada.
RAIMUNDO
Escucha la voz de la piedad, ahora.
VENANCIO
Aquel silencio me consumía... Llegaban unos rumores tan siniestros de la zona roja, que me creí no había podido resistir tanta crueldad. Trabajaba con denuedo, hacía viajes, buscaba amigos, paseaba, bebía, iba a los espectáculos... ¡que sé yo! Huía del aislamiento temiéndolo como la muerte... Vivía tan cerca de su casa, que conocí a... ella.
RAIMUNDO
Había de ser... ¡qué remedio!...
VENANCIO
Sí pero, me roe la conciencia. Qué largos se hacían los días. La situación de los frentes, siempre fue favorable, aunque la solución final era más lenta de lo que deseábamos los que se encontraban en mi caso. Como si los Generales responsables no tuvieran que oír otra voz que la nuestra, egoísta: "Adelante, romped el frente, arrollad al enemigo, haciéndole polvo y llevadme triunfalmente, en coche, a mi casa. ¡Iluso de mí!
RAIMUNDO
Fue la equivocación de muchos.
VENANCIO
Empezó nuestro tratamiento con la inocencia con que empiezan estas cosas. Pertenecía a una distinguida familia y su padre era un prestigioso empleado de la Diputación Foral.
RAIMUNDO
Los conocí a todos.
VENANCIO
Era tan buena Fermina y tan simpática, franca y solícita... Absorbía toda mi vida. Me parecía otro mundo todo lo que me rodeaba. Sentía la soledad como un suplicio y nuestra relación se hizo más agradable y más íntima... Nunca le hable de mi pasado de aquí, ni ella me preguntó. Nos interesaba más a los dos aquel amor, infame por mi parte y de cándida pureza, por la suya. Un día me encontraba en Logroño y, en el Espolón, junto a la estatua de Espartero, tropecé con el chico de la fonda de San Carlos, que acababa de pasarse por el frente y lo destinaron, una vez depurado, en la compañía de depósito del Regimiento de Bailén. Por él supe que, hasta hacía poco, Virginia vivía. Aquella revelación fue para mí como un despertar. La impresión había de ser enorme por cuanto Fermina me lo leyó en el rostro... No podía llevarla engañada por más tiempo, sabiendo la verdad. Le abrí el pecho, exponiéndole mi situación. Me le confesaba en la Plaza del Castillo de Pamplona. De aquella plaza, del Paseo de Sarasate y de las Riberas del Arga, guardo recuerdos inefables e imperecederos. No se inmutó. Es una mujer superior con temple de acero. Con toda serenidad y calma, me contestó que todo había terminado entre nosotros, desde aquel momento y que debíamos dejar de vernos, si bien la quería. Sus ojos eran más brillantes que nunca y sin el menor insulto, sin la más mínima amargura -¡qué lección!- reaccionó con valentía, aunque su corazón se desgarrara por dentro. Me apretó la mano y me dejó. Y no he vuelto a verla. Al día siguiente, avergonzado de mi conducta, me marchaba a Burgos, dónde he estado hasta ahora.
RAIMUNDO
No hace más de dos meses que la vi. En mi convalecencia, después de herido, iba a pasar algunas horas en la Asistencia a Frentes y Hospitales de Pamplona. Fermina atendía a los muchachos, con una porción de chicas. Nos traían tabaco, libros, papel de escribir, vales para el cine y hasta algún dinero... Pocas palabras pude arrancarle respecto a vuestros amores porque rehuyó toda conversación. Estaba cambiada de cuando os vi juntos tiempo atrás...
VENANCIO
¡Fui un cobarde, un infame!
RAIMUNDO
Lo importante es que tu mujer lo ignora. No creo, por eso, que llegue a saberlo nunca.
VENANCIO
No merecía yo su perdón.
RAIMUNDO
¡Bah! Corre un velo y no pienses más en ello.
VENANCIO
No puedo, es una idea fija, una obsesión.
RAIMUNDO
El tiempo, el tiempo... Bueno Venancio (echando mano a la cartera) vengo a cumplir con mi compromiso.
VENANCIO
¡Quita, hombre, con esa me sales ahora!
RAIMUNDO
Ahí van las cien pesetas que me dejaste en Burgos la última vez que nos vimos. Ya ves si te lo pasabas bien que hasta eras un refugiado que podías hacer de prestamista.
VENANCIO
Demasiado bien.
RAIMUNDO (Dándole un billete)
Con que toma y muy agradecido. Vaya hombre que es tuyo... Me hiciste un señalado favor porque el giro de mi tío Blas llegó un poco retrasado y, al día siguiente de nuestro encuentro, debía estar otra vez en la posición. Te repito las gracias.
VENANCIO
No vale la pena ni de hablar...
RAIMUNDO
Y como aún he de hacer algunas visitas, voy a dejarte.
VENANCIO
Espera un momento que saludarás a Virginia.
RAIMUNDO
Ya volveré antes de marcharme. No la molestes que tengo un poco deprisa.
VENANCIO
Te acompañaré hasta la puerta.
RAIMUNDO
¿Cumplidos, Venancio?
VENANCIO
Cortesía. En ti honro a todos nuestros combatientes.
(Se oye de dentro la voz de Amalia llamando a Virginia)
AMALIA (De dentro)
¡Virginia!
VENANCIO
Más visitas. (Salen los dos)
(A poco de la salida de ambos personajes comparecen por el foro AMALIA y GERMAN precedidos de Venancio)
GERMAN
¡Venancio! (Abrazándose)
AMALIA
¿Qué tal?
VENANCIO
Germán.
GERMAN
Ven acá hombre, ven acá. (Golpeándole la espalda)
VENANCIO (Dando la mano a Amalia)
Ya lo veis.
GERMAN
Esta mañana nos hemos enterado de tu vuelta. ¿Cuándo llegaste?
VENANCIO
Anoche. Al anochecer, entraron las tropas y a las pocas horas, ya estaba aquí.
GERMAN
Ya me lo suponía. Bien, hombre bien. Por fin nos vamos reuniendo. Quien lo dijera...
AMALIA
¡Cuánto tiempo sin saber nada de ti! ¿Y mi hermana?
VIRGINIA (Saliendo por la puerta por donde desapareció)
¡Qué sorpresa! ¿De dónde salís?
AMALIA (Después de abrazarla)
Nos ha traído, en su coche, un comandante de estado mayor que tenemos alojado en casa. Por la tarde, nos recogerá otra vez.
VIRGINIA
¿Tan pronto?
AMALIA
Ni los hicos saben que estamos aquí.
VIRGINIA
¿Y que os parece? (Señalando a Venancio)
AMALIA
Como si volviéramos de muerte a vida.
GERMAN
Más aún: como si volviéramos a nacer.
VIRGINIA
Sentaos, sentaos. (Se sientan todos) Veréis que banquetazo nos prepara Plácida.
AMALIA
Celebraremos la fiesta de la LIBERACION.
GERMAN
Chico, no salgo de mi sorpresa. ¿Y cómo te lo pasaste por allá?
VENANCIO
¿Qué importa el pasado Germán? He recuperado hogar y esposa, que quieren decir vida y felicidad. ¿Quieres todavía cosa más grande que ésa?
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
Salón en casa de Germán en Altarriba. Al fondo izquierda, puerta que da a un pasadizo que conduce a la puerta de la escalera, a la derecha otra puerta de la que arrancan escaleras que van a las habitaciones superiores; entre las dos puertas gran aparador con vajilla. En la lateral izquierda otra puerta que va a la despensa y cocina y en la de la izquierda, balcón. Gran mesa en el centro, butacas y sillas esparcidas por la escena.
(Al levantarse el telón, están en escena VIRGINIA, AMALIA, VENANCIO y GERMAN, las dos señoras sentadas, ellos de pié)
GERMAN
Dicen que llega a las cinco.
VENANCIO
¿Y no se sabe para qué?
GERMAN
Ni palabra.
VENANCIO
Que visita más misteriosa.
AMALIA
Por algo debe venir, pues este pueblo no tiene nada para atracción de forasteros. No es un Monasterio de Piedra que digamos.
VIRGINIA
Y esta clase de personajes, cuando dan un paso, es para un objeto determinado. Un Gobernador no es un cualquiera.
VENANCIO
De todas formas, tú, cuando llegue, allí...
GERMAN
Por algo soy fuerza viva.
VENANCIO
Y yo también te acompaño. Saludaré a nuestro poncio.
GERMAN
Cuantos más seamos, más lucida será la ceremonia.
VENANCIO
¿No deberán tenernos mucho rato?...
GERMAN
Depende. Si es por lo que me imagino, podría ser un plantón de algunas horas.
VENANCIO
¿Reformas en perspectiva?
GERMAN
No es que sepa nada, pero podría ser que viniera para examinar el emplazamiento del nuevo matadero y el solar para las escuelas.
VENANCIO
Chico, como progresáis
VIRGINIA
Ya tiene aires de ciudad Altarriba.
VENANCIO
Pronto va a hacer puntas a Albarrosa.
AMALIA
Es mejor pueblo el vuestro. Yo enseguida os cambiaba. Sois la cabeza de distrito.
VIRGINIA
Y vosotros estáis en pié de ferrocarril.
GERMAN
Y podría ser que en la misma reunión, se acordara el día de la colocación de la primera piedra de la nueva casa consistorial.
VENANCIO
Vaya como os gastáis el dinero.
GERMAN
Por de pronto, hacemos las obras. Luego, no estará muerto quien lo pague.
VENANCIO
Bueno; ¿Qué vamos a ver los contertulios de la peña?
GERMAN
Claro que hay que ir a tomar ese caldo de cebada, que le llaman café.
AMALIA
¿Y por qué no lo tomáis en casa, teniendo café de verdad?
GERMAN
El café, si no es hablado, no tiene gusto... no sabe a nada.
VENANCIO
El que inventó el café merecería una lápida conmemorativa con inscripción alusiva.
GERMAN
Es el lugar donde se comentan desde los más estrafalarios comadreos a los problemas más vitales que aquejan a la humanidad. Allí, todo se arregla.
AMALIA
Sí, ¿verdad? ¡Pobres Santitos de "guichi"! Para que proclamen la ecuanimidad de los hombres y a las mujeres nos tilden de murmuradoras...
VENANCIO
Esos son falsos testimonios que os levantan. ¿Las mujeres criticonas y entrometidas? Qué manera de calumniar.
VIRGINIA
Anda, Venancio, despídete por ahora...
VENANCIO
¿Porque nos vamos mañana? No te apures, mujer. Por la tarde ya estará con la tertulia de nuestro pueblo.
GERMAN
La peña del café es una cosa universal.
VENANCIO
Lo mismo los hay en el más apartado lugar que en la ciudad más populosa.
GERMAN
Porque todos los hombres somos hijos de Adán.
AMALIA
Y por consiguiente, hermanos de Caín y Abel.
GERMAN
Vamos chico que la cafetera se enfría.
VENANCIO
¿Cual? ¿La de metal o la otra?
AMALIA
Ah, ¡botarates!
VENANCIO
(Siguiendo a Germán que ha iniciado el mutis por la puerta izquierda del foro)
Verás, hay que concretarlo esto.
VIRGINIA
Volved pronto.
VENANCIO
¡Abur!
(Quedan solas las dos hermanas)
AMALIA
Hija, a tu marido parece que le probó una barbaridad hacer de refugiado. Yo creo que gasta más humor que antes.
VIRGINIA
Tal parece.
AMALIA
¡Lo dices con un tono!... ¿no estás convencida?
VIRGINIA
Sí, sí, es más alegre... a ratos.
AMALIA
¿Qué quieres decir, a ratos? ¿Que no hacéis buenas migas?
VIRGINIA
Nunca hemos tenido la menor discusión. Y basta que adivine la manera de darme una alegría para que la aplique enseguida.
AMALIA
¿Entonces, qué quieres más, si es a pedir de boca?
VIRGINIA
No sé, no sé... si no me quejo...
AMALIA
¿Que sospechas algo? ¿Que no se porta bien?, habla mujer; me tienes con ansia. ¿Somos o no somos hermanas?
VIRGINIA
Nada, nada, cavilaciones mías...
AMALIA
No quieras tenerme intranquila. Explícate, mujer.
VIRGINIA
¿Que conseguiría con ello, si tampoco comprenderías?
AMALIA
¿Y tú qué sabes? A veces lo que no entiende una, lo adivina otra.
VIRGINIA
No, que te ibas a reír... No tengo motivo para ponerte en sobresalto. Venancio es bueno, demasiado. ; no me deja pisar la tierra como se dice vulgarmente. No abandona la casa, no tiene vicios, se cuida de nuestro caudal. Goza de la amistad y simpatía de cuantos le conocen, yo soy la niña de sus ojos. Por mi parte, le quiero como ninguna mujer pueda querer a su marido y, no obstante...
AMALIA
¿Qué, mujer?
VIRGINIA
Venancio no es feliz.
AMALIA
Que no lo entiendo, ea. ¿Es que le has descubierto... algo?
VIRGINIA
Le he sorprendido estando sólo y más de tres veces. El entrecejo encogido y mirando fijamente como obsesionado, respirando con fatiga entre suspiros. Si alguna vez he ido hasta sorprenderle en esta actitud y le he desbaratado los pensamientos, al ver la diablura, ha querido sonreír pero su sonrisa era triste. Venancio sufre. No se queja de ninguna dolencia y a pesar de todo, hay en su interior un pesar que ignoro. Y estoy furiosa contra mí misma de no adivinarlo porque quisiera sufrir con él o arrancárselo de encima como una mala espina.
AMALIA
Todavía me vas a dar a comprender que está embrujado. No seas supersticiosa que de brujas no las hay. ¡A buena hora! Yo no le he notado nada, en los ocho días que lleváis aquí. Y por qué no le preguntas, vamos a ver.
VIRGINIA
Por el mismo motivo por el que no se manifiesta: por delicadeza. Si fuese una alegría, me la comunicaría enseguida; al callarlo, soy yo quién debiera escrutar hasta lo más recóndito de su alma...
AMALIA
¿Quieres que te diga? Eso son reminiscencias de la guerra. Cuál, más, cuál menos, yo creo que todos andamos cojos de una forma u otra... Déjate de tres años de separado de ti. ¡El pobre!. Lo raro es que no se volviera loco, como tantos...
VIRGINIA
No me quedo convencida.
AMALIA
Hazme el favor de no pensar en ello con obstinación... ¡Sacar punta de unos detalles tan insignificantes!. Si no fueras mi hermana, te diría que estás celosa... Tú acabarás como Doña Juana la Loca.
VIRGINIA
No, eso, no.
AMALIA
Le quieres tanto que la pasión te quita el entendimiento. Pobre Venancio. Que algún rato tenga una preocupación o recuerde los malos tiempos que habrá pasado. Si es la cosa más natural del mundo. Nada, nada, Virginia....
VIRGINIA
Acaso tengas razón Amalia... sí, sí...
AMALIA
Ah, criatura mimada. Demasiado feliz, ¡egoistona! Te falta algún quebradero de cabeza. Con un par de críos, yo te aseguro que no te quedaba tiempo para barruntar tales quimeras.
VIRGINIA
Ya no quería decírtelo.
AMALIA
Porque sabes que no secundo disparates. ¡Canastos con la pareja! Todo os va viento en popa; no hay mal que os apechugue. Ya es aquello que dicen: A la que no tiene congojas le salen manías.
VIRGINIA
Sí, sí, señora sentenciadora. Eres la cordura y el juicio en ampliación.
(Por la puerta de la derecha, entra PLÁCIDA)
PLÁCIDA
Doña Amalia, ya tiene usted la cocina limpia y en orden.
AMALIA
Buena muchacha.
PLÁCIDA
Hay que hacer algo más.
AMALIA
Descansa un rato.
VIRGINIA
O escribe al ahijado.
PLÁCIDA
No me toca hasta el domingo, señorita.
AMALIA
Ah, ¿también eres madrina?
PLÁCIDA
Sí, señora, sí... una desgracia como otra cualquiera. ¿Dónde está la moza que tenga un buen palmito que haya podido escapar? Esta guerra nos ha sacado de quicio a todas las chicas. ¡Hacer de madrina!. En nuestro pueblo, llaman así a la comadre que lleva los churumbeles a las aguas bautismales y a la pareja que pone los nombres de pila, padrinos... ¿Yo madrina?... Vamos que me cuesta acostumbrarme.
VIRGINIA
Es el nombre que disfraza el novio.
AMALIA
De alguna manera hay que empezar. ¿Y dónde está ahora?
PLÁCIDA
En la frontera de Francia.
VIRGINIA
Es andaluz.
PLÁCIDA
Andaluz y simpático. ¡Y embustero!... ¡Virgen Santa!... No dice nunca palabra de verdad. La gracia que tiene para arrancarme los cuartos. Fuma más que una locomotora, y bebe lo mismo que una esponja. Como es asistente, siempre está metido en la taberna. Me seca el bolsillo igual que una ventolera los trigales, pero yo sigo en mis trece.
AMALIA
El punto de las mujeres. Bien dicho, chica; no te muevas de nuestro punto.
PLÁCIDA
Tan contenta.
VIRGINIA
No ha sido poco requerida, Plácida, durante este tiempo.
PLÁCIDA
Entre novios y ahijados, los he tenido de todos los rincones de España, mas éste calla por todos. Mírelo usted. (Le muestra una foto que saca del seno)
AMALIA (Tomándolo)
Lo guardas en el mejor sitio. El último es siempre el que gana... No está mal. (Se lo devuelve)
PLÁCIDA
Es un poco gitano cañí. Él dice que es de Triana pero como no se le puede creer de una palabra, yo creo que del mismo Triana no será, acaso sea de los alrededores, ¿sabe usted? Y si leyera usted sus cartas... que retahíla de cosas... Yo me quedo con la boca abierta, sobre todo cuando habla de Sevilla: se hincha... La Macarena... La Giralda... El Guadalquivir... el Alcázar... la Torre del Oro... y la Casa de "Pelagatos". (Virginia se ríe)
AMALIA (Asombrada)
¿Pelagatos? ¡Querrás decir de Pilatos, mujer!
PLÁCIDA
Ah, no sé: también podría ser como usted dice Doña Amalia porque la letra vamos a decir que no se lleva gran diferencia con la mía: de palillos, ganchos y anillos, un poco atados entre sí... y gracias! ¡Pero vaya! ya nos entendemos, por eso.
AMALIA
Pues ya es bastante.
PLÁCIDA
Y trasquilado que se ve el muchacho... Conoce a todos los toreros, lo mismo a los fenómenos que a los maletas. A él, no le hable usted de fútbol porque dice que es una salvajada, pero en tocante a corridas de toros.. pida usted por esa boca: háblele usted de faroles, verónicas, pases y pitones. Conoce a todo el parentesco de los bichos, desde los miuras a los Veraguas... Yo, cuando habla, como si lo viera. Cuándo arranca con un ¡"olé"! señal que el torero lo ha hecho bien, pero si empieza: ¡"saborío"!, ¡malage!, ¡mardito sea er jamón!, ya puede usted asegurar que ha habido pifia... (Llaman a la puerta del pasadizo) Han llamado voy a ver quién es. (Sale por la izquierda del foro)
AMALIA
Que sirvienta más salada te has echado.
PLÁCIDA (Volviendo)
Doña Amalia, hay dos monjas que preguntan por usted y Don Germán.
AMALIA
Que pasen. (Se vuelve Plácida)
VIRGINIA
¿Que querrán?
AMALIA
Acaso una limosna.
M. MARGARITA (Entrando)
Dios esté con ustedes. (Seguida de S. Emiliana)
AMALIA
Bienvenidas. ¡Las misioneras!
M. MARGARITA (Sonriendo)
Las mismas.
AMALIA
(A Virginia) Son del Instituto de mi cuñada Remedios (a las monjas) Madre Purificación.
M. MARGARITA
¿Es usted la esposa de Don Germán?.
AMALIA
Exactamente. Y esta es mi hermana, Virginia.
M. MARGARITA
Mucho gusto en conocerlas, señoras.
AMALIA
Ya nos escribió, desde Marsella, Madre Purificación, que pronto recibiríamos su visita.
S. EMILIANA
Eso nos dijo la Reverendísima Madre generala.
M. MARGARITA
Sí, allí está, en la casa de la calle de Breteuil.
AMALIA
Tomen ustedes asiento. (Se sientan todas) No es la primera vez que tenemos la satisfacción de honrarnos con la compañía de religiosas de su Orden
S. EMILIANA
Desde antes de la guerra que no había venido ninguna.
M. MARGARITA
Y actualmente, la Reverendísima Madre, ha tenido a bien normalizar nuestras visitas por estas tierras.
VIRGINIA
Quizás tomarán ustedes algo.
M. MARGARITA
Gracias. Hemos comido ya; no se molesten ustedes.
AMALIA
Por lo menos un vaso de leche. Es de nuestras vacas.
S. EMILIANA (Bondadosa)
No podemos negarnos, reverencia.
AMALIA
Plácida, saca dos vasos de leche.
PLÁCIDA
Enseguida, señora. (Sale por la puerta de la derecha)
AMALIA
¿Supongo que, como antaño, tendremos el gusto de hacerlas nuestras huéspedes...?
M. MARGARITA
Nuestra obra es de limosnas y las familias de nuestras hermanas la practican dándonos albergue en sus hogares, mientras hacemos nuestra misión...
AMALIA
¿También traen ustedes labores?
M. MARGARITA
Sí, señora. Las tenemos en la estación. Primero hemos decidido instalarnos y luego iremos a por el equipaje. Traemos dos maletas.
VIRGINIA
Ya irá Plácida por ellas.
AMALIA ( A su hermana)
Verás que trabajos más primorosos. Todo encajes y bordados. Se los quitan de las manos...
VIRGINIA (Admirada)
Qué espíritu se necesita para ir por el mundo de esta manera.
M. MARGARITA
Y después la colecta de pueblo en pueblo y hacer suscripciones para nuestra revista de los Anales de las Misiones.
VIRGINIA
Qué valerosas. ¿Y no tienen miedo de ir solas, dos mujeres jóvenes, por caminos y carreteras?
M. MARGARITA
Dios está en todas partes.
VIRGINIA
Hay tanto vagabundo y gente de mal vivir...
M. MARGARITA
Es la primera vez que salgo del convento. En cambio, Sor Emiliana ya es ducha en estas correrías.
S. EMILIANA
Algún susto nos hemos llevado.
VIRGINIA
Y claro, si es un peligro.
S. EMILIANA
Una vez íbamos de camino otra madre y yo: se nos echaba la noche encima. En dirección contraria a nosotras, venía un hombre joven, harapiento, de mal aspecto con un saco en el cuello y un palo en la mano. Sin decirnos una palabra, nos miramos las dos y en nuestro semblante, se reflejaba el terror. Conforme avanzaba, aquel hombre no nos quitaba la vista de encima. Las dos nos encomendamos a la Virgen y al encontrarnos a poca distancia de él, oímos la voz potente de un arriero que entraba con sus caballerías en el próximo recodo de la carretera.
VIRGINIA
Y ya tuvieron compañía...
AMALIA
¡Milagro!
VIRGINIA
Qué valor. ¿Y también van ustedes a países lejanos?
M. MARGARITA
Es muy posible que al regresar al Convento, haya expedición a la India. Yo creo que entro en la lista. Saldremos hacia Roma a recibir la bendición del Santo Padre y a embarcar en Brindisi...
VIRGINIA
Dejar la familia, afectos y todo lo que nos ata al mundo...
M. MARGARITA
De la familia de la sangre siempre nos acordamos. Podemos escribir una carta al mes. Claro que nuestra familia, al ingresar en la Comunidad, ya es otra; no obstante, nosotras, aunque alejadas de la vida del hogar, sentimos las alegrías y pesares de los nuestros. Somos felices dentro de nuestro destino. Alternamos la rigidez del claustro con la alegría de nuestros cantos al pié del Sagrario y de las preces en la soledad.
(Viene Plácida, trayendo una bandeja con dos vasos de leche. Saca dos platitos y servilletas del aparador)
PLÁCIDA
La he calentado un poquitín...
M. MARGARITA
Cuánta molestia... Ustedes gustan.
VIRGINIA
Que aproveche.
AMALIA
Cuando profesó Madre Purificación -la hermana de mi marido- Germán y yo asistimos a la ceremonia. Visitamos la parte del convento que no está reservada a la clausura y vimos a las novicias en el jardín a la hora de recreo. Todas iban vestidas de blanco.
M. MARGARITA
En la ciudad, popularmente, nos llaman las blancas.
AMALIA
Parecían una bandada de mariposas. Todo eran conversaciones animadas y risas entre ellas. Cuando sonó la campanilla, se hizo el silencio más absoluto y sigilosamente, penetraron en el convento...
M. MARGARITA
Allí dentro, no envidiamos la felicidad de nadie.
S. EMILIANA
Cierto.
M. MARGARITA
Tenemos a Dios y nada nos falta.
AMALIA
Plácida, prepara la habitación del segundo piso para esas sirvientas de Nuestro Padre San Francisco.
PLÁCIDA
Sí señora; enseguida. (Se va por la puerta del fondo derecha)
M. MARGARITA
Hoy por primer día, transigimos en que nos la arreglen. Mientras estemos aquí, nos cuidaremos nosotras mismas de ella. (Levantándose) Y ahora nos permitirán que salgamos unos momentos para presentarnos al señor Párroco.
AMALIA
Las acompañaremos...
M. MARGARITA
De ningún modo. Ya hemos visto, al paso, la parroquia y la casa rectoral. Después, iremos a la estación a recoger el equipaje.
AMALIA
¡Eso, no! Dejen ustedes el talón y Plácida y nuestra sirvienta que ha sacado a los chicos de paseo y no puede tardar en volver, podrán retirarlo.
M. MARGARITA
Una nueva molestia que tendremos que agradecerles. Pues he aquí el talón. (Se lo da) Son dos maletas.
AMALIA
Pierdan cuidado.
M. MARGARITA
Dentro de una hora, volveremos. Cuestión de la visita al señor Párroco y hacer un poco de rezo en la iglesia... Señoras, hasta luego.
S. EMILIANA
Que la Virgen las acompañe.
VIRGINIA
Que ella las guíe.
(Salen por el foro las cuatro para volver enseguida las dos hermanas)
AMALIA
Son simpáticas.
VIRGINIA
Y la más joven es guapísima. ¿Te has fijado? Tiene ojos de inteligente y habla con una desenvoltura y decisión, que encantan.
AMALIA
Es labor penosa la que hacen porque has de tener en cuenta que van de pueblo en pueblo, sin dejar las alquerías y como que muchas limosnas se las hacen los aldeanos con patatas, alubias, legumbres y otros frutos agrícolas, a veces han llegado cargadísimas. Luego van a la estación y facturan.
VIRGINIA
¡Que fe y que ánimo! Trabajan todas para llevar trigo al granero como las hormigas. Cada una en su ocupación. Es admirable esta hermandad.
AMALIA
¿Sabes que podríamos hacer mientras están en la casa parroquial? Llegarnos hasta la casa de Doña Angela y Doña Rosa. Luego no podrías despedirte y me sabría mal te fueras sin saludarlas.
VIRGINIA
Me parece muy acertado. ¿Ves? No puedes salir de huéspedes. Unos se van y otros, llegan.
AMALIA
Ellas si que, las pobres chicas, poco desconcierto. No las vemos en todo el día. Se van a primeras horas de la mañana y no vuelven hasta el anochecer.
PLÁCIDA (Volviendo)
Ya está preparada la habitación.
AMALIA
Mira Plácida: nosotras vamos a salir un rato. Si entre tanto volvieran las monjas...
PLÁCIDA
Que aguarden, ¿no es eso?
AMALIA
O que suban a su cuarto. Toma (le da el talón) cuando vuelva Toribia, os vais las dos a la estación a retirar las dos maletas. Este es el talón.
PLÁCIDA
Muy bien doña Amalia.
AMALIA
No tenemos por que componernos... Las dos viven en esta misma calle.
VIRGINIA
No vamos a hacer ninguna visita de cumplido. Nuestros maridos es distinto que van a saludar al señor Gobernador.
AMALIA
En marcha, pues. Hasta luego Plácida.
PLÁCIDA
Que les vaya bien. Voy a quitar estos servicios. (Se lleva la bandeja con los dos vasos y desaparece por la puerta de la derecha)
(Por el fondo, comparecen VENANCIO Y GERMAN)
GERMAN
¿Has visto? Las respectivas cónyuges ya están de visitas.
VENANCIO
Esto quiere decir que tienen larga tela cortada. Cuando salen de casa...
GERMAN
La despedida, hombre...
VENANCIO
Ya no teníamos por que volver. Podríamos irnos a la casa de la villa a esperar al ilustre viajero.
GERMAN
Nos íbamos a aburrir. Aún es temprano. Verás, sentémonos y entre tanto liaremos un pitillo. (Saca la cigarrera y le ofrece un cigarrillo)
VENANCIO
Bien pensado. Lo mismo da pasar el tiempo que matar el rato.
GERMAN
Y tanto como tuviste que matar tú de tiempo, cuando te marchaste por la frontera... Cerca de tres años.
VENANCIO
Toda una vida. Si bien ya hace uno que he vuelto. No tiene importancia.
GERMAN
Lo que observo que no hablas nunca de este destierro fortuito. Hay refugiados, que se hacen pesados. En San Sebastián, me pasó esto; en Valladolid, esto otro; en Burgos y Zaragoza, aquello y de más allá... A ti, no te oigo hacer mención. Igual que si no te hubieras movido de casa. Te tratarían muy mal...
VENANCIO (Riendo)
No hombre; entonces hablaría en términos desagradables.
GERMAN
Pues hijo, no lo entiendo. Ni en el día que pasamos con vosotros al liberarnos, ni en los ocho que lleváis aquí con tu mujer, apenas si te he recogido la menor alusión...
VENANCIO
Aquello ya pertenece a otra vida.. ¿Y además para que evocar malos recuerdos? Aquel período fue de sufrimientos y zozobras...
GERMAN
Si todo el mundo dice que vivíais como en un paraíso.
VENANCIO
Claro que no nos faltaba nada.
GERMAN
Allí no conocisteis ni guerra, ni revolución.
VENANCIO
Particularmente, revolución.
GERMAN
Fíjate, si viviríais tranquilos.
VENANCIO
Demasiado.
GERMAN
Yo me hubiese encontrado en tu lugar. Volviste más bueno que antes. Como si hubieras estado tomando las aguas...
VENANCIO
No hagas caso; a veces, la procesión va por dentro.
GERMAN
¿Quieres que te lo diga? Si yo me encuentro cerca de tres años como tú, alejado de mi mujer, con tu juventud y despistado de todo el mundo...
VENANCIO
¿Qué? ¡Di!
GERMAN
Con mi modo de ser... ¿podemos hablar claro, eh? pues me da que algunos ratos no me hubiese acordado de mi casa. Déjate de un divorcio forzoso tan prolongado.
VENANCIO
Un hombre no sabe lo que haría en ciertas circunstancias, hasta que se encuentra en ellas.
GERMAN
Te repito que me figuro me hubiera dejado requisar a intervalos.
VENANCIO
Estás para bromas.
GERMAN
Ya conozco yo algunos que no se lo pasaron mal del todo...
VENANCIO
Supongo que no lo sabrás de mí... (Llaman a la puerta)
GERMAN
Hombre si lo supiera de ti, por delicadeza no lo sacaba a colación. Es un hablar por hablar.
(Plácida atraviesa la escena en dirección a la puerta del pasadizo del fondo izquierda)
PLÁCIDA
Han llamado. Con el permiso de ustedes voy a ver quién...
GERMAN
Nuestras respectivas costillas no serán...
(Entra Toribia con Plácida)
TORIBIA
Buenas tardes.
VENANCIO
Buenas, muchacha.
GERMAN
¿Y los chicos?
TORIBIA
Se han quedado jugando con los de la señora Magdalena. Doña Amalia me ha dicho los dejara allí, que luego pasaría a recogerlos antes de cenar.
GERMAN
Bien, bien.
PLÁCIDA
Escúcheme Don Germán. Han llegado dos monjas que a la cuenta, se conoce que paran en casa.
GERMAN
¡Ah! Las misioneras. Ya teníamos noticia.
VENANCIO
¿Tenéis invitados?
GERMAN
Siempre que vienen a hacer el recorrido, las albergamos como si fueran de familia.
PLÁCIDA
Y me dijeron las señoritas que cuando volviera Toribia, vayamos la dos a recoger el equipaje de la estación.
GERMAN
Ah, pues, idos, idos.
PLÁCIDA
Es cuestión de unos momentos porque la estación pilla muy cerca.
GERMAN
Nada, nada, como si no estuviéramos en casa.
PLÁCIDA
Pues vamos Toribia. Este es el talón. (Lo recoge del mármol del aparador. Llaman a la puerta) A lo mejor son las monjitas.
TORIBIA (Volviendo)
Dos señores que preguntan por usted Don Venancio.
GERMAN
Que pasen.
(Comparecen BRUNO Y NICOLAS)
BRUNO (Con burla)
Camaradas radioyentes, ¡salud!
VENANCIO
Atiza, ¿vosotros por aquí?
NICOLAS
Buenas tardes. (Todos se estrechan la mano)
GERMAN
¿Que tal?
BRUNO
Nos hemos enterado de la visita del señor Gobernador y venimos a saludarlo.
NICOLAS
Y de paso, te vemos a ti. (A Venancio)
VENANCIO
Gracias por la atención.
GERMAN
Llegáis a tiempo por que mañana, os lo facturamos.
NICOLAS
Bastantes días que falta del pueblo.
GERMAN
Ya empiezan a echarte de menos.
BRUNO
¿Y Virginia?
GERMAN
Ha salido con mi mujer. Supongo estarán de visitas de despedida.
VENANCIO
¿Sin novedad, señor Alcalde?
BRUNO
Todo marcha bien. Sólo nos preocupa el ramo de abastos.
NICOLAS
Hay que procurar por la despensa.
BRUNO
Mientras nos llega el cupo de trigo que nos toca de la última embarcación que ha llegado, hemos tenido noticia de cierta partida que hay en Vallecanero y vamos a ver si nos quedamos con ella.
VENANCIO
Que autoridades más previsoras.
BRUNO
En Albarrosa, mientras yo esté de Alcalde, no ha de faltar pan.
NICOLAS
Y la vara de la justicia también colabora en esta previsión, ¡que conste!
BRUNO
Y hasta la hora presente, nos hemos salido con la nuestra.
VENANCIO
Son dos autoridades ejemplares.
BRUNO
Ni hambre ni obreros parados. He aquí nuestra política.
GERMAN
Un programa realista.
VENANCIO
Solución de problemas concretos.
BRUNO
Administración y administración. Este es nuestro lema.
NICOLAS
Y al que se sale de la raya, vendiendo a precios de estratosfera, a escondidas...
BRUNO
Le aplicamos todo el rigor de la espada justiciera: ¡confiscación de mercancía y multa que te crió!
VENANCIO
Oh, no se andan con chiquitas estos dos...
BRUNO
Se acabaron los tiempos de desbarajuste. El Consistorio ha dejado de ser un teatro, dónde iban los de la mayoría protestataria y vocinglera a hacer un torneo de discursos inflamatorios, dando carne a la jauría...
NICOLAS
Verborrea barata a lo Dantón, Robespierre y... Balbontín.
BRUNO
Fuera aquella masa de espectadores que autodeterminaron de llamarse pueblo y que no eran más que una colección de vagos y malhechores, malolientes, que entorpecían toda labor de gobierno... En el Ayuntamiento que no busquen sino reformas urbanas, asistencia pública y justicia social. Eso es lo que hay ahora y no habrá otra cosa mientras yo esté al frente de la cosa pública...
NICOLAS
Y me tenga a mí a su lado. Hay que decirlo todo.
BRUNO
Bueno y a que hora llega la primera autoridad de la provincia.
GERMAN
A las cinco. No puede tardar mucho.
BRUNO
Pues cuestión de hablarle unos instantes y a buscar a toca teja, este trigo, en el escondite que hemos descubierto. Ya traemos el camión y a los panaderos con el dinero, y mañana, tendremos otra vez, harina para una semana.
NICOLAS
Y venga campear el temporal.
GERMAN
Claro, después de un día, otro llega.
VENANCIO
Ea, empecemos a acercarnos a la casa de la villa.
NICOLAS
¿También saldrán en corporación y maceros?
GERMAN
Es un viaje de trabajo, no de fiesta mayor. Todo lo más, puede que haya un lunch, un ligero piscolabis, a guisa de merienda.
(Se marchan por el foro, a tiempo que llegan PLÁCIDA y TORIBIA con sendas maletas voluminosas. Así que entran se descargan y respiran a sus anchas)
TORIBIA
Chica, ¡que peso!
PLÁCIDA
Parecen maletas de feriante.
TORIBIA
¡Uf! Yo no puedo decir ni pío.
PLÁCIDA
Pobres monjitas. Hay que deslomarse... Suerte tienen que son jóvenes.
TORIBIA
¿Las has visto?
PLÁCIDA
Ya lo creo. Aún no hace una hora. Siéntate mujer. Amos y dueñas no se han ido por ahí, de jolgorio... ¿cómo parranderos?
TORIBIA
¿Y a que habrán venido?
PLÁCIDA
¿Que no las viste nunca por aquí?
TORIBIA
No.
PLÁCIDA
Así se conoce que eres novata en el servicio de Doña Amalia.
TORIBIA
Seis meses llevo en la casa. ¿Y no has podido husmear para qué vienen?
PLÁCIDA
Me parece que no traen plan de veraneo. Fíjate con estas maletas de doble fondo, que mejor parecen arcas o mundos que maletas, puedes figurarte que no llevan en ellas atavíos de sarao y que me da que sirven para vaciar el contenido para llenarlas otra vez.
TORIBIA
¿Y cómo son? ¿Cómo visten?
PLÁCIDA
Rarísimas. Yo no había visto nunca de esta clase. El hábito gris y el manto negro. La más joven parece una estampa. Enseguida, le cambiaba yo toda la persona.
TORIBIA (Riendo)
¿A ti te gustaría ser monja, Plácida?
PLÁCIDA
Qué preguntita. Échale guindas al pavo. No podría ni que me ataran. ¿A mí encerrarme entre rejas, rezando todo el día padrenuestros y a misa cada dos por tres?... Ves, si en el mundo no hubiera hombres, acaso... ¡Los condenados! Han de ser nuestra perdición. Este trianero que tengo en turno, por eso, no se me escapa. No me llevará él, que le llevo yo al altar aunque sea a empujones. Esto, más fijo que estas maletas pesan como para cargar con ellas, a un mozo de cuerda.
TORIBIA
¿Y así mañana, ya os marcháis? Créeme que lo siento porque me distraías una barbaridad.
PLÁCIDA
Pues yo te aseguro que en parte, me alegro. Qué modorra tiene este pueblo.
TORIBIA
¿Tan mal te lo has pasado?
PLÁCIDA
Aquí en casa, nada. Si bien, a decir verdad, bien poco he salido a la calle. Y que tu dueña es templada; mucho más alegre que mi señorita. Nadie diría que son hermanas.
TORIBIA
Es que, amiga, la tuya es muy seria, demasiado seria.
PLÁCIDA
Demasiado tonta. Que no tiene ojos sino para mirar a su marido. Está muy bien que una mujer quiera a su esposo, que ésta es su obligación, pero ni poco ni en demasía... Si yo me creí que se me moría cuando el señorito se pasó cerca de tres años en el otro lado.
TORIBIA
Y en cambio él, por allí, vete a saber si se daba la gran vida.
PLÁCIDA
Dios me libre de poner las manos en el fuego. Además, que ya lo dice la copla:
Amor de los hombres
agua en ventana;
tibia en la noche
fría en el alba.
TORIBIA
¿Es fruto del andaluz?
PLÁCIDA
No, esto ha salido de la mollera de un gallego de Puerto Caríño, que tiene una cabeza muy grande... Majo chico; lástima que sea un poco sonso. (Llaman)
TORIBIA
Cállate que han llamado. Serán las señoritas que vuelven. (Sale y entra con las dos religiosas)
M. MARGARITA
Buenas tardes.
PLÁCIDA
Muy buenas.
M. MARGARITA
¿No están las señoras?
PLÁCIDA
Han salido no ha mucho. No pueden tardar. Como que nos marchamos mañana, la señorita Virginia está despidiendo a unas amigas.
S. EMILIANA
Ah, ¿ya están aquí las maletas?
PLÁCIDA
Ahora mismo, acabamos de traerlas nosotras dos.
M. MARGARITA
Buenas mozas. Que Dios os lo pague. ¿Pesan un poco, verdad?
PLÁCIDA
¡Quiá!
TORIBIA
¡No señora, no, que van a pesar!
PLÁCIDA
¿Quieren que las subamos a su habitación?
M. MARGARITA
Todavía no, que hemos de mostrar unas labores a las señoras. (Llaman a la puerta)
TORIBIA (Saliendo)
Ahora deben estar aquí.
(Entran VIRGINIA, AMALIA y TORIBIA)
AMALIA
¿Han tenido que esperar?
VIRGINIA
¿Hace mucho que han vuelto?
S. EMILIANA
Ahora mismo.
M. MARGARITA
No es posible que no nos hayan visto.
VIRGINIA
Ah, ya están aquí las maletas. Qué muchachas más cumplidas.
AMALIA
Siéntense ustedes, por favor. (Se sientan todas) Hemos estado visitando unas amigas. Como mi hermana se marcha mañana.
M. MARGARITA
Eso nos contaban las chicas.
AMALIA
Toribia, vosotras dos podéis salir un rato y, al volver, recogéis los niños...
VIRGINIA
Y de paso, entrad en casa de Doña Angela que os entregará un paquetito.
TORIBIA
Muy bien señora.
PLÁCIDA
Ustedes sigan bien. (Salen las dos sirvientas)
AMALIA
Si están ustedes cansadas del viaje y quieren pasar a su cuarto...
M. MARGARITA
Hoy día de llegada, descansamos. Mañana empezaremos a actuar. Ya traemos la lista de pueblos a seguir. (Enseñando un croquis)
VIRGINIA
Un croquis como un mapa.
AMALIA
Si que salen bien documentadas.
M. MARGARITA
Esto es el fruto de la experiencia. Nuestras antecesoras recogen los datos y las que han de salir de nuevo, hallan la labor más llevadera...
VIRGINIA
Les señalan los pueblos, las carreteras, caminos, acequias y hasta las casas de campo. Ni que fuera un plano de guerra.
M. MARGARITA (Sacando otro papel)
Y aquí, la lista de familias a visitar.
VIRGINIA
Que trabajo de organización.
AMALIA
Conocen el terreno y la gente mejor que nosotros.
VIRGINIA
Mira, aquí está Albarrosa.
M. MARGARITA
Albarrosa... ¿su pueblo?
VIRGINIA
Sí. Y en la lista, de seguro que también habrá nuestra casa... ¿Me permite?
M. MARGARITA
Siendo de la familia de los señores, segurísimo. Nosotras no lo miramos hasta llegar a destino.
VIRGINIA (Leyendo)
A ver; ... Sí, aquí está: Virginia Gayá de Cinca. Es curioso. Me gustaría que lo viera Venancio.
M. MARGARITA
¿Quién?
VIRGINIA
Mi marido.
M. MARGARITA
¡Ah!
VIRGINIA
Ahora lo van a conocer. Han ido con Germán a la casa consistorial al objeto de saludar al señor Gobernador.
M. MARGARITA
Ya. (Llaman)
AMALIA
A bien seguro, que son ellos.
VIRGINIA (Levantándose)
Voy a abrir yo misma.
AMALIA
Vuelven mas pronto de lo que esperaban.
GERMAN (Desde dentro)
Ya estamos de vuelta.
VENANCIO (Igual)
Más tarde me creía que nos despachaban...
GERMAN (Entrando)
Buenas tardes. ¡Ah!, las misioneras.
M. MARGARITA
Servidoras. (Se habían levantado las dos)
AMALIA
Mi marido. Madre Margarita... Sor Emiliana...
VIRGINIA (Presentando también)
Venancio, mi marido.
M. MARGARITA
(Lo mira fijamente y baja los ojos. Las dos hacen una ligera inclinación de cabeza y M. Margarita con honda emoción, con voz velada y entrecortada, dice:)
¡Tanto gusto... caballero!
FIN DEL SEGUNDO ACTO
ACTO TERCERO
La misma decoración del acto anterior. A primeras horas del día siguiente. En escena M. MARGARITA y SOR EMILIANA, están sentadas a la mesa terminando el desayuno.
M. MARGARITA
Son las siete; nos hemos retrasado.
S. EMILIANA
Hoy en el primer día, reverencia...
M. MARGARITA
Y total no hemos hecho más que oír misa.
E. EMILIANA
Cuando estemos entrenadas, verá como nos resarcimos del tiempo perdido.
M. MARGARITA
Y es que, no sé si habrá sido el cansancio del viaje o que, es el caso que he pasado una noche detestable.
S. EMILIANA
Eso será la jaqueca. Claro, como que vuestra reverencia no está acostumbrada a estos trotes de ir por el mundo...
M. MARGARITA
Tal vez sea como dice vuestra caridad... ¡Qué silencio...!
S. EMILIANA
Se conoce que todavía no se ha levantado nadie en la casa.
M. MARGARITA (Levantándose)
Pues sin hacer ruido, abramos la puerta y cerremos despacio, como nos indicó Doña Amalia.
S. EMILIANA
¿Así ya no veremos a su hermana?
M. MARGARITA
¿A Doña Virginia?
S. EMILIANA
Como dijo anoche que se marchaban a las diez...
M. MARGARITA
Sí es verdad.
S. EMILIANA
Parece que a nuestro Instituto le ha tomado cariño; ¿se ha fijado vuestra reverencia?
M. MARGARITA
En efecto. Representa una buena limosna las labores con que se quedó anoche...
S. EMILIANA
Y sin regatear. Y además, la suscripción a los Anales y el donativo en metálico...
M. MARGARITA
Es una dama virtuosa, simpática, distinguida y de buen gusto.
S. EMILIANA
Hemos hecho captación de una buena protectora.
M. MARGARITA
Es altamente piadosa...
S. EMILIANA
Si hay que ir a su pueblo, podrá servirnos de gran ayuda. (Mete las servilletas en el cajón del aparador y lleva los dos tazones a la cocina, saliendo enseguida)
M. MARGARITA
Al salir de casa de la Alcaldesa, que vive en las afueras, trazaremos el itinerario para hoy.
S. EMILIANA
Como le parezca a vuestra reverencia.
M. MARGARITA
Ahora, no perdamos más tiempo, Sor Emiliana. Empecemos nuestra misión. Vámonos. (Se van por la puerta izquierda del fondo. Antes de levantarse de la mesa, M. Margarita ha iniciado la persignación imitándola la otra hermana... La escena queda sola unos momentos, pasados los cuales, comparecen por la segunda del fondo -derecha- PLÁCIDA y TORIBIA, la segunda con un cesto)
TORIBIA
Vaya, el último día que te queda.
PLÁCIDA
Como quien dice, ya hace la friolera de ocho días que os comemos el pan en tu casa...
TORIBIA
Ahora que empezábamos a congeniar y coincidíamos en tantas cosas...
PLÁCIDA
Bueno, bueno, tú, no te pongas fúnebre que me vas a hacer llorar. ¿Y quieres decir que me vas a echar de menos?
TORIBIA
Y tanto mujer.
PLÁCIDA
Yo te aseguro que como continuara junto a ti, te hacía echar novio. Dónde se ha visto una buena moza como tú que no tenga por lo menos tres pisándote los tacones de los zapatos. Yo no sé como hay moza que puede estar sin el estafermo al lado.
TORIBIA
¿Si te creerás que en este mundo todas tenemos el mismo gancho?
PLÁCIDA
Lo que tienen que mirar que, tratando con monjas, como te va a tocar ahora a ti, con las dos alojadas, que no acabes en besta.
TORIBIA
Tengo entendido que pararán poco durante el día...
PLÁCIDA
¿Te has fijado como madrugan?
TORIBIA
Ya lo creo que las he oído.
PLÁCIDA
No tienen tan buena vida como me figuraba... La más joven viene a ser como la señorita y la otra, la sirvienta...
TORIBIA
¿En qué lo conoces?
PLÁCIDA
¡Toma! en todo. En el respeto y hasta en el tratamiento. En todas partes, ocurre lo mismo. El más listo tiene debajo el pié, al más tonto. Igual que un soldado y un capitán, fíjate. La más joven y más guapa dice a la otra: vuestra caridad, esto. Y la sirvienta le responde: vuestra reverencia, aquello. Buena diferencia hay entre las dos.
TORIBIA
De todas formas, son muy consideradas. Mira que ellas mismas prepararse el desayuno con un hornillo de alcohol.
PLÁCIDA
¡Cuándo lo digo yo que son gente de pena! Aunque me hicieran capitana generala de todas, a mí no me pillaban...
TORIBIA
¿Ni que riñeras con el andaluz?
PLÁCIDA
Esto ni en broma, Toribia. El de Triana es para "mangui". Y antes que ser de otra, primero le desfiguraba la fachada superior con ácido clorhídrico o vitriolo...
TORIBIA
Uy, ¡que amor más fiero!
PLÁCIDA
A las buenas, me vaciará el monedero, a las malas, soy peor que una pantera. Anda, coge el cesto y tira "pa lante" Toribia. Vámonos para el huerto de "Festeminí". (Se van las dos por la misma puerta que las monjas. Al poco rato comparecen por la de la escalera, AMALIA y GERMAN)
GERMAN
¿Y te vas a misa sin llamar a tu hermana?
AMALIA
Si me entretengo, la perderemos las dos. (Lleva la mantilla en la mano)
GERMAN
Ya es raro que no esté levantada.
AMALIA
Es que anoche, escogiendo labores, y escuchando a las monjitas se nos hizo más tarde de la cuenta.
GERMAN
Nada, nada, que duerman. A Venancio, por lo visto, también se le han pegado las sábanas...
AMALIA
Hasta las diez que no se marchan...
GERMAN
Figúrate si les queda tiempo aún. Es verdad.
AMALIA
Supongo que se irán contentos.
GERMAN
Bien mirado, si quieres que te hable con franqueza, todavía no sé por qué han venido...
AMALIA
Para descansar unos días.
GERMAN
¿Querrás decirme que uno y otro se cansan mucho en su casa?
AMALIA
Bueno, para cambiar de ambiente que da lo mismo.
GERMAN
Te repito que sigo en ayunas.
AMALIA
A propósito.. siéntate Germán...
GERMAN
Que vas a perder la misa...
AMALIA
No hay cuidado. (Se sientan los dos) Ayer, cuando estabais en el café, Virginia me habló de... nada de particular... ¡cosas de mujeres! Me dio detalles de la actitud de Venancio, que no puede ser más misteriosa... ¿Le has notado algo en vuestras conversaciones?
GERMAN
¿En que sentido?
AMALIA
Pues esa es la cosa. Virginia tiene sospechas. Concretamente, no sabe de qué. ¿No podría haber de por en medio alguna deuda, mal negocio o... alguna mujer?
GERMAN
¿Venancio?... ¡quita de ahí!
AMALIA
Yo tampoco lo creo. Pero ella insiste en que lo ha sorprendido algunas veces, desesperado, como para pegarse un tiro...
GERMAN
¡Arrea!
AMALIA
Algo le pasa a ese muchacho.
GERMAN
De todas maneras lo veo reservado hasta la exageración... más no llego a atar cabos.
AMALIA
¿No le has pillado alguna palabra suelta?
GERMAN
Siempre hablamos de vaguedades. La hacienda parece les marcha bien y van por encima de las obligaciones; por ahí, nada. En cuanto a lo demás, tarde o temprano, respiraría. No, no, ni pensar que este muchacho sea un zascandil.
AMALIA
¿Ni por voces del vulgo?
GERMAN
Ni media palabra a nadie.
AMALIA (Pensativa)
Es raro, muy raro.
GERMAN
Tu hermana que tiene poco quehacer...
AMALIA
Eso le dije yo.
GERMAN
Está visto que el que no tiene quebraderos de cabeza, se los busca.
AMALIA
Igual, igual que yo. No les digas ni una palabra.
GERMAN
No a fe mía; es cuestión demasiado delicada.
AMALIA
Sería una insensatez hacerles vivir con recelo.
GERMAN
Total una tempestad dentro de un vaso de agua. ¡Pobre Venancio! Dios me libre de hacerle la más inocente de las bromas. Qué disgusto. Sería capaz -y con razón- de mandarme a paseo. No, no.
AMALIA
Y no obstante, Virginia me da miedo.
GERMAN
Es una criatura.
AMALIA
Si empieza a andar con cavilaciones, podría terminar mal. Hay que conocerla.
GERMAN
¡Me asustas!
AMALIA
Es tan impresionista y quiere a su marido con una pasión tan loca... Quiera Dios que no llegue a enfermar...
GERMAN
Me dejas estupefacto.
AMALIA
Desgraciado el que se deja dominar por los celos.
GERMAN
¿Sin fundamento?
AMALIA
Precisamente si hubiera motivo no habría celos. Estos nacen de una sospecha. Cuando la sospecha es una realidad se padece la vejación o la desconfianza... Y los hay de tantas especies...
GERMAN
¡Bah, bah, bah! dime que durante este tiempo hemos vivido encima de un volcán...
AMALIA
Verás, pasados unos cuantos días, les devolveremos la visita con cualquier pretexto y exigiré de Virginia que me sea franca y explícita.
GERMAN
Y entre tanto, yo removeré todos los resortes para descubrir ese enigma. Con cautela, sin precipitaciones. No se ganó Zamora en una hora...
AMALIA
Ahora, dejémoslo. Me voy a misa.
GERMAN
Vas a llegar al ite missae est. ¿Los chicos duermen todavía?
AMALIA
Como dos angelitos. Cuando vuelvan las muchachas del huerto, Toribia los vestirá.
GERMAN
Pues yo también voy a llegarme hasta dónde mis hombres para ver si cada cual está en su sitio. Al salir de misa, seguro que estaré de vuelta para desayunar.
AMALIA
Pues vamos y dejemos la puerta abierta.
(Salen los dos por el foro. Pausa larga, durante la cual, aparece por la puerta de la escalera VENANCIO. Viene cabizbajo y pensativo. Anda lentamente. Llega hasta el balcón y mira vagamente al firmamento y despacio se sienta en una butaca. Queda absorto sosteniéndose la cabeza con la mano. Al poco rato, comparece M. MARGARITA, por la puerta de la calle. Al entrar en escena y notar su presencia, Venancio se levanta rápidamente y ella al darse cuenta de la sorpresa ha acortado el paso maquinalmente y de pronto, como obedeciendo a un impulso lo acelera otra vez. Él está emocionadísimo; ella muy serena)
VENANCIO
¡Fermina! (Ella continua andando sin hacerle caso) Escúchame dos palabras,
M. MARGARITA (Que había llegado ya al umbral de la puerta)
Aquella Fermina ha muerto.
VENANCIO (Suplicante)
No seas cruel.
M. MARGARITA
Es inútil que nos digamos nada... Voy a buscar el librito de notas que me descuidé...
VENANCIO
¡Espera siquiera unos segundos!...
M. MARGARITA
¿Para qué? ¿Para pedirme que te perdone?
VENANCIO
Sí, he de oírlo de tus labios.
M. MARGARITA
He rogado mucho por los dos. Y al pedir mi perdón, lo hago perdonando a mis deudores. Abajo me espera la hermana...
VENANCIO
¡Cuanto daño te he hecho Fermina!
M. MARGARITA
Ya estoy curada.
VENANCIO
He sido el más insensato de los hombres.
M. MARGARITA
Y yo la más ciega de las mujeres. Sólo miré lo que había a mí alrededor. Cuando levanté los ojos al cielo, descubrí la verdad y me encontré redimida...
VENANCIO (Concentrado)
¡¡La guerra!!
M. MARGARITA
Ella fue la causa de tantos dolores. Si los hombres y los pueblos en vez de escuchar la voz de la pasión, dieran paso a la cordura y dirimiesen sus discordias en el deseo de la razón, la vida terrenal sería un paraíso... (Levantando los ojos como iluminada) "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"...
VENANCIO
Era yo entonces un alma movida por el viento del infortunio.
M. MARGARITA
¡Hogares deshechos... familias separadas unos de otros... riqueza que se destruye... héroes que caen en la oscuridad del martirio... humo, estampido y ruinas!... ¡eso es la guerra! Pero la juventud ha de vivir. Ha de vivir y amar... Hoy, este hábito me escuda y no puede haber sacrilegio en mis palabras...
VENANCIO
¿Por qué había de conocerte?
M. MARGARITA
Hubieras conocido a otra. Al fin y al cabo, yo he encontrado la LIBERACION. ¡Cuantas chicas se habrán visto en mi mismo trance!... Lo que ha pasado entre nosotros dos, sólo puede conducir a dos caminos: o a la perdición, siguiendo la pendiente o a encontrarse una de nuevo, reaccionando en medio del desengaño. Me abrasaba en un fuego de virutas, que, como todas las cosas fugaces, se disipó enseguida la llama... El fuego de ahora, no se extingue jamás.
VENANCIO
Fue una cobardía no decirte la verdad desde el primer día...
M. MARGARITA
La mujer que quiere sólo ve los ojos del amado. ¿Qué le importa lo demás? Descansa en las palabras que le dan vida...
VENANCIO
Yo no quería engañarte, Fermina. Me encontraba sólo. Era un árbol trasplantado y en el campo dónde echaba raíces no había nada de común con mi vida de antes. La fatalidad jugó conmigo como un niño con un juguete. No sabía, mejor dicho, no tenía la certeza de si volvería aquí, ignoraba si me esperaban... Hubo momentos en que perdí la fe en mí mismo. Cuando supe que Virginia seguía viviendo, ya era demasiado tarde.
M. MARGARITA
¡Pobre criatura! Es más valiente que tú... ¡qué grandeza de alma! Cuánto he de rezar por ella y por nosotros, sobre todo, por mí. No era bastante el pecado que ya llevaba encima, que aún tenía que pecar de pensamiento. Cuando me dijiste que existía una mujer entre los dos, que nos la separaba el frente de batalla, en el paroxismo de mi locura, hasta llegué a pensar en su muerte por accidente de la guerra. ¿Por qué no podía desaparecer? ¿Tantos seres inofensivos como mueren en las guerras modernas, no podría ocurrir que fuese ella una de tantas víctimas? Aquella noche la pasé febril, como endemoniada. Esta idea pasó como un rayo por mi mente. Hoy lo recuerdo todo con frialdad y dulzura... Está tan lejos todo aquello que pertenece a otro mundo!...
VENANCIO
He padecido mucho durante este tiempo, ignorando tu suerte. ¿Que se habrá hecho de Fermina? -me preguntaba a mí mismo- Al verte ayer, con ese hábito de religiosa, sentí una emoción indescriptible y se apaciguaron los remordimientos, que no me dejaban vivir...
M. MARGARITA
Dios ha querido iluminarte. Recoge la enseñanza de nuestro encuentro que sólo la Providencia ha deparado. No debía detenerme, ni escuchar ni una sola de tus palabras... Y ya ves que te escucho faltando a mi deber...
VENANCIO
¿Y eres feliz en tu sacrificio o vocación o cómo se le llame?
M. MARGARITA
No hay despecho por mi fracaso mundano. Feliz en mi vocación, nada más que vocación. Y tú lo serás también si como a hombre de bien y cristiano te conduces como te obliga tu deber... Ya no somos, ni podemos ser nada en esta vida, entiéndelo bien. Solo deseo verte allá, dónde me guía mi anhelo.
VENANCIO
Eres una santa.
M. MARGARITA
Soy una de tantas pecadoras, deslumbrada por los engaños terrenales, que ha encontrado el camino de la verdad y de la dicha eterna... Dentro de poco, iré a tierras misteriosas del lejano Oriente. A la India o a la China, a arrancar almas a Buda o Confucio. Compartiré la oración con el trabajo en leproserías, casas de maternidad, guarderías de niños, asilos de ancianos y en las escuelas y talleres de labores de jóvenes hindúes o chinas. Quizás no vuelva ya a mi España... Que más da. A Cristo, se va por todos los caminos del mundo... Solo te pido una cosa y no quiero hacerte ninguna invocación al hacerlo: que seas digno de encontrarnos dónde todo es amor y melodías.
VENANCIO (Con convicción)
Te doy mi palabra.
M. MARGARITA
Y yo bendigo, esta hora en que te encuentro de nuevo, llevándome esta promesa. Cuando la disciplina me trajo a esta tierra, que es una bendición del cielo, tuve contrariedad... La obediencia ante todo. Me revestí de valor y con la serenidad del sacrificio aquí encaminé mis pasos. He visto los campos y pueblos que soñaba en nuestros coloquios de ilusiones... Y he encontrado la gente franca, de corazón abierto y caritativa, que me describías... (Con honda emoción que le lleva las lágrimas a los ojos) Hasta te he encontrado a ti. No sé si para humillarme o como una tentación... Salgo de esta prueba más fuerte que antes...
VENANCIO
Me encontraste anonadado... No puedes comprender lo que he sufrido durante este tiempo en que ignoraba tu suerte... Fingía una serenidad ante todos y en la intimidad purgaba mi culpa abominable... Tu piedad, la compasión que te inspiro y tu ejemplo, hacen que me yerga de la postración en que me hallaba sumido... Esta noche no he podido pegar el ojo. Me encontraba avergonzado ante tu augusta presencia. Eres la sombra en carne viva que acusaba mi conciencia... Tu perdón es el bálsamo para las llagas abiertas y empiezo a sentirme regenerado de cuerpo y alma.
M. MARGARITA
Es el primer triunfo en mi misión. Aspiro a salvar muchas almas y la tuya será la más meritoria ante el buen Jesús. Y ya basta Venancio. Olvida los tiempos pasados y acuérdate tan sólo de las palabras de este momento... el sol ya está alto. No puedo detenerme más... de puerta, en puerta, iré a pedir limosna para los pobres, para tantos desvalidos, que se debaten entre la miseria material... La que pedirá por ti, al que todo lo puede, me será otorgada... está seguro... Sé bueno!...
(Sale precipitadamente por la puerta de la derecha del fondo. Venancio, queda inmóvil, absorto, mirando para las escaleras. Lentamente vuelve a sentarse. Por la izquierda del fondo aparecen las dos sirvientas con cara alegre. Traen un cesto lleno de hortalizas y fruta sazonada.)
PLÁCIDA
Buenos días, señorito.
TORIBIA
Muy buenos don Venancio.
VENANCIO
Bienvenidas, muchachas.
PLÁCIDA
Madruga usted mucho.
VENANCIO
No tanto como vosotras. ¿Y de dónde salís?
TORIBIA
Pues del huerto.
VENANCIO
Ya se ve por la muestra.
PLÁCIDA
¡A ver qué vida! Aunque no haya de servir para nosotros lo que he cogido, bien hay que ayudar. No me gusta estar mano sobre mano, comiéndome la sopa boba.
VENANCIO
Bien dicho. Ya estarás contenta que nos marchamos hoy...
TORIBIA
Que no se va a acordar más de mí...
PLÁCIDA
Sí mujer de ti, de los conejitos y de las gallinas... No sé porque en casa no hemos de tener gallinero, señorito.
VENANCIO
Eso depende de la parte del hogar... Se lo propones a mi mujer...
TORIBIA
Voy a ver si han despertado los chicos...
PLÁCIDA
¿Y la señorita?
VENANCIO
No sé si se habrá levantado.
PLÁCIDA
¿A estas horas sin salir de la habitación? no estará ella en su cabal salud...
VENANCIO
No se me ha quejado.
PLÁCIDA
¡Ah! Ya me lo figuro. ¡Tonta de mí! Claro: estará con la monjita joven porque he visto abajo a la otra, impasible como un centinela.
VENANCIO
Sí que ha subido hace un rato.
PLÁCIDA
Verá usted, lo que voy a hacer es meterme en la cocina porque en esta casa todo el mundo está sin probar bocado.
VENANCIO
Bien, bien.
(Ella sale por la puerta de la cocina y Venancio se acerca el balcón. Por la puerta de la escalera vienen VIRGINIA Y M. MARGARITA)
M. MARGARITA
Puesto que se van ustedes esta mañana y nosotras no volveremos hasta el anochecer...
VIRGINIA
¿Y Sor Emiliana?
M. MARGARITA
Está esperando abajo. He subido a buscar este bloc y el lapicero que me olvidé al salir... (Se los mete en la manga)
VIRGINIA
Estoy muy contenta de conocerla Madre Margarita.
M. MARGARITA
Lo mismo digo, señora.
VIRGINIA
Siento por usted una viva simpatía. Le deseo mucha perseverancia en su vocación y que su obra sea provechosa para la causa de Cristo...
M. MARGARITA
Gracias, Doña Virginia. Me emocionan sus palabras. Rezaré con todo amor por la felicidad de su hogar.
VIRGINIA
Quisiera pedirle...
M. MARGARITA
Diga, señora.
VIRGINIA
Un abrazo como si fuera su hermana. (Virginia la abraza. Venancio las observa con viva atención)
M. MARGARITA (Mirando alternativamente a los dos)
Que Dios conceda a ustedes una larga dicha...
VENANCIO
Que Él la acompañe Madre.
(Sale M. Margarita por la puerta de la izquierda del fondo. El matrimonio queda mirando por dónde se fue)
VIRGINIA
¡Qué felices son esas chicas porque saben resignarse!. !
VENANCIO
¿Y tú, no?
VIRGINIA (Volviendo los ojos hacia él)
Espero demasiado de las cosas de la tierra.
VENANCIO
No te entiendo. (Pasa hacia el balcón mirando al exterior)
(Larga pausa, durante la cual se ven los esfuerzos de Virginia para hablarle y no le salen las palabras hasta que, por fin, rompe el silencio, con voz apagada)
VIRGINIA
¡Ve.....nancio!
VENANCIO
Qué Virginia. (Yendo hacia ella que no se ha movido del centro de la escena)
VIRGINIA (Costándole y con convicción)
Tu no te encuentras bien.
VENANCIO
Y sí, criatura... ¿Por qué lo preguntas?
VIRGINIA
Esta noche la has pasado con angustia.
VENANCIO (Sorprendido)
¿Yo?
VIRGINIA
Hasta soñabas en voz alta, igual que si estuvieras delirando.
VENANCIO
Pues no me acuerdo... Acaso te lo haya parecido.
VIRGINIA
A ti te pasa algo, no lo niegues. Nunca tuve la osadía de preguntarte y es aquí, fuera de nuestra casa precisamente, que se me ocurre romper la discreción. ¡No puedo más!. ¡No te burles por Dios!. ¿De qué padeces Venancio?. ¡Dímelo!. ¿Qué misterio hay en tu vida que te hace vivir triste y apenado? Antes de la guerra, estabas alegre y expansivo, no tenías secretos para mí. ¿Qué enigma es ese? Desde que volviste a veces hay, en tu rostro y en tus ojos, una nube negra que los oscurece y oculta un secreto terrible... ¡Soy tu esposa! ¡Tengo derecho a saberlo!
VENANCIO
Nada hay en mí que deba esconderte.
VIRGINIA (Con amargura)
No tienes confianza en mí. (Llorando) ¡Dios mío!. No me quieres...
VENANCIO
No todo lo que mereces.. Y este es mi mal. (Resuelto dice concentrado) Pues bien, ¿quieres saber la causa de esta tortura íntima?
VIRGINIA
Quiero padecerla contigo... Sí por ti daría mi sangre y mi vida. Si hace un año, que trato en vano, de adivinarla...
VENANCIO
¡Estoy confundido ante tu amor inmenso! Y me tengo odio a mí mismo de no saber igualarte. Virginia candorosa, esposa ejemplar, mujer incomparable... Por mí, lo has padecido todo: miseria, persecución, cautiverio... Has arrastrado todos los sacrificios, me has esperado día tras día, con resignación y amor. En cambio, yo, libre, llevando una vida de opulencia, rodeado de un ambiente que no era el de nuestra casa, quizás no tuve tu misma fe en mi vuelta... Ni sé como decirlo ni puedes comprenderlo... Qué lección más vergonzosa y humillante!
VIRGINIA
¿Es esto nada más? ¡Mírame! (Le coge la cabeza y lo mira fijamente)
VENANCIO
Pero te prometo que desde hoy, no volverás a verme con la frente arrugada y el pensamiento extraviado...
VIRGINIA (Con dulzura e ilusión)
Tus ojos vuelven a ser claros como en los primeros días de nuestra unión. ¡Se ha marchado aquella nube negra!...
(Por la primera izquierda del foro aparecen AMALIA y GERMAN. Al ver el cuadro que forman los de la escena, se detienen y se miran los dos asombrados)
GERMAN (En voz baja)
¿Estás viendo?
AMALIA (Sonriendo)
Parecen dos tórtolos.
GERMAN
Para que uno se meta luego en interioridades conyugales.
AMALIA
¡Chist!.... dejémoslos.
(Y sigilosamente desaparecen por la misma puerta)
VIRGINIA
¿Por qué no has de estar siempre como ahora?
VENANCIO
Por ti, por tu amor, por nuestra felicidad, aquella nube negra y espesa, no volverá a interponerse entre los dos... ¡Te lo prometo!... ¡¡Te lo aseguro!!...
(Ella apoya dulcemente su cabeza sobre el pecho de Venancio y éste le acaricia los cabellos, medio abrazados los dos)
FIN DE LA COMEDIA
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